El FIT-U democratiza a la Revolución de Octubre

Escribe Julián Asiner

Porqué le responde a Infobae.

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El artículo de Infobae sobre el trotskismo y el FIT-U sigue suscitando reacciones de parte de la prensa de izquierda. El texto de Claudia Peiró, recordemos, admitía la ´inocencia virginal´ del llamado ´trotskismo´ argentino, en referencia al FIT-U, pero advertía sobre el pasado ´sangriento´ de esta corriente, originado durante el período del “terror rojo” en la Unión Soviética. Por lo grosero de su relato, la periodista parece conocer a Trotsky por la serie de Netflix, no por los libros de historia. En esto coincidimos con Andrea Robles (Ideas de Izquierda, 28/11). Lo cierto es que un texto como el de Peiró, plagado de tergiversaciones burdas y manipulaciones anti-comunistas que se repiten desde hace más de cien años, no debería provocar el menor interés. Pero las ha provocado, precisamente en el FIT-U, que vio cuestionadas, en esas extravagancias, su pergamino democrático y parlamentario.

En efecto, el artículo desencadenó un subido escozor en los ´trotskistas´ del Frente de Izquierda Unidad, primero en el Partido Obrero ´oficial´ y ahora en el PTS. Ambas réplicas coinciden en evadir cualquier respuesta a la imputación de corriente ´edulcorada´ que Peiró atribuye al FIT-U. Peiró define en esos términos la mimetización de esta izquierda a los ´movimientos identitarios de moda´ (ambientalistas, feministas, etc.). Ya hemos escrito en estas páginas sobre la forma en la que los partidos del FIT-U han justificado el seguidismo a esos movimientos poli-clasistas, adoptando incluso como propios sus planteos y catalogándolos de ´anti-capitalistas´. Ahora, profundizaremos en el otro aspecto, el que hace a la Revolución de Octubre. La denominamos de esta manera, porque más que ´rusa´ fue una revolución de contenido internacional – algo que ignoran la periodista y esa fracción de la Izquierda. El ´trotskismo´ no es otra cosa que la actualidad histórica de esa Revolución.

Las energías de los refutadores del FIT-U no apuntan, en ningún momento, a defender la vigencia de la Revolución de Octubre, que constituye la esencia del ´trotskismo´ y de la IV Internacional. ¿Acaso la disolución estatal y social de la Unión Soviética ha cancelado la época de guerras y revoluciones que arrancó con la Revolución de Octubre? Esta es la cuestión. El esfuerzo de quienes polemizan con Peiró, probablemente para ocupar un espacio en Infobae, está volcado, por el contrario, a construir una revisión de la Revolución de Octubre en clave democrática – ´edulcorada´, para usar los términos de Peiró. Si la periodista de Infobae pretendió alarmar a los lectores, recordando el pasado ´violento´ de la corriente histórica que reivindican las organizaciones del FIT-U, la respuesta de los ´trotskistas´ ha estado dirigida a demostrar que la Revolución de Octubre fue lo contrario a lo que ella pretende. “Trotsky y los bolcheviques eran tan demócratas como lo somos como nosotros”, contestan al unísono Solano y Robles.

La quiebra del viejo Estado mediante la irrupción violenta (insurrección armada), es ecuacionada, por los contradictores de Peiró, con la democracia, esto porque fue votada por el Congreso de los Soviets. Pero los soviets mismos tenían una condición excluyente de quienes no fueran obreros ni campesinos, y los mismos campesinos no se encontraban representados en la proporción que ocupaban en la población. Una revolución cuyo propósito en abolir por completo la explotación social y consagrar el completo auto-gobierno del pueblo, no deja de ser por eso una intervención violenta de los explotados y una herramienta autoritaria. Así ocurrió con las revoluciones que precedieron a la que tuvo lugar en el imperio zarista – que pasaron a degüello a los monarcas de Inglaterra (1640) y Francia (1791). En el Virreynato del Río de la Plata ocurrió algo parecido, no solamente por el fusilamiento de Liniers, sino por el armamento inmediato de expediciones militares a Paraguay, el Alto Perú y la Banda Oriental. Ahora tenemos a dos trotskistas que sostienen que “los soviets fueron los órganos más democráticos de la historia”, sin señalar su condición obrera excluyente y eludiendo que eran los órganos de la dictadura del proletariado. La condición democrática consistía en que eran electos y responsables ante las bases, o sea revocables, y a que unían la deliberación con la ejecución, eliminando el burocratismo. Eran democráticos en el método y clasistas y revolucionarios en el contenido. Ocultan a los lectores que los soviets disolvieron una Asamblea Constituyente, elegida por sufragio universal; se vieron forzados a ellos porque la mayoría de ella quería disolver los soviets y acabar con la Revolución. Como se ve, esta pseudo polémica con los atropellos a la historia por parte de Peiró, desnuda la deformación democratizante de la historia por parte de sus contrincantes.

La Rusia de 1917 era una nación con más de 100 millones de campesinos, mientras que la clase obrera industrial representaba el 1% de la población. Sin embargo, los obreros, junto a los soldados, contaban con la hegemonía en los soviets, muy por encima de los soviets que representaban a las masas campesinas. En la literatura histórica de los bolcheviques, la “dictadura democrática” era entendida como un gobierno de mayoría campesina o paridad de obreros y campesinos. La dictadura del proletariado era, en cambio, un régimen proletario (minoría) apoyado por el campesinado (mayoría); el lazo de unión lo constituía la expropiación de los terratenientes y la distribución de las tierras a quienes las trabajaban. Del otro lado, la “dictadura proletaria”, que Trotsky defendió desde la revolución de 1905, y a la que adhiere Lenin en sus “Tesis de Abril” de 1917, tiene su fundamento en la dinámica social e histórica de la revolución, en la cual la clase obrera ocupa un rol dirigente y lleva hasta el final el combate contra el zarismo y la burguesía nacional e internacional. Salvo en momentos excepcionales, como la guerra civil y la guerra contra los invasores extranjeros, la dictadura del proletariado no es sinónimo de sistema de partido único. León Trotsky advirtió que el pluripartidismo cumple un rol necesario, en tanto existan el Estado y el mercado, cuya extinción sería el resultado de un período histórico, más o menos largo.

La Revolución de Octubre atravesó un período de “terror”, como ocurrió con las dictaduras del inglés Cronwell y el francés Robespierre, ni que hablar de “guerras campesinas” en el período de la Reforma luterana. Lo mismo vale para la Guerra de Secesión en los Estados Unidos. En todos los casos, el llamado “terror rojo” fue la respuesta al “terror blanco” en Rusia, apoyado por la invasión de catorce ´democracias´ de Europa y Estados Unidos. El autoritarismo, por otra parte, es intrínseco a toda revolución, que debe destruir la resistencia contrarrevolucionaria de la anterior clase dominante. Los polemistas en Infobae esquivan todo este asunto. La toma del poder, en Rusia, se realizó mediante una insurrección relativamente incruenta, que entonces la periodista ´confunde´ con un golpe de estado. Pero enseguida irrumpió el terror blanco; renunciar al terrorismo significaba renunciar a la revolución. Quien hizo lo contrario a lo que hicieron Lenin y Trotsky fue el chileno Salvador Allende y el partido comunista de Chile, lo que el pueblo chileno pago enseguida muy caro; también Perón frente a la “fusiladora” de 1955. La burguesía mundial desató contra la Rusia Soviética una guerra civil que duró tres años (1918-1921), y fue derrotada gracias a que había creado el Ejército Rojo. Los proto discípulos del militar prusiano Von Clausewitz, como insiste en reivindicarse el PTS, le saca el cuerpo al militarismo revolucionario, cuando tiene que enfrentarse a Peiró. Trotsky fue mucho más ´terrorista´ de lo que cree Peiró, porque en 1933 le propuso a Stalin, desde el exilio, invadir a la flamante Alemania hitleriana, todavía desarmada. El ´terrorismo trotskista´ para aplastar al nazismo hubiera impulsado la revolución socialista en Europa. Peiró “confude” el terror rojo, que es revolucionario, con el terror staliniano, que estuvo al servicio de liquidar físicamente a la generación que encabezó la Revolución de Octubre, como ocurrió en los Procesos de Moscú. El embajador norteamericano, en la época, que asistió a ellos, los caracterizó como democráticamente impecables. Vio en esos ´juicios´, no al terror rojo que había combatido, sino al terror contrarrevolucionario.

Los bolcheviques no buscaron jamás maquillar esta circunstancia; todo lo contrario. Llamaron a convertir la masacradora guerra mundial en una guerra civil contra el capital. Entablaron una despiadada lucha política contra los ´socialistas´ de la época (Kautsky), que ponían un signo igual entre el terror blanco y el terror rojo. “El terror es eficaz contra la clase reaccionaria, que no se decide a abandonar el campo de batalla. La intimidación es el medio más poderoso de acción política, tanto en la esfera internacional, como en el interior de cada país. La guerra, como la revolución, se basan en la intimidación”, escribió Trotsky en “Terrorismo y comunismo”, el libro que redactó en 1920 en un vagón del tren blindado desde donde dirigió al Ejército Rojo durante la guerra civil.

Solano trata de oscurecer todo esto cuando denuncia la ingenuidad de los soviets al indultar a algunos generales zaristas, en el afán de demostrar (Solano) que se esforzaban hasta la estupidez por ser contemporizadores con el enemigo; en realidad, la mayoría de ellos sirvió para entrenar al Ejército Rojo. En su afán por congraciarse con la opinión pública de Infobae, Solano presenta a la Revolución de Octubre y a aquellas que estallaron posteriormente en Europa, no como el medio para la perspectiva de instaurar dictaduras proletarias, sino como “el último recurso para evitar la II Guerra Mundial”.

“Tomando en cuenta que la tarea del socialismo es crear una sociedad sin clases basada en la solidaridad y la satisfacción armoniosa de todas las necesidades, en los primeros años de la revolución (sic) se sentaron los cimientos para avanzar en ese sentido apostando a su desarrollo”, así describe Robles a la expropiación del capital y al comunismo de guerra. Es un enfoque estructuralista de ´cimientos´, ´satisfacción armónica´, ´desarrollo´, revestido de un lenguaje populachero; sobra la ´solidaridad´ y falta la palabra comunismo y dictadura proletaria. Robles describe el programa del PTS. El marxismo, por su lado, caracteriza al comunismo de modo diferente al de Robles, o sea como un proceso abierto: el movimiento histórico práctico de la clase obrera en pos de su emancipación social. O sea la lucha de clases y la revolución permanente.

Volvamos a Peiró. La periodista cita al programa del FIT-U: “lejos de aquellos reformistas que sostenían que, para ser exitosos electoralmente, había que rebajar el programa, el FIT plantea abiertamente un programa para expropiar a los expropiadores”. La periodista se vuelve a equivocar. “Expropiar a los expropiadores” fue siempre el programa MÁXIMO de los partidos reformistas, como lo es en el FIT-U. El programa del socialismo argentino, que redactó Juan B. Justo, el más derechista del reformismo, reivindicaba la “socialización de los medios de producción y de cambio”. Es el programa que celebraban el 1 de mayo, mientras proponían leyes de mejoramiento social que no eran votadas y colaboraban para la aprobación de algunas leyes, de corte liberal, de los partidos tradicionales. Recién en1959, el partido socialdemócrata alemán, reunido en Godesberg, se avino a abandonar formalmente el marxismo, aunque los servicios contrarrevolucionarios prestados por el SPD venían de muchas décadas antes.

Las respuestas de Solano y Robles a las diatribas de la periodista de Infobae es democratizar a la Revolución de Octubre – un oxímoron imposible. Por cierto, la pose de demócratas para la opinión pública no garantiza ninguna defensa de la democracia política. El aparato del PO acaba de arreglar con el Rectorado de la UBA la postergación, otra vez, de las elecciones estudiantiles.

El líder del Ejército Rojo escribió lo siguiente, en “Terrorismo y comunismo”: “si hay que subordinar en principio la política socialista al rito parlamentario de mayorías y minorías, no queda margen, en las democracias formales, para la lucha revolucionaria”.

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