Mi experiencia con la presencialidad en la pandemia

Escribe Romina Arevalos

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Mi nombre es Romina Arevalos, soy docente, profesora de historia del partido de La Matanza. Fui citada para concurrir presencialmente a partir del 23 de febrero por la escuela donde me desempeño como suplente, la secundaria 49. Previo a esto consulte con las autoridades cómo era la situación de la escuela. Me aseguraron que las condiciones para una presencialidad “segura” estaban.

Viajé en transporte público completamente hacinada, luego de más de media hora de espera. Llegué a la escuela. No encontré jabón para lavarme las manos, nadie me tomó la temperatura hasta que yo lo hice notar, no había otros elementos de higiene como alcohol o tapetes sanitarios disponibles, máscaras, barbijos, etc. Volví a mi domicilio también en transporte público en las mismas condiciones que antes. A los dos días comencé con síntomas de fiebre, dolor de cabeza, dolor de cuerpo. Consulté por guardia, me indicaron aislamiento y me realizaron un hisopado que dio resultado positivo de covid.

Los primeros días los atravesé con síntomas leves. Pero lamentablemente contagié mi familia. A medida que pasaban los días los síntomas se complejizaron. Tuvieron que trasladarme para realizarme unos análisis y estudios frente a estas complicaciones. Estuve unos días internada en esta clínica de IOMA en la localidad de Temperley, muy lejos de mi domicilio. Allí sentí escuche y vi cosas muy tristes y muy dolorosas. Me surgieron aún más miedos, incertidumbre, preocupación a medida que pasaban los días. Además de la angustia de pensar en los efectos secundarios del covid en mi salud y la de mi familia, tenía que estar en un litigio con la escuela para que reconozcan mi contagio de covid por ART, ya que al último lugar al que asistí antes de contagiarme había sido a la escuela. La negativa de los directivos fue doblegada gracias al apoyo de compañeros del SUTEBA La Matanza, quienes se hicieron presentes en el establecimiento y llevaron la documentación.

Los días han pasado, me encuentro con algunas mejorías pero continúo tomando medicación y con síntomas leves. La presencialidad conlleva muchos riesgos, no sólo porque las escuelas, por más céntricas o preparadas que estén o digan que estén, no cuentan con todos los recursos, sino porque la pandemia está cada vez más fuerte. Las clínicas se encuentran con bastante ocupación y personal de la salud notablemente agotado. Claramente la vacunación no ha llegado a la mayoría de la población. La presencialidad en las escuelas aumenta la circulación y la aglomeración de personas. Esto va a llevar a que la situación sanitaria empeore y que tengamos que lamentar efectos adversos en nuestra salud, nuestra vida, la de nuestros alumnos y sus familias y de nuestras propias familias.

Sobre mi experiencia personal, creo que hay que rechazar la presencialidad en estas condiciones de pandemia.

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