Tiempo de lectura: 6 minutos
En las elecciones de 2001, dos meses antes del Argentinazo, una sección de “rebeldes sin causa”, encabezados más o menos por Axel Kicillof, lanzaron una campaña a favor de la abstención, con la bizarra propuesta de trasladarse más allá del kilómetro 500 de la residencia del votante, para evitar el sufragio, amparado en la norma que justifica la no comparecencia a las urnas por una cuestión de lejanía. La ‘rebeldía’ de Axel duró un suspiro, pues relativamente enseguida la rebeldía de él y sus amigos sucumbió a las ofertas del kirchnerismo. Los revolucionarios del km. 501 habían logrado su propósito de hacerse notar o de llamar la atención; su ´insurgencia´ no era más que una maniobra de camarillas huérfanas de poder. En la Universidad también usaron el método de ‘espantar al burgués’ (“épater le bourgeois”), al ponerse la etiqueta de “tontos pero no tanto”. Anécdotas del estudiantilismo o academicismo pequeño burgués, que han abundado en la historia argentina.
Asistimos ahora a la aparición de un puñado de otros “rebeldes sin causa”, aunque de edad más avanzada a la veinteañera de Axel en 2001. En lugar del costoso recorrido de quinientos kilómetros, para colmo en pandemia, aparecen en las redes propiciando el voto en blanco. Uno, Fabián Harari, del grupo Razón y Revolución, dice, para justificar la postura, que no entiende las razones del acuerdo entre Política Obrera y el Nuevo Mas en Salta, y menos aún de que no haya prosperado en el resto del país. Lo sorprendente de RyR es que todavía no ha explicado su ingreso en las redes del gobernador de Chaco, ‘Coqui’ Capitanich, a través de Raúl Castells, con el cual RyR había armado un frente piquetero, que incluía al MTR de Martino y al PCT. Como se ve, los ‘Coqui’, o candidatos a ‘Coqui’, no solamente pululan en el aparato del PO (oficial). Luego del acuerdo Capitanich-Castells, el frente piquetero de Harari se disolvió, sin explicar absolutamente nada. Invitada a integrar ese frente, Política Obrera les devolvió el convite con un documento que advertía acerca del oportunismo de esa empresa.
El otro caso es muy diferente, porque se trata de Daniel Gaido, un gran historiador del movimiento obrero y el socialismo internacional, y un colaborador con Richard Day en estudios acerca de la industrialización soviética y la cuestión del “socialismo en un solo país”. El voto en blanco que aboga Gaido es curioso, porque va a contramano de todos esos estudios. Ha señalado, en las redes, una tendencia excesivamente electoral en la Izquierda, en la que incluye a Política Obrera. Pero incluso si tuviera razón en ese juicio, no debería postular una variante del kilómetro 500, porque a las elecciones van, ‘además’, el FdT y JxC, y un voto positivo a la Izquierda sería, a pesar de todo, un voto contra los partidos patronales. Gaido no hubiera admitido semejante conducta por parte de los partidos obreros que han sido objeto de sus estudios, a saber, un voto ‘ideológico’, y no en función del conjunto de la lucha de clases en presencia. Al contrario, ha reivindicado la política de frente único con partidos ultra electoralistas del discípulo de Rosa Luxemburgo, Paul Levi, en la década del 20 en Alemania, y de las consignas democráticas del norteamericano Phillip Morrow, en las disputas dentro del SWP de Estados Unidos, a partir del desembarco de las tropas norteamericanas en el sur de Italia en 1943. La lucha teórica contra el electoralismo debe librase en forma constante y sistemática, no en ocasión de una elección, para justificar el voto en contra de la Izquierda en todas sus variantes.
Como todo el mundo sabe, el señalamiento de la integración política del FIT-U al estado, por medio del electoralismo y el parlamentarismo, solamente la ha hecho el PO (T), no el votoblanquismo km 501. De modo que estamos ante un votoblaquismo ultimatista, de espaldas a la lucha política, pero por sobre todo carente de principios. En lo que respecta a nuestra Tendencia, hemos desarrollado nuestro planteo con relación a las elecciones con mucho tiempo de antelación, y lo hemos concretado en una lucha victoriosa por la legalidad. La camarilla del PO (O), con un descaro sin igual, nos denunció como electoralistas, antes de que lo hicieran la versión 2021 del km 500. Dijimos, sin embargo, algo muy elemental: un partido revolucionario no se puede omitir de una participación electoral en medio de lo que es, seguramente, la mayor crisis histórico-política mundial y nacional. Eso sólo lo haría un anarquista consecuente. El partido revolucionario debe mostrar su política, estrategia, fisonomía y liderazgo cuando se avecinan, en Argentina, crisis políticas mayores y rebeliones populares. Junto a la intervención cotidiana en la lucha de clases (sindicatos, autoconvocatorias, huelgas autoconvocadas, lucha contra la presencialidad), es el método para superar la crisis de dirección. Más allá de los compañeros mencionados, los críticos anti-electorales de la Izquierda, varios de los cuales han participado en innumerables elecciones en el pasado recientes, han descubierto su vocación abstencionista a medida que progresaba la legalización de Política Obrera, y ya con toda la furia cuando obtuvo el reconocimiento. No estamos, por lo tanto, ante un fenómeno de sectarismo, sino simplemente de liquidacionismo.
Los militantes km500 de Facebook se desgarran las vestiduras por la lista de PO-NMas en Salta, como si fuera una traición histórica. En lugar de castigarnos con una contravención nos imputan un delito penal. Ese acuerdo forma parte, sin embargo, de una maniobra política – como lo señalamos desde un comienzo. Un acuerdo práctico para evitar la marginalización electoral, no un acuerdo estratégico, que hubiera sido de todos modos imposible, dadas las escasas horas para inscribir alianzas. Política Obrera y el NMas van con sus respectivos programas – la exigencia de un programa por parte de la Justicia Electoral, fue salvada con la inscripción de algunas reivindicaciones comunes. La maniobra es absolutamente esencial en la lucha política – ésta no existe sin aquella. Para un partido revolucionario es el remate mismo de una estrategia; una estrategia que no contempla maniobras, es como un ejército confinado al cuartel. Para Política Obrera la maniobra es lo que para el FIT-U, por caso, o el NMas, son los principios. Esto explica que haya votado la especulación inmobiliaria en Boedo, el pacto Netanyahu-Trump-Fernández, la emergencia alimentaria Macri-Fernández, o el presupuesto y privatización de tierras públicas de Capitanich. Como insistieron los voceros escolares del PTS, al defender la presencialidad, hay que tener en cuenta “a la opinión pública”. Un militante al que repugnan las maniobras enfrentará obstáculos insuperables para construir un poderoso partido obrero.
El apoyo a unas Paso de toda la izquierda ha sido también una maniobra política legítima. ¿O que otra forma hay de calificarla? Apoyar el anhelo de una lista única de toda la Izquierda, por medio del desarrollo de una deliberación política, es un planteo político claro. Rechazamos la unidad por la unidad, que además no serviría a ningún resultado práctico, por una unidad circunscripta a las elecciones, con las posiciones y programas de cada uno. Es lo que ocurre, por otra parte, inevitablemente, porque cualquier acuerdo entre principios y programas contradictorios, no va a impedir que los voceros de cada fuerza hablen y se expresen en sus propios términos políticos. En vísperas de la inscripción de alianzas, el PTS justificó un cerrojo programático en la Izquierda, en una réplica del monolitismo que reivindica la camarilla del PO (O) oficial. Es una ironía que quienes reivindican el monolitismo son aquellos que carecen de ideas y las cambian todo el tiempo. Es el monolitismo de la adaptación.
Por último, probablemente lo más importante. En las recientes elecciones provinciales, Misiones y Jujuy, ha habido un abstencionismo importante. Algunos analistas de opinión creen ver un avance del ‘escepticismo’ electoral; el electorado del FdT y de JxC ha perdido la confianza en ellos. Los votoblanquistas-km500 van a la cola de esta tendencia. Los medradores de la nada. Nuestra Tendencia, Política Obrera, que lucha por una salida revolucionaria, o sea una acción histórica independiente de las masas, debe fomentar ese escepticismo en los partidos patronales, mediante una lucha para que las masas voten por la Izquierda revolucionaria, porque les trazamos una perspectiva. En todo caso, recordarán, en las luchas próximas, los planteos y señalamientos que habremos expuesto en la campaña electoral. Denunciamos, por supuesto, el escepticismo de izquierda como liquidacionista.
Con el pretexto del nuevo km500, estamos exponiendo cuestiones de política electoral y general para la campaña que se inicia. Nosotros, Política Obrera, no podemos detenernos en los umbrales de las discusiones que sirvieron para desenmascarar la desnaturalización del PO por la camarilla, y el pasaje desvergonzado de esta camarilla al oportunismo morenista de sus socios en el FIT-U. Necesitamos avanzar en los problemas que plantea la lucha histórica en curso, profundizar el derrotero trazado – madurar políticamente en forma acelerada.