Sobre "Calma, el nuevo Covid no es la Peste Bubónica"

Escribe Pedro Verasaluse

Tiempo de lectura: 2 minutos

La pandemia ha llevado a una dicotomía: comer o enfermar. Esos “opuestos”, en la historia, no son nuevos. La vida se ha vuelto vulnerable y su existencia amenazada. Retroceder a las “calamidades públicas” de la Edad Media.

Los peligros del agua y del fuego, los de la enfermedad y del hambre iban al encuentro del hombre en su propia casa. El peor de los azotes, las epidemias.

Ni la higiene, ni la profilaxis, ni la medicina con sus progresos incierto eran capaces, sobre todo en periodo de guerra y de depresión económica, de limitar los estragos o de liberar a las multitudes del temor a la “mortandad”. Palabra que resumía a enfermedades muy diversas y a todos los horrores traídos de Oriente por naves genovesas en 1347. De triple forma: bubónica, intestinal y pulmonar.

“Escribo esperando la muerte entre los muertos”, contaba uno de los supervivientes de dos generaciones que vivieron angustiados. Un mal estado sanitario, dispuesto a agravarse y la impotencia de los medios de protección. Europa, antes de la peste, ya había conocido otras epidemias generalizadas (disentería, variedades de infecciones, etc). Después, también, se renovaron las plagas.

En 1399, en París, “a todas horas se veían entierros”, cuyo anuncio público fue prohibido. Los médicos eran escasos. La higiene común valía más que la medicina, y la higiene privada más que la pública: era necesario llevar vida arreglada para resistir a la peste y a los médicos. Pero, sobre todo, escasez de alimentos; las epidemias coincidían con la penuria y el hambre.

Los especuladores aprovechaban las circunstancias, ante la impotencia de los poderes públicos, mal preparados, corrompidos y responsables, además, de una fiscalidad opresiva.

La pandemia no era un fenómeno social exterior a aquella sociedad, el Feudalismo, basado en la servidumbre y el vasallaje, sino el producto de un modo de relacionarse con la naturaleza.

La primera causa es el desequilibrio entre población y producción agrícola, signos y consecuencias de un estancamiento de una técnica agraria incapaz de mejorar de manera sensible los rendimientos. Van a llevar a rebeliones campesinas, trayendo consigo, además de revueltas campesinas, una transición convulsiva hacia un ciclo histórico nuevo: las revoluciones burguesas.

Y “comer o enfermar” sus consignas trascendentales.

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