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Las “revelaciones explosivas” de que el magnate Trump pagó menos impuestos en EE.UU. que cualquier trabajador tienen su contrapartida en las que insinúan que si Biden gana se revelará un halcón imperialista (en consonancia con su pasado en la materia). Una caracterización de conjunto de la campaña presidencial norteamericana debe partir del señalamiento de que ambas veredas de la ´grieta´ ante las presidenciales están de espaldas al proceso político central de las masas yankis. El levantamiento nacional que desató el asesinato policial de George Floyd y empalmó con el descontento popular frente a la crisis económica, la desocupación masiva y la desaprensión del capital frente al derrumbe de los servicios de salud ante la pandemia no tendrá salida ni con uno ni otro.
Biden no ha explotado una sola de las banderas guerreras de Trump para atacarlas. Al contrario, se adapta. En la guerra comercial contra China Biden va incluso más lejos; en relación a la ´apretada´ de Trump contra Venezuela y Cuba, Biden ni siquiera amenazó con destituir al gusano que impuso el otro en el BID, contra la Unión Europea y sobre todo para alinear a América Latina detrás de EE.UU. contra los acuerdos comerciales con China.
En un reciente discurso de Biden en Michigan, en un estado lindante con Wisconsin, donde el justiciero blanco Kyle Rittenhouse mató a dos manifestantes de Black Lives Matter acaba de “emitir un anuncio de ley y orden al estilo de Richard Nixon atacando la ´ilegalidad´ y acusando a Trump de sembrar discordia” (The Guardian, 25/9).
Biden y el partido demócrata no han salido a atacar los desfiles de las bandas armadas pro Trump que siembran el país de zozobra frente a los comicios del 3/11 y enfrentan las movilizaciones populares con métodos fascistas. Esto ha llevado a varios analistas de fuste del gran capital a la conclusión de que EE.UU. va camino a “una especie de guerra civil” (Tom Friedman de The New York Times a Hugo Alconada Mon de La Nación —27/9) como no conoció desde la guerra de Secesión. Otros analistas, contra la ilusión de que Biden podría abrir un curso de reactivación económica del tipo del New Deal han salido a recordar que, incluso esa salida considerada altamente improbable a la brevedad, no fue indolora entonces y menos lo será ahora: las bandas pro Trump del presente tienen su antecedente precisamente en tiempos del demócrata Roosevelt cuando la “gran depresión” de los años 30 —la versión idílica del New Deal que tantos ´izquierdistas´ hicieron suya es falsa hasta la médula (véase sin ir más lejos la serie “Damnation” en Netflix). “La voluntad de Trump de abrazar abiertamente el racismo, el chovinismo nacional, el antisemitismo y la misoginia prevalecientes en círculos de la clase dominante no solo es única en los tiempos modernos”. Trump —agrega Bryan D. Palmer (The Bullet, 28/9) actúa como un “emperador del lumpen proletariado”.
Aunque las encuentas siguen dándolo bien por detrás de Biden la apuesta de Trump es azuzar a su base derechista a favor de un virtual coup d´etat, torciendo la voluntad popular en los estados más disputados —recurriendo, como ya ocurrió otras veces en EE.UU., a que las legislaturas encargadas de sancionar los delegados al Colegio electoral violen el veredicto de las urnas (en particular birlando el voto por correo que este año será mayor que en otros comicios y suele retrasarse).
Este golpe de fuerza ya se está ejecutando ahora con motivo de la vacante que se acaba de producir en la Corte Suprema por el deceso de Ruth Ginsburg, una jurista liberal y pro-derechos, favorable al movimiento de la mujer. Trump pretende reemplazarla en un trámite expres antes del 3/11. Trump tiene decidido hacer lo que Trump le negó a Obama cuatro años atrás cuando ante otra vacante, igual que ahora Trump impuso que se designara tras los comicios. Entonces Trump hizo su primera designación ultra reaccionaria a la Corte. Ahora se apresta a la tercera, llevando su promesa electoral de 2016 de barrer definitivamente con el derecho al aborto y otros.
Trump pretende imponer ya una mayoría conservadora de 6 miembros contra 3 en la Corte, haciendo posible una reforma anti derechos que haría retroceder la legislación norteamericana a una situación como la que no existe hace más de 50 años, cuando la reacción nixoniana fue fuertemente golpeada. “Una mayoría de derecha de 6-3 potencialmente frenaría los derechos al aborto, anularía las leyes de control de armas y mantendría nuevas restricciones a los derechos de voto” (The Guardian, 27/9). Amy Coney Barrett, la candidata que acaba de designar Trump proviene, según diversas fuentes, de “una controvertida comunidad cristiana llamada People of Praise (Gente de Alabanza)” y construyó una carrera judicial a favor de toda desregulación ambiental al servicio de mineras y petroleras.
Todo esto garantizaría incluso un contra peso conservador y reaccionario muy fuerte en el caso que, a pesar de la cobardía de Biden, los comicios le dieran una victoria rotunda, lo que el propio Biden no quiere que ocurra. De ahí que la campaña de Biden y los demócratas contra esta ofensiva final de Trump brille por su ausencia. A la inversa, una Corte con una mayoría absoluta trumpeana podría terciar ante un comicio presidencial disputado, como ocurrió en la contienda del 2000, Bush-Al Gore. De modo que como afirma David Litt “el uso de los tribunales como arma por parte de Trump será su legado duradero” (íd., 23/9).
Días atrás dos columnas de opinión en el mismo diario mostraron hasta qué punto el giro a la derecha de Trump y el partido republicano fue acompañado por los demócratas. “Toda la estrategia de campaña de Biden se basa en la suposición que Hillary Clinton perdió en el Colegio electoral en 2016 por no haber trabajado más a fondo sobre el tradicional electorado blanco demócrata (Hillary sacó casi 3 millones de votos más en el cómputo general -N.Mj.). Hay dos problemas con eso —dice Malaika Jabali—. Por un lado, ignora casi por completo a la clase trabajadora negra. Por otro, puede que ni siquiera sea cierto” (25/9). El verdadero retroceso, dice Jabali, consistió en la apatía de los negros: “la participación de votantes negros disminuyó en una tasa aún mayor, a un nivel sin precedentes en la historia registrada de Wisconsin (uno de los distritos más disputados -N.Mj.). Mientras que el 79% de los votantes negros participaron en las elecciones de 2012, solo el 47% votó en 2016, menos de la mitad …. la participación en Wisconsin revela que el 42% de los no votantes en los dos condados más poblados del estado se quedaron en casa principalmente porque no les agradaban los candidatos o no estaban interesados en ellos”.
Biden “en lugar de tratar de ganarse a las casi 200.000 personas que se quedaron en casa en Wisconsin en 2016 (o cuyos votos fueron suprimidos), ha optado por centrar su campaña en unas 700 personas, algunas de las cuales quizás nunca hayan votado por un demócrata por presidente … En lugar de centrarse en esto Biden está promocionando el respaldo de Snyder (un ex gobernador republicano enfrentado a Trump —N.Mj.), cuya negligencia amenazó el bienestar de miles de residentes de(l condado de) Flint”. “El Partido Demócrata —sostiene Jabali— ha acogido este mensaje en un grado extraño y preocupante, a menudo desafiando a los republicanos que apenas son populares entre sus propios electores. La convención nacional demócrata, por ejemplo, presentó un cameo del ex gobernador (republicano) de Ohio, John Kasich. Sin embargo, Kasich obtuvo un apoyo promedio del 18% de los votantes republicanos en la carrera de 2016 … Biden confía en un número desconocido de republicanos descontentos …, en lugar de cientos de miles de demócratas descontentos” (ídem).
Que la clase obrera blanca dejó de votar por los demócratas es un prejuicio que desconoce la composición actual de la clase trabajadora: “ignora que más de la mitad de los hombres negros trabajaban en el sector manufacturero de Milwaukee, más del doble de trabajadores blancos, en el apogeo de la industria pesada de la ciudad. Ignora que la desindustrialización los lastimó más que a nadie. Ignora que los hogares negros y asiáticos de todo el país fueron los más afectados por la Gran Recesión (2008/9). Ignora que un cambio a trabajos de almacén temporal con salarios más bajos y el desempleo bajo el Covid-19 afectan de manera desproporcionada a los negros y latinos” (íd.). El partido demócrata no hace nada por ganar este voto.
Es lo que dice también Jaime Regalado, profesor de la Universidad Estatal de California, en Los Ángeles, el 23/9: “Los latinos han sufrido el coronavirus, la pérdida de su trabajo y su hogar, y más de cuatro años de ser atacados como grupo por Trump. Y como empleados en forma desproporcionada en industrias en las primeras líneas de Covid, han pagado un precio particularmente duro … muchos latinos podrían estar entusiasmados ante la perspectiva de un cambio de Trump”, pero Biden “ha ignorado principalmente a los votantes latinos … El Partido Republicano lo sabe. Donald Trump está cortejando activamente a los votantes latinos en Florida, Nevada e incluso en Minnesota, durante mucho tiempo un bastión de la política progresista, pero ahora en juego”. “Desde el comienzo de su campaña, Biden ha ignorado principalmente a los votantes latinos … El resultado es lo que los expertos han llamado el ´problema latino´ de Biden. Este tipo de brecha de entusiasmo puede ser extremadamente peligroso para un candidato …las campanas de alarma deberían sonar en la sede demócrata. Los estrategas demócratas han dicho que esperan mantener el voto latino pro-Trump por debajo del 30 por ciento. La campaña de Trump, sin embargo, apunta a obtener más del 40 por ciento” (íd).