Sobre “José Pablo Feinmann y la violación en manada”

Escribe Dina Guinsburg

Tiempo de lectura: 2 minutos

Sr. Director:

Me quiero referir a la nota de Jorge Altamira relativa a la justificación que hizo José Pablo Feinman de las de las violaciones masivas ejecutadas por el Ejército Rojo en Alemania. Y al silencio de radio sobre el tema, también.

En el llamado “fenómeno de las violaciones masivas más grande de la historia”, la mayor parte de los ataques fueron cometidos en la zona bajo control ruso. Los soldados soviéticos vejaron desde niñas a ancianas, quizá más de 2 millones, 100.000 solo en Berlín. Algunas murieron tras las violaciones, repetidas y ejecutadas a veces por varios individuos. Otras se suicidaron. Algunas mujeres mataron a sus hijas y se suicidaron después.

¿Desde qué condición humana se puede justificar a quiénes han infligido semejante dolor? Vladimir Gelfand, un joven soldado ucraniano, llevó a escondidas un diario aunque estaba rigurosamente prohibido por el Kremlin. Ahí dice: "(a las gatas alemanas) debemos destruirlas sin misericordia. Nuestros soldados sugieren apuñalarlas en sus genitales, pero yo solo las ejecutaría".

Sin embargo, en su diario Gelfand va describiendo su creciente horror ante la conducta de sus camaradas. Narra numerosos encuentros con muchachas desnudas, sangrantes, violadas hasta por 20 hombres durante horas. Niñas que le piden que las mate. Lo que Feinman justifica, el chico ucraniano que había luchado contra los nazis en el sitio de Stalingrado, no.

Las niñas fueron víctimas preciadas, peticiones de aborto en distintos distritos de Berlín “tienen reportes manuscritos por nenas “que denuncian violaciones en la sala de sus casas, frente a sus padres” (BBC, mayo de 2015). ¿Dónde están los “liberadores” de Berlín? El imperdible libro de Svetlana Aleksiévich, "La guerra no tiene rostro de mujer”, incluye testimonios de veteranos que cuentan como “pescaban” mujeres alemanas “y diez hombres violábamos a una chica. No había suficientes mujeres; toda la población escapaba del Ejército Rojo. Así pues, cogíamos niñas de doce o trece años. Si lloraba, le poníamos una cosa en la boca. Creíamos que era divertido. Ahora no puedo entender como fuimos capaces de hacerlo”, reflexiona, hundido en la vergüenza, un anciano. El soldado de Svetlana no comparte, como se ve, la comprensión de Feinman, que le diría que no es para tanto.

Las violaciones fueron una política de Estado: cuando el Ejército Rojo inició su marcha hacia Alemania, llamada por la prensa soviética "la guarida de la bestia", se publicaron posters alentando a los soldados a mostrar su rabia: "Soldado: ahora estás en tierra alemana. Llegó la hora de la venganza".

Recién en el invierno del 47-48 las autoridades soviéticas establecieron sanciones y confinaron las tropas a puntos de vigilancia y campamentos, separándolos de la población alemana.

Todavía hoy las fuentes de información de los tribunales militares sobre las violaciones masivas permanecen clasificadas. Y el congreso ruso aprobó una ley en la que cualquiera que denigre la actuación de Rusia durante la Segunda Guerra Mundial enfrentará multas y hasta cinco años de prisión. O sea, sigue siendo una política de Estado.

Respecto de la “violación en manada” comparto la objeción de una persona que comenta la nota. No hay ninguna “manada”. Hay un conjunto de soldados ejecutando una venganza que se juzga política a través del cuerpo de mujeres inermes. Qué diferencia con esos soldados alemanes y rusos que confraternizaban, impulsados por la propaganda bolchevique, en la línea de fuego sobre el fin de la Primera Guerra.

Los hombres no son animales manejados por sus instintos. La idea de que cuando atacan a una mujer actúan guiados por una fuerza irrefrenable, animal, disimula malamente que la violencia sexual parte de otras esferas, la sujeción a los designios del capital, que pretende confinar a las mujeres al lugar de un objeto al servicio de las pulsiones “animales” de la otra mitad de la especie humana con el solo propósito de servirse de ambos.

Muchas gracias.

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