Escribe Javiera Sarraz
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El pasado jueves, Emilio Pérsico, dirigente de Movimiento Evita y Secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social de Nación, emitió una polémica declaración durante el encuentro anual de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE).
“En Argentina la ayuda social se dividió principalmente en dos puntas: los niños y los ancianos y en general siempre la que tiene las tarjetas de ayuda social en el barrio es la mujer. (...) Eso destruyó, hizo que la mayoría de las familias sean matriarcales y si la que conduce es la mujer y el ‘chabón’ piró, la única forma que tiene para volver a su casa es agarrar cinco giles y llevarse cinco celulares a cinco mil pesos cada celular o vender droga y caer en las enfermedades sociales”.
En principio, las declaraciones de Pérsico son la continuación de una guerra entre dos camarillas al interior de Desarrollo Social de Nación en torno a la Tarjeta Alimentar y el Potenciar Trabajo (leer https://politicaobrera.com/politicas/4846-la-consigna-contra-la-pobreza-plan-de-lucha ).
Pero luego, la infamia, la perversidad y la vulgaridad de las declaraciones de Pérsico son el correlato ideológico de quien opera desde la política del gobierno, la iglesia y el lumperío organizado en los barrios para ultra explotar especialmente a las mujeres a través de la economía popular, cuando no las mantiene absolutamente sin ingresos.
Que el dinero de la asistencia social que recibimos por tener a cargo a los niños y los ancianos de la familia nos coloca en una posición de poder o privilegio respecto de nuestros esposos, es una infamia misógina.
Las mujeres somos las más golpeadas por la desocupación, y esto muchas veces implica que dependemos económicamente de quienes son nuestros agresores en la casa. Somos también las que dirigimos la mayoría de las familias monoparentales.
Es una infamia además, porque al mismo tiempo que el régimen capitalista hunde a nuestras familias en la miseria, las tareas de cuidado y sobrevivencia especialmente de los niños, los ancianos y los discapacitados que deberían ser asumidas socialmente por el Estado, nos las demanda a nosotras de manera individual. En el Conurbano, el Estado mantiene a más del 70% de nuestros niños y más del 80% de nuestros ancianos bajo la línea de pobreza, y somos NOSOTRAS las que salimos a hacer changas corriendo el riesgo de contagiarnos para mantenerlo vivos, porque el Ministerio desde el cual habla Pérsico no ha restituido el IFE. ¡Habla de la asistencia social como si fuera un privilegio, y no alcanza ni para comprarnos un chicle! Ni todas las tarjetas juntas logran superar la línea de la pobreza y Pérsico lo sabe.
Pero las mujeres de las barriadas no somos las únicas que luchan por sobrevivir. Junto a nosotras también luchan nuestros esposos, que para sorpresa de los cruzados del papa, en lugar de ir a ‘robar celulares’ y ‘vender droga’, changuean junto a nosotras en las ferias y talleres textiles.
El desprecio de Pérsico por las desocupadas con tarjetas esconde un terrible deseo. El deseo de la economía popular de poner a laburar a todas las desocupadas por el valor de un plan.
La economía popular y la iglesia lo oculta pero nos prefiere por sobre los varones. Por eso reclutan mujeres compulsivamente en las iglesias y juntas vecinales. Pero luego de reclutarlas no desaparece su desprecio por ellas, porque las pone a laburar en cuadrillas, cooperativas y ‘postas’ durante mucho más de cuatro horas; sin obra social o ART; y por una paga muy inferior a la que recibiría un trabajador en blanco llevando adelante las mismas tareas pero bajo convenio salarial.
A las compañeras del PdT (T) nos parece que quien ‘destruyen el tejido social’ es el Estado que, a favor de los intereses fondomonetaristas, destruye las condiciones de vida de las familias trabajadoras reventando al sistema sanitario y colapsando nuestros CESACs; achatando los salarios de los ocupados; y negreándonos en cuadrillas y cooperativas en lugar de darnos trabajo genuino.
Pérsico quiere pasar por bruto, y lo es. Pero cuando le atribuye a ‘las enfermedades sociales’ a las Tarjetas, trata de decir dos cosas. Primero, la mentira de que la solución a la delincuencia es poner a laburar a todos por dos mangos. Y segundo, esconde a los verdaderos organizadores de la delincuencia en los barrios. Él los conoce bien.
La Policía Federal y la Gendarmería son las que en las villas de Capital liberan las zonas para que las bandas narcos trafiquen drogas y ajusten cuentas a los tiroteos sobre las calles Iriarte en 21-24 o Perito Moreno en 1-11-14; y para que las redes de trata secuestren mujeres. También son los que captan a la juventud para que roben para ellos.
Las bandas de los uniformados, los narcos y los proxenetas, son primos hermanos de una cuarta banda de delincuentes: los punteros. Habría que recordarle a Pérsico, que los compañeros desocupados que en los últimos meses se han arrancado en masa de los punteros que les roban las tarjetas de los planes, la mercadería, los alimentos frescos de los comedores y los que captan chicas para que se prostituyan con AMMAR, son los de organizaciones que hoy se han integrado al Estado. Entre otras cosas, por eso el Ministerio de Pérsico ha regimentado que el plan social de cada desocupado le debe pertenecer exclusivamente a la organización donde esos planes se dieron de alta. Es una forma de retener y oprimir a los desocupados en las organizaciones oficialistas.
Por supuesto, las vulgaridades de Pérsico carecen de cualquier rigor histórico. Con seguridad Pérsico no lo escuchó ni lo leyó nunca, pero los ‘clanes matriarcales’ no ocurrieron por la supremacía de mujeres con Tarjetas Alimentarias contra los hombres de su hogar. Engels, en “El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, y sin que aún nadie lo haya podido refutar, explica como el ‘clan matriarcal’ cumplió la función histórica de sacar a la humanidad de su estado de animalidad y canibalismo hace más de 6000 años; y que su rol de garantizar los alimentos cotidianos por medio de la recolección, y más tarde descubriendo los primeros cultivos, le otorgó a la mujer un rol clave y apreciado en la organización del clan matriarcal.
No fue sino hasta el surgimiento de la invalidación de la propiedad comunal por la propiedad privada, y el surgimiento de la esclavitud y las clases sociales, que la mujer quedó desplazada de la producción, y oprimida y relegada en la casa. Por eso agrega Engels que “la emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social y confinada al trabajo doméstico, que es un trabajo privado”.
Por eso, el Polo Obrero Tendencia rechaza que nos pongan a laburar ultra precarizadamente en ‘postas de salud’ y ‘postas de género’ que son casi siempre tareas improductivas. Las compañeras del Polo (T) luchamos codo a codo con los varones de nuestra clase por el derecho al trabajo genuino, la vivienda y los comedores; y damos la batalla contra la represión, los narcos, los punteros y otros operadores políticos de la iglesia y el Estado que infunden el terror, promueven la sumisión y el servilismo, y que generan objetivamente condiciones de opresión y explotación en los barrios.
En el fondo, el Gobierno que nos odia y desprecia teme que nosotras, que componemos muy mayoritariamente las organizaciones de desocupadas y desocupados, les armemos una rebelión popular. El socialismo es el único camino para la emancipación de las mujeres trabajadoras. Unir a las mujeres, a la juventud y a las familias obreras de los barrios. Unir las luchas en curso de los ocupados y desocupados.