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Luego de 50 días de “huelga inter-profesional”y movilizaciones contra la reforma previsional de Macron, la prensa habla de un “reavivamiento” de las protestas. El viernes pasado, 400.000 personas marcharon en París y 1,3 millones en 200 marchas en todo el país.
La dirección de la CGT se sigue negando, sin embargo, a traducir este empuje en una huelga general indefinida. Ha decidido, por el contrario, participar de una reunión convocada para discutir el financiamiento de la reforma, luego de una consulta a más de sesenta organizaciones. (55 a favor, 9 en contra). En este cuadro, ha llamado a nuevas movilizaciones, el 29, 31 y 31 de próximo mientras sesiona la Conferencia. La burocracia alienta la perspectiva de una victoria en el marco del “diálogo social” con el gobierno y las patronales.
La izquierda, al menos en su mayoría, evita denunciar la política de la burocracia, y viene planteando, desde hace tiempo, “ampliar la huelga”, o sea una política de adhesiones sucesivas y progresivas, para evitar el planteo político de la huelga general, incluidas las ocupaciones de los lugares de trabajo. La tenacidad que refleja la “huelga interprofesional”, o sea del sector público directamente afectado por la reforma, es objeto de elogio paternal en la mayor parte de la prensa de izquierda, pero un dato insuficiente para desarrollar una agitación por la huelga general. Caracteriza que esta huelga y las movilizaciones populares se desarrollan en un marco “defensivo”, y que Macron conserva la iniciativa. La separación metafísica entre defensivo y ofensivo fue criticada agudamente por Trotsky en los años 30 del siglo pasado, cuando destacó que no hay una muralla china entre una cosa y la otra, y que el arte de la dirección política era tender un puente entre ellas, por medio de un planteo política enérgico. Desde la CGT aseguran, precisamente, que “nuestras movilizaciones serán victoriosas”, una presunción que utiliza para justificar su negativa a llamar a la huelga general y adoptar todas las medidas para asegurarla. Nos referimos a una agitación política y la organización de piquetes y comités de huelga, que respalden la convocatoria de una huelga general.
El 24 de enero, como dijimos, 400.000 manifestantes se concentraron en París según la CGT, y un 1,3 millones en todo el país. Muestra una tendencia a la suba: 5 de diciembre: 1,5 millones, 17D: 1,8 millones, 9 de enero: 1,7 millones, 11E: 500.000, 16E: 500.000, 24E: 1,3 millones. 200 movilizaciones en todo el país.
Las muestras de solidaridad se extienden: la caja de huelga, por ejemplo, tiene recaudados casi tres millones de euros. El apoyo de la población sigue alto, con más del 60% de aprobación en las encuestas. El respaldo al gobierno de Macron sigue cayendo. La difusión de estos datos tiene el propósito de mostrar que ‘tout va bien’ - ¿para qué cambiar de ruta con una posición ‘extremista’, como la convocatoria a una huelga general?
Desde la RATP (la red de subtes urbanos e inter-urbanos) y la SNFC (ferrocarriles) la huelga, que no es indefinida sino ‘reconductible’, de acuerdo a decisiones de asamblea, no se mantuvo o ‘recondujo’ en todos los sectores ,y el porcentaje de huelguistas cayó, lo que mejoró la circulación del transporte en el área metropolitana, y alivió la presión social sobre el gobierno. Las patronales y el gobierno no perdieron tiempo para decir que la huelga se acababa. La política del gobierno es cristalina: en poco tiempo hay elecciones parciales, que Macron pretende utilizar contra la huelga, explotando la fragmentación del cuadro político. Numerosos izquierdistas que tienen el hábito de abrir el paraguas en días de sol, advierten sin que se los desmienta, que las podría ganar la derecha, lo que convertiría a Macrón, de enemigo de los trabajadores, en “el mal menor”. La señora Le Pen apoya esta lucha, claro que de la boca para afuera, explotando una bronca política que la burocracia le concede.
La banca, radios, la Ópera, bibliotecas, abogados, médicos y muchos otros gremios han entrado en la huelga o se han sumado a las movilizaciones. En diferentes hospitales públicos, 1200 jefes de servicio renunciaron a su función a modo de protesta por el vaciamiento de la salud. La planta nuclear de Gravelines (Dunkerque) fue bloqueada por sus trabajadores, que convocaron a la huelga indefinida. La Universidad Pantheon-Assas fue bloqueada por primera vez por sus estudiantes. La FSU, principal sindicato de maestros, no apoya sin embargo, la huelga renovable , y Force Ouvriere se limita a una convocatoria sólo los “días de marchas nacionales” (5D, 10D, 17D, 9E, 16E, 24E). Los puertos de Havre y Rouen se bloquearon por 72 horas. Otras compañías están en huelga por más problemas locales, como Cargill cerca de Lille o Renault Trucks en Lyon. El vínculo entre estas luchas y la huelga interprofesinal contra la reforma, se desarrolla todos los días, a pesar de la ausencia de un llamado a la huelga general, y es explotado por la burocracia para oponerse a ese llamado. La diferencia entre ‘extender’ la huelga, por un lado, y la huelga general, por el otro, es política, la primera es funcional a la política de ‘diálogo social’, la segunda rompe las ataduras con el gobierno y declara irrenunciable el objetivo de la victoria. En la central sindical CFDT, en París, se desarrolla una rebelión popular bajo la consigna “no negociar en nuestro nombre”. El sindicato presentó una demanda judicial contra la ocupación de la sede parisina. En un programa de televisión, Laurent Berger, su secretario general, denunció “intrusión” y “violencia”, sin explicar que las razones para eso es que la burocracia está negociando con Macron a espalda de los huelguistas. En respuesta a la acción penal de la burocracia, los huelguistas dejaron sin electricidad a la sede de la CFDT. El 24, una columna de la base de la CFDT gritaba “aunque la CFDT no lo quiera, la base está acá”, al lado de los luchadores.
El lunes 20 de enero, cinco escuelas secundarias amanecieron bloqueadas por docentes y alumnos en la región de París contra programas de bachillerato (reforma Blanquer) y jubilación. Dos depósitos de camiones de basura fueron bloqueados como parte de la lucha contra la reforma de las pensiones. Los garajes de los recolectores de basura en Ile-de-France también fueron bloqueados. Mientras la burocracia levanta una muralla de contención alrededor de la oposición alrededor de la reforma previsional, numerosos sectores saltan el cerco con sus propias reivindicaciones, lo cual es una manifestación inconfundible de una tendencia a a la huelga general, o sea a la huelga política de masas.
El primer ministro E. Phillipe dijo que “es necesario saber terminar una huelga” (“Il faut savoir terminer une grève”), recordando una frase inolvidable de Maurice Thorez, el secretario general del ultrastalinista PC, para justificar el levantamiento de la huelga general y las ocupaciones de fábrica de junio-julio de 1936.
Mientras Trotsky escribía “La revolución en Francia ha comenzado”, Thorez respondió (siguiendo los diktat de Moscú) con esa frase, para dejar de lado el problema del poder. Blum, el primer ministro socialista del gobierno de Frente Popular, agregó “el nuestro (Frente Popular) es un gobierno de orden”.Tres años más tarde, el parlamento elegido en 1936, de mayoría frentepopulista, se pasaba al campo del fascismo y proscribía al partido comunista, y más adelante a sindicatos y partidos en general. El lugar de León Blum fue ocupado por el mariscal Pétain –subrogante de Adolfo Hitler.