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Sin mencionar las rebeliones populares de los últimos años ni la necesidad de coordinar las luchas en curso contra las políticas de ajuste de Arcioni y la oposición patronal, los balances del Frente de Izquierda discurren en la autoproclamación y el exitismo por resultados que consideran históricos para la izquierda en general. El electoralismo rabioso oculta que en las elecciones de medio término de 2017 la izquierda consiguió cifras similares pese a que la provincia aún no se veía convulsionada por movilizaciones masivas ni la crisis económica y social se hacía sentir como en la actualidad, con cuatro años de arrastre. No explica tampoco por qué los más de 25 mil votos obtenidos se expresan solamente en una treintena de militantes desperdigados en 6 o 7 localidades entre 4 fuerzas políticas con más de una década de existencia en la provincia. El tufillo triunfalista de estos análisis pretende persuadir a quienes los votaron de que la salida a la crisis está principalmente en las urnas.
“En las localidades de Puerto Madryn y Esquel, el Frente de Izquierda Unidad logró superar en el terreno electoral a los candidatos de Arcioni, lo que deja planteado el desafío de volver a derrotarlos hacia las generales, para terminar de asestarle un golpe a la orientación saqueadora, ajustadora y represiva del gobierno provincial y a la campaña fascista de Massoni”, esgrime Gloria Sáez, candidata a primera senadora nacional por el PO oficial en el FITU. Es decir, que, si el Frente de Izquierda logra derrotar en las urnas a la lista del denostado gobernador Arcioni, las políticas de ajuste y los intentos de avanzar con la mega minería se finiquitan en el acto. ¡Electoralismo al palo!
La articulista agrega que “se colocó la campaña al servicio de las luchas en curso, para reforzarlas y ofrecer una alternativa. Cada voto logrado tiene un contenido claro contra este régimen de saqueo y endeudamiento”. Pero en realidad las luchas en curso solo fueron referenciadas tangencialmente en la campaña, en la que primó la agitación a votar a la única lista “100% verde”, es decir anti minera, o sea fuera de una perspectiva socialista. Se trata de un viraje copernicano: una lista ecologista, feminista, indigenista, generacional, que reemplaza la lucha de clases por las identidades auto-percibidas. Por otro lado, ha relegado a un segundo plano la agenda de la catástrofe social y económica que vive la provincia. Lo cierto es que asistimos a un voto volátil al FITU en el que es difícil distinguir el nivel de conciencia que ello expresa al no agitar una campaña obrera y socialista. De hecho, los apoyos de activistas independientes se reducen a compañeros de lucha ambientalistas o de derechos humanos y no a trabajadores, en una provincia que tiene movilizados a los estatales hace 4 años. No registraron apoyos públicos de petroleros ni de obreros de Aluar ni lograron que la lista docente Multicolor de Puerto Madryn convoque a votarlos.
No hay que olvidar que el 40% (más de 180 mil) de los electores no se presentaron a votar, lo hicieron en blanco o impugnaron. Que Juntos por el Cambio ganó con 108 mil votos y que al peronismo -en sus dos variantes, es decir el oficialismo de Chubut Somos Todos y la falsa oposición del Frente de Todos- lo eligieron tan solo 100 mil personas, o sea que casi 350 mil de 448 mil decidieron no apoyarlos. En ese marco, en los balances del Frente de Izquierda se devalúa el hecho de que el descontento fue aprovechado en las urnas por la derecha.
El hermano de Gloria, Martín Sáez, candidato por el PTS, señaló que “el crecimiento de la izquierda tiene que ver con una provincia donde los trabajadores, la juventud y el movimiento ambiental, luego del desvió electoral del 2019, vienen haciendo una experiencia con el gobierno provincial y nacional y la alta votación de casi el 10% expresa la vinculación de la izquierda clasista y socialista con estos movimientos de lucha”. El PTS no tiene forma de probar una incidencia real en esta experiencia, por lo que tuvo que recurrir a otro artículo en el que un ínfimo puñado de los 25 mil votantes les enviaron mensajes de WhatsApp felicitándolos por las elecciones. A eso se reduce la capacidad de aglutinamiento de una fuerza política con más de una década de existencia en la provincia.
Lo concreto es que tanto por derecha (PRO y UCR) como por izquierda (FITU), ninguna corriente puede capitalizar con capacidad de movilización los resultados obtenidos en las elecciones. Lo que pone de manifiesto la crisis del régimen político chubutense; de un lado, un escenario signado por la necesidad de profundizar el ajuste de parte de las clases dominantes, y del otro, la confusión política de los trabajadores y el pueblo que la resiste. En ese impasse el FITU no aporta un norte clarificador, sino que se adapta al movimientismo ambientalista y feminista ganado por el progresismo, es decir, a una intervención policlasista.
Las tareas inmediatas en la provincia pasan por superar una crisis de dirección de la lucha contra el acuerdo con el FMI y las reformas previsionales y laborales, y la resistencia contra los pulpos mineros y sus agentes políticos. La salida a la crisis de dirección pasa por recuperar los sindicatos, promover las autoconvocatorias de las bases y la coordinación de las luchas, es decir, oponer al gobierno un poder de los trabajadores. El escenario de un “chubutazo” contra el ajuste y la megaminería sigue abierto, y necesita ser encarado con el método de la lucha de clases y una agitación obrera y socialista.