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Una caravana de migrantes -sobre todo, hondureños-, estimada en 9.000 personas, fue duramente reprimida por la policía y el ejército de Guatemala. El operativo represivo involucró a 3.000 efectivos, quienes portaban bastones, gases y armas de fuego.
A través de un comunicado de la cancillería, la acción fue saludada por el gobierno de México, por actuar de manera “firme y responsable” respecto a los contingentes de migrantes que “vulneraron su soberanía” (Infobae, 17/01).
La caravana había comenzado su trayecto el viernes 15 pasado desde la estación de buses de San Pedro Sula, en el norte de Honduras, zona limítrofe con Guatemala. La caravana había cruzado la frontera durante el sábado, sin resistencia policial; las autoridades habían manifestado que no iban a cortar el paso a familias con menores. La represión del domingo “ignoró”, digamos, esta contemplación humanitaria.
Según las autoridades, la caravana habría ingresado de manera ilegal puesto que no presentaron pasaporte, documentos ni un test negativo de COVID-19, los tres requisitos para cruzar la frontera. Los mil migrantes detenidos serán devueltos a Honduras.
Esta verdadera Odisea de 5.000 km a Estados Unidos, no incluye solo a hondureños. A su paso, el contingente iba nutriéndose en su paso por los diversos países. La misma atravesaría Honduras, México y Estados Unidos. Todos los gobiernos se manifestaron contra el paso de los migrantes.
Biden ha asegurado que flexibilizará las medidas antiinmigrantes de Trump, quien ha extendido la “emergencia nacional” en la frontera con México, impuesta por primera vez en febrero de 2019. Mark Morgan, comisionado interino de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP), advirtió a los migrantes: “No pierdan su tiempo y dinero y no arriesguen su seguridad y salud” (Infobae, 16/01).
Las amenzas no amilanaron a los migrantes. Su situación es desesperante, que están dispuestos a caminar miles de kilómetros durante meses. Testimonios recogidos por el mismo medio ilustran el cuadro. Carlos Flores, de 20 años, dice “decidí ir a Estados Unidos porque en mi país no hay trabajo, no hay nada, y obligatoriamente tengo que salir porque la pandemia y los huracanes hicieron destrozos”. Agustina Rodríguez, de 40 años, relata: “He venido a pie, sin dinero, sufriendo. Gracias a Dios, ya vamos aquí en Guatemala, ya para salir (a Estados Unidos)” (ídem).
Los migrantes hondureños señalan al gobierno de Juan Orlando Hernández como responsable de su situación, sintiéndose expulsados de su propio país. Pueden escucharse canciones que vitorean “Fuera JOH”, un canto a la rebelión contra los gobiernos de todo el continente.
Las caravanas migrantes se habían convertido en multitudinarias ya a finales de 2018; ahora, han recrudecido con la pandemia. Muestran la situación insoportable que viven cientos de miles de trabajadores. La acusación sobre ingresos ilegales y delitos, como tráfico de personas y de drogas que han lanzado las autoridades contra la caravana, es perversa – López Obrador acaba de exonerar al jefe militar máximo de México, que actuaba como protector de los carteles del país.