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Que la epidemia salvaje y mortal del coronavirus tiene mucho menos que ver con las ´aves salvajes´ que con las condiciones presentes de la descomposición capitalista lo vienen a probar dos hechos relativamente ajenos al brote desencadenado en China y en expansión por el mundo entero.
En la cuna de la civilización capitalista, nada menos que en la Gran Bretaña del Brexit, está en curso una polémica debido a que la ruptura del vínculo del gran archipiélago con la Unión Europea acarreará “una afluencia de alimentos baratos y de baja calidad”, informa The Guardian (3/2). Según científicos británicos esto degradará las condiciones de vida de la población y la pondrá, una vez más, a merced de todo tipo de riesgos. En Inglaterra se originó, en 1986, la enfermedad de la “vaca loca”, producida a partir de la introducción de una dieta supuestamente ´balanceada´ a la producción de bovinos para consumo humano que dejó un tendal de víctimas a escala mundial –el rodeo británico tuvo que ser sacrificado en su casi totalidad.
Según informa la periodista Fiona Harvey el problema saltó a la primera plana ahora por una cuestión de competencia entre capitalistas: “aceleraría el declive de las granjas familiares y abriría el campo aún más al tipo de ´mega granjas´ comunes en los Estados Unidos”. The Guardian, polemizando con el primer ministro tory, llama la atención que “La comida barata suena bien, pero Johnson ha pasado por alto los peligros. El pollo que se lava con cloro es sólo en parte una cuestión de bienestar animal: las aves de corral en los Estados Unidos se mantienen en condiciones sucias que serían ilegales aquí (Inglaterra), luego los pollos muertos se sumergen en cloro. Pero también es una cuestión de seguridad alimentaria, en contra de lo que afirma Johnson” (ídem). “Si las normas alimentarias del Reino Unido se basan en la ciencia, como afirma el primer ministro, tendrán que dar cuenta que el lavado del pollo con cloro enmascara la presencia de patógenos, en lugar de eliminarlos. Eso deja a los gérmenes dañinos en condiciones de seguir infectando a los humanos después de ese tratamiento. Los científicos de Johnson también tendrán que explicar por qué la intoxicación alimentaria grave es un problema mayor en los Estados Unidos que en el Reino Unido. Por ejemplo, Estados Unidos informa sobre 420 muertes cada año por salmonella, mientras que el Public Health England no encontró ninguna en los datos más recientes de sus laboratorios” (ídem).
El segundo hecho tiene que ver con el (sic) “coronavirus bleff de Netanyahu”. Así tituló Haaretz (4/2) el anuncio del Rambo sionista acerca de que Israel produciría a la brevedad una vacuna contra la nueva enfermedad. Efectivamente la industria farmacéutica de Israel está a la vanguardia de la experimentación biotecnológica y en el pasado desarrolló vacunas contra la polio y el ántrax. El domingo, Netanyahu ordenó al “Ministerio de Salud y al Instituto de Investigación Biológica de Israel (IIBR)” que se aboquen a esa tarea “pero según los científicos (de esta última institución)” eso es lisa y llanamente un disparate: el Instituto está desfinanciado, está en la actualidad muy lejos de sus pares de Occidente y “no se especializa en investigación y desarrollo de productos farmacéuticos, anticuerpos o vacunas para la población israelí, y mucho menos para el resto del mundo. Su objetivo oficial es el desarrollo de medidas de protección contra las armas biológicas y químicas”. “En 1992, The New York Times informó que un avión de transporte de El Al que se estrelló en Amsterdam transportaba 189 litros de dimetil metilfosfonato (DMMP), un químico utilizado en la producción de gas nervioso sarín, que fue designado para el Instituto Biológico. En al menos dos ocasiones, se descubrió que se utilizaron toxinas en asesinatos atribuidos al Mossad …” (Yossi Melman, 4/2). Como ocurre en otros países, los recursos para la ciencia tienen como principal destino las FF.AA. Sólo secundariamente se dirigen a desarrollos civiles: “el Instituto de Investigación Biológica se estableció en 1952 como parte del Cuerpo de Ciencia de las Fuerzas de Defensa de Israel, y más tarde se convirtió en una organización civil. Opera en un espacioso edificio que perteneció a un effendi árabe cuyas tierras estaban ubicadas en el corazón de los huertos en Nes Tziona” (ídem).
El problema del mal estado de los alimentos en la era del packaging, la bromatología científica y/o los sistemas de congelamiento industrial y del hogar –nada de lo cual existía hace escasamente 100 años–; mientras al mismo tiempo se diseminan tantos virus y/o cepas de gripes, neumonías y/u otras enfermedades cuyo origen son las anacrónicas condiciones de producción y comercialización de alimentos para consumo, hablan sobre todo de las condiciones de la putrefacción de la época imperialista.