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El periodista Ismael Bermúdez, en un artículo aparecido en Clarín (19/9), logró retratar de pies a cabeza la inviabilidad del régimen económico y político argentino.
El periodista describe un informe de la Oficina del Presupuesto del Congreso donde se afirma que la economía argentina no solo no crece desde 2011, “sino que retrocedió un 10% por habitante, antes de la pandemia” y que en ese cuadro de derrumbe económico la pobreza no para de crecer. Pero más interesante que esto, Bermúdez describe la perspectiva histórica de derrumbe del capitalismo como forma social de producir y reproducir la vida humana.
El título del artículo es provocativo porque destaca que desde 2008 a la fecha la cantidad de beneficiarios entre jubilaciones, pensiones y beneficios sociales varios (AUH, Becas, Planes de Empleo, etc.) no para de crecer. En 2008 había 12,7 millones de beneficiarios y en 2019 la cifra alcanzó los 21,4 millones. Este dato ilustra plenamente la incapacidad del capitalismo para emplear a todos los trabajadores aptos y en edad laborable y pagar la fuerza de trabajo por su valor para evitar sumergir en la pobreza a la masa de trabajadores. Bermúdez remata esta idea cuando afirma que “en una población de 45 millones de personas, seis de cada diez ciudadanos recibieron un cheque del Estado. Más de la mitad del presupuesto del Gobierno nacional se aplica a pagar estos beneficios y planes”. O sea, que la burguesía argentina transformó al país en una fábrica de desempleo y pobreza, y que, recogiendo un planteo que se encuentra en las primeras paǵinas del Manifiesto del Partido Comunista, en vez de ser el explotado quién sostiene a los explotadores, la clase explotadora es obligada a sostener a la masa creciente de desocupados y pobres, en niveles de pura subsistencia o menos. Cuando una formación social, asentada en la explotación de clases llega a este punto, esa formación social está agotada históricamente.
El otro punto fundamental a considerar es la descripción milimétrica que hace el periodista acerca de la inviabilidad del sistema previsional en las actuales condiciones. De la masa total de 21,4 millones de beneficiarios de Anses 7,7 millones son jubilados que pudieron aportar al sistema y 13,7 millones son beneficiarios que no aportaron entre los cuales se incluyen trabajadores no registrados. De la población económicamente activa ocupada, el 40% no aporta al sistema previsional porque la patronal se niega a registrarla, lo cual facilita también la evasión impositiva. Al crecer el desempleo y la informalidad cada vez es más baja la relación activo/pasivo, o sea el aporte patronal por cada trabajador empleado, los egresos del sistema van a superar a los ingresos. En conclusión, al crecer en forma acelerada la parte de los beneficiarios por los cuales debiera aportar la patronal, la estación final de todo el sistema previsional es el colapso. ¿Qué conclusión debemos extraer de esta situación? Muy sencilla: lanzar una campaña por obra pública para crear empleo, registrar a los millones de trabajadores en negro, reestablecer los antiguos montos de aportes patronales y reducir las horas de trabajo sin afectar el salario para fulminar el desempleo. Esta es la única vía para salvar del colapso al sistema previsional.
Eduardo Salas, uno de los más obsecuentes miembros del aparato del PO oficial, interpreta a este análisis como “funcional al FMI”. Lo mismo debería decir del Manifiesto, aunque el FMI no existiera en la época de Marx.
Para Salas “El objetivo del artículo es hacer aparecer a millones de trabajadores (en su inmensa mayoría pobres) como parásitos del Estado.” (Prensaobrera.com, 19/09/20). El “largo”, como se lo llama, es corto de miras. Niega por de pronto la tendencia del capital a crear un “ejército de reserva’, para extraer de allí fuerza de trabajo barata, y en lugar de poner de relieve el parasitismo del capital, atribuye ese carácter a la masa de desocupados que recibe un estipendio para no morir de hambre. Los desmanes conceptuales de Salas demuestran que el régimen de aparato enloquece. Lo que explica Bermúdez fue dicho durante medio siglo por el Partido Obrero; la nota de ‘gracia’ es que ocupa una escena del Manifiesto Comunista que puso en escena el grupo de teatro Morena Cantero. Esperemos que ahora no expulse al director del partido oficial. Salas ha logrado algo imposible: que el que ‘mienta’ sea un ‘periodista’ de Prensa Obrera, y el que diga la verdad sea el de Clarín. Salas les oculta a los lectores que Bermúdez fue despedido de Clarín por el contenido de su periodismo, y luego reincorporado, algo que Magneto no ha hecho nunca, por una movilización sin precedentes en su defensa. Además de mentiroso y, peor aún, ignorante, Salas agrede profesionalmente a un luchador. El capitalismo es una máquina cada vez más perfeccionada de producir desocupación y trabajadores ocupados y desocupados cada vez más pobres. Esto que señala Bermúdez no es una novedad. Salas abandona la lucha por un “trabajo digno”, para defender el subsidio estatal a la pobreza.