Escribe Emiliano Fabris
Ponen en riesgo, entre otros, la efectividad de las vacunas contra el Covid.
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El abogado ambientalista Rob Bilott afirma en su artículo publicado en “The Guardian” (18/12) que se ha comprobado la existencia de “otra amenaza para la salud pública mundial”. Se trata de la contaminación con productos químicos “PFOA” (ácido perfluorooctanoico) por el cual vienen siendo demandadas, desde hace más de 20 años, corporaciones capitalistas gigantes como DuPont y 3M. Recién en el último tiempo han salido a la luz sus brutales consecuencias para el medioambiente, la salud humana e incluso la efectividad inmunológica de las vacunas.
El PFOA, también conocido como C8, es una sustancia química artificial creada en los años ‘40 por la compañía 3M y es parte de sustancias llamadas PFAS que se han denominado "químicos eternos", ya que no se degradan y una vez ingeridos por los humanos permanecen en el cuerpo por largos períodos de tiempo. Este químico se utiliza para fabricar productos como el teflón, artículos de limpieza, ceras, pinturas, telas, envolturas de comida rápida, cajas de pizzas, bolsas para microondas, plásticos, espuma para apagar incendios, superficies resistentes a las manchas, entre otros.
El descubrimiento de este “veneno humano” tuvo lugar en el año 1998 cuando un granjero de la ciudad de Parkersburg (Virginia, EEUU) denunció la misteriosa muerte de sus vacas. Bilott comenzó una investigación que lo llevó a demostrar que la multinacional Dupont estaba contaminando el río Ohio con PFOA. En 2017 Dupont firmó un acuerdo por más de US$670 millones para compensar a más de 3500 personas que padecían alguna de las enfermedades asociadas con tomar agua contaminada con PFOA.
Hoy el planeta entero está infectado con este veneno. La presencia de este químico ha sido detectada en agua potable, subterránea y en aguas superficiales, en suelos y vegetación en ciudades de todo el mundo. Un artículo publicado por la BBC (9/12) dice que “estos químicos, según los expertos, podrían estar presentes en la sangre del 99% de los humanos”. La Agencia de Protección Ambiental de EE.UU ha definido que, además del agua, la tierra y alimentos contaminados con esta sustancia, los envases que los contienen y el uso de productos que estén hechos a base de estos químicos pueden ser una fuente de exposición.
Sobre las consecuencias para la salud humana, dice Bilott en su artículo que “los científicos han confirmado vínculos entre la exposición al PFOA y una variedad de enfermedades graves, que incluyen cáncer de riñón, cáncer testicular, colitis ulcerosa, enfermedad de la tiroides e hipertensión inducida por el embarazo”. Por su parte, el Instituto Nacional de Salud de EE.UU afirma puede causar aumento del colesterol, efectos dañinos en el desarrollo del feto o de niños lactantes, bajo peso al nacer y efectos nocivos en el sistema inmune, el hígado y la tiroides.
Los efectos de estos químicos pueden tener alcances aún más catastróficos en medio de la pandemia por el Coronavirus. Bilott señala que “estudios más recientes ahora están planteando preocupaciones de que algunos de estos químicos permanentes puedan afectar negativamente nuestro sistema endocrino, nuestra fertilidad y nuestro sistema inmunológico, y posiblemente incluso la eficacia de las vacunas. De hecho, noticias espantosas, cuando todos estamos tratando de combatir una pandemia mundial y necesitamos que nuestras vacunas sean lo más efectivas posible”.
Luego de dos décadas de demandas, Bilott asegura que el envenenamiento llevado a cabo por Dupont y otras compañías no fue de ninguna manera un accidente: “Internamente, los principales científicos de la empresa habían estado estudiando su toxicidad durante décadas. Y hubo campanas de alarma tras campanas de alarma: cáncer en animales de laboratorio; cáncer en trabajadores expuestos; deformidades de nacimiento en la descendencia de animales de laboratorio expuestos, incluso, de manera inconcebible, en bebés de trabajadores expuestos”.
Dupont envenenó el mundo con completa impunidad por más de 20 años. Lo llamativo del caso del abogado Bilott (retratado en la película “Dark Waters” -Aguas Negras-), es que demandó a Dupont siendo integrante de un bufet de abogados dedicados a defender a empresas químicas de esta clase de litigios. Recién en los años 70 se crearon las denominadas “reglamentaciones medioambientales” estatales que solo habilitaron demandas a las corporaciones cuando son violentadas, pero en absoluto derivaron en una disminución de la contaminación.
El impacto de este envenenamiento mundial ha sido abordado por el recientemente electo presidente de EEUU, Joe Biden, quien presentó un “plan para limpiar los químicos eternos”. Biden ha elogiado públicamente a Dupont en el pasado y ahora señala que la corporación ha sucumbido ante el “cortoplacismo impulsado por el mercado de valores”. Sin embargo, un artículo publicado en “promarket.org” (27/11) señala que este “cortoplacismo” ya estaba presente en el año 1984, cuando los accionistas de DuPont descontaban que las ganancias obtenidas “a corto plazo” iban a superar con creces las demandas que solo podrían tener lugar muchos años después. A esto se reduce el “regulacionismo ambiental”, hecho a la medida de las grandes corporaciones.
Este artículo cita un informe de la Universidad de Chicago que, a raíz del caso Dupont, señala cómo los diferentes sistemas de control destinados a detener la contaminación de las corporaciones fracasaron: “compañías gigantes como DuPont pueden retrasar y diluir las sanciones legales y de reputación esperadas por mala conducta corporativa. Por ejemplo, pueden utilizar las puertas giratorias y contratar a ex reguladores”. Precisamente, Biden ya fue denunciando por militantes ambientalistas por incluir a un consultor superior de DuPont en su equipo de transición de la Agencia de Protección Ambiental.
La catástrofe humanitaria ocasionada por la pandemia del COVID ha desnudado cómo el régimen social capitalista se desarrolla sobre la base de la destrucción sistemática del planeta. El envenenamiento por “químicos eternos” ha llegado también al conjunto de la humanidad y emerge como un obstáculo para combatir la propia pandemia. No estamos ante la tropelía de algunas corporaciones; es el proceso de acumulación capitalista que no incluye en sus medios de producción aquellos procesos productivos, insumos y tecnología que reduzcan al mínimo el impacto ambiental pues esto significaría prolongar el retorno de lo invertido y, por supuesto, las ganancias.
Hay que remover la fuente del veneno: el capital y sus gobiernos.