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El portal Infobae tomó la iniciativa de indagar acerca de la naturaleza ‘trotskista’ del FIT-U, en un artículo de Claudia Peiró (17/11). ¿Cómo se admite que una corriente que se auto-percibe "revolucionaria”, se interroga la periodista, se presente en sociedad de forma tan “inocente” y “edulcorada”? La respuesta la habría encontrado en las páginas de Política Obrera, pero no fue lo que hizo. Peiró encuentra que “el FIT-U parece “cómodo” (con ser la tercera fuerza).
Gabriel Solano sale al cruce de Peiró (19/11), pero con mala fortuna. A pesar de la extensión de la respuesta, Solano esquiva el problema - eso que Peiró llama un “trotskismo del tercer milenio” que parece “inofensivo”. Para el dirigente de la camarilla que usurpó el Partido Obrero el pasaje a un electoralismo democratizante es una especie de “noúmeno”, lo que para Kant representaba aquello que es incognoscible o imposible de ser abordado.
Como “existe un alto desconocimiento de lo que es el trotskismo en el conjunto de su electorado”, la periodista deduce que “el voto a la izquierda representó antes que nada un vehículo para expresar descontento hacia la coalición oficialista; algo análogo al castigo que, en el otro extremo del arco político, muchos electores propinaron a la oposición a través del voto a Javier Milei”. Solano contra-argumenta que “la bronca es el punto de partida, pero solo eso”, sino “¿por qué el electorado utiliza al FIT-U para expresar su repudio y no a otras fuerzas políticas?”.
Para Solano el FIT-U fue elegido por sus votantes por su fisonomía política – una fuerza que tiene presencia en los lugares de trabajo, de estudio y en los barrios. De acuerdo. Lo que no dice, sino que admite, es que fisonomía no es para nada socialista. Se puede tener presencia en muchos lados, como los tiene el peronismo, la Cámpora y hasta Milei, que superó sus votos en la pobrísima Comuna 8. Milei sí dijo, a todo el mundo, que su ultra liberalismo económico llega hasta el fascismo político.
Peiró redobla. “Actualmente, el trotskismo se presenta como un comunismo bueno, no autoritario, abierto a todos los movimientos de protesta actuales, del feminismo al ambientalismo”, “se presenta como un adalid de la democracia”. En este punto ya dudamos que no haya leído Política Obrera. “El marxismo es la única ideología que permite incorporar las luchas socio ambientales, de la mujer y otras”, cita la periodista a Myriam Bregman, para apoyar la ‘bondad’ comunista del FITU. Bregman se explica: “al querer acabar con toda forma de explotación y opresión, empalmamos naturalmente con todas las causas anticapitalistas”. “Todo en la misma bolsa”, se exalta Peiró.
Solano refuerza a su compañera de fórmula: “cuando el Frente de Izquierda participa en luchas ambientales o de la mujer no hay un intento de esconder o disolver el programa sino un mérito que es resultado de un desarrollo histórico concreto”. Que venga alguien a descifrar lo que esto quiera decir. Pero la periodista ya se había adelantado en su columna a cualquier tergiversación: “los trotskistas se postulan como abanderados de las luchas de los estudiantes, de las mujeres, de los colectivos LGTBI; son movimientos cuyo carácter anticapitalista sólo existe en el relato. Las reivindicaciones de las ‘diversidades’ como se los llama hoy son casi promovidas por el sistema. Eso no los amilana”.
En efecto, el FIT-U pone la etiqueta de “anticapitalista” a todos esos movimientos, en una vergonzosa adaptación política a expresiones poli-clasistas, o sea que están cruzadas por intereses de clase y planteamientos recíprocamente antagónicos. “Son causas populares contra el capitalismo”, replica Solano, “objetivamente”, violando su propia premisa de que “el ser son sus manifestaciones”. Entonces, ironiza Peiró, “la bandera roja también puede ser verde -de ambientalismo o de aborto- o arcoíris, en nombre de la diversidad sexual”. El ‘etiquetado frontal’ que el FIT-U le pone al ambientalismo, “anticapitalista”, sería desafiado por cualquier organismo regulador de alimentos, ni qué decir por el marxismo. Son “frentepopulares”, desde un punto de vista político, o sea que no cuestionan al capitalismo. Es claro que estos movimientos tienen una composición poli-clasista, en Argentina y en todas partes del mundo.
En la medida en que reclaman distintos derechos al Estado, estamos frente a movimientos democráticos, es decir, que se inscriben en los marcos del sistema social vigente. Darles el mote de ‘anti-capitalistas’ es nada más que un atajo de esta izquierda para justificar su política de seguidismo. El socialismo luchó históricamente, por caso, por la organización socialista de las mujeres trabajadoras. El 8 de Marzo fue instalado como el día internacional de la Mujer Trabajadora. El ‘derecho’ de la mujer burguesa a ocupar espacios de poder equitativos con los hombres de su clase, incluso cuando en esa lucha denuncia de la falta de autonomía personal de la mujer, no podría ser catalogado como una ‘causa contra el capitalismo’.
Lo mismo ocurre con los movimientos verdes que postulan un desarrollo (¡capitalista!) ambientalmente sustentable, financiado por impuestos al consumo de los trabajadores de los productos nocivos. Al destacar y subrayar el carácter policlasista, o sea pequeño burgués y burgués de esos movimientos, no dejamos de lado para nada, sino que subrayamos y destacamos el atraso de la clase obrera en la comprensión de la lucha de la mujer y también de la incomprensión la lucha contra la destrucción de la naturaleza, y nos esforzamos por elevarla a una auténtica conciencia de clase. En esto consiste el socialismo y por eso planteamos la organización independiente de la mujer trabajadora, para dar pelea en su propia clase. El FIT-U es una corriente seguidista del feminismo, amibentalismo e indigenismo (García Linera, Evo Morales, Pedro Castillo) burgueses.
“La aureola de inocencia con que aparece esta izquierda facilita un voto testimonial”, insiste la periodista. Arremete: “hoy hablan de democracia directa, autogestión, movimientos sociales y ya no tanto de lucha de clases”. El análisis es certero y da un golpe al corazón de la izquierda ‘trotskista’. Todo el esfuerzo del FIT-U va en el sentido contrario: demostrarle a la opinión pública el realismo de sus ‘propuestas’ parlamentarias, haciendo gala de ‘posibilismo’. Los dislates anti-capitalistas de los Solanos pone de manifiesto la hondura de la crisis del Partido Obrero, que su aparato procuró resolver a lo Stalin, no precisamente a lo Trotsky. Esta crisis deja al desnudo la absoluta conciencia de ese aparato acerca del contenido de clase de su posición anti-socialista en esa crisis.
Son “vírgenes respecto del poder”, concluye superficialmente Peiró, en alusión a que ‘la izquierda no ha gobernado’ en ningún lugar con la política del FIT-U. No se trata, sin embargo, de esto. Se trata de que el FIT-U no aborda la situación histórica presente, con crisis en todo el planeta, y con un derrumbe del régimen político de Argentina, como una cuestión de poder. Está ausente en el discurso del FIT-U un planteo de poder político, en medio de una crisis histórica del régimen de dominación en la Argentina. Solano justificó la Revolución Rusa, ante los desatinos de Peiró en su columna, cuando le correspondía explicar el método de la revolución socialista en Argentina y en América Latina. La mimetización con el feminismo y el ambientalismo es una retirada del trotskismo hacia un enfoque identitario -un abandono del carácter universal de la condición humana- donde la libertad de cada uno sea la condición de la libertad de todos. Del Caño, en el debate de candidatos, apuntó contra el “extractivismo” y el “capitalismo salvaje”, como si otro capitalismo fuera posible.
La provocación de una periodista sirvió para desenmascarar una impostura.