Coronavirus: las razones sociales de una reacción tardía

Escribe Cecilia P.

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Al momento de escribir esta nota, Italia tiene a más de 7.000 personas infectadas, con aproximadamente 463 muertos por Coronavirus, y se encuentra bajo medidas de cuarentena. En España, hay cerca de 4.200 personas contagiadas y 120 muertos. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, declaró que va a decretar el estado de alarma en toda España durante los próximos 15 días (El País, 13 de marzo). Estas medidas tardías llegan mucho después de las advertencias de médicos que retrataban, semanas atrás, el escenario dramático de su lucha contra la pandemia. A pesar de las invocaciones del gobierno de ese país -y de otros de Europa- a la “tranquilidad”, el pánico se instaló igualmente cuando se informó que la supuesta meseta había explotado, llegando el número de contagiados a cifras inusitadas.

Pero esta agudización en el aumento de casos no era imprevisible. Al menos, desde que China difundió, hace meses atrás, que el genoma del coronavirus es de fácil contagio y propagación. Los especialistas de ese país informaron también que es una cepa específica y que, por lo tanto, no sería la última. En este escenario, los trabajadores de la salud, conscientes de la gravedad, advertían sobre el “exceso de confianza” de los gobiernos, dilatando la adopción de medidas preventivas y limitándose a intentar bloquear, sin éxito, la cadena de contagio. Los médicos, mientras tanto, denunciaban angustiados la llamada “masacre de ancianos”, ya que debían optar entre aquellos enfermos que presenten una mayor probabilidad de sobrevida para poder acceder a los cuidados intensivos, dada la escasez de equipos para la asistencia respiratoria.

El balance, en España y en Italia, es muy claro: la cuarentena llegó con demora, se tomaron tarde las medidas para evitar el ingreso proveniente de países en riesgo. En palabras del conocido virólogo italiano Roberto Burioni, traducidas de un tweet del día 10 de marzo: el gobierno “solo minimiza. Esta actitud de las autoridades que ha hecho un daño enorme en las últimas semanas ya no es tolerable. La gente MUERE DE CORONAVIRUS. Esto debemos detenerlo”. “Se podía haber hecho algo más y esto habría retrasado” la epidemia, expresó por otro lado el virólogo Giorgio Palú, médico italiano también, quien no critica al gobierno por las medidas que tomó en la actualidad, sino que señala que éstas llegaron muy tarde. (El mundo, 2 de marzo) Un médico que se identificó bajo el seudónimo de “Carlo” planteó medidas fundamentales en la batalla contra el coronavirus: 1- aumentar el número de plazas de cuidados intensivos, incluso en los hospitales alejados de las zonas más afectadas". 2- posponer todas las operaciones aplazables para ahorrar recursos y reducir el número de personas que acudirán al hospital. Luego de pedirle a la población que asuma cuidados sanitarios en sus viviendas, el médico señala: “es importante que lo hagan, porque estamos cansados, trabajamos muy duro y somos pocos debido a los años de recortes en la sanidad pública" (World Economic Forum, 13 de marzo). Este comentario da pie a los otros protagonistas de esta historia: los gobiernos ajustadores de los países envueltos en la pandemia. En este caso, representados por la ministra de Economía de España, Nadia Calviño, quien justificó la reacción tardía de su gobierno señalando que "no se trata de tomar medidas que no tienen efecto sobre la enfermedad y tienen impacto negativo sobre la economía" (20minutos.es. 10 de marzo). Pocas semanas atrás, era común escuchar que no era innecesaria la interrupción de la circulación turística entre Italia y España, en defensa de la “industria del turismo”. Recomendaciones para cortar esa circulación, formuladas por médicos de la Universidad Complutense de Madrid, fueron desoídas para “no asustar al mercado”. Muy poco tiempo después, se pasó de 300 contagiados un viernes a 1.000 enfermos más el lunes. El “estado de alarma” en España (a igual que Italia) ha llegado tarde.

Argentina

A la luz de todo lo anterior, los papelones “tranquilizadores” del ministro Ginés González García no son un error personal, sino que forman parte de una lógica de clase. Para preservar la obtención de beneficios, el capital y sus Estados postergan hasta último momento, y a regañadientes, la adopción de medidas de emergencia.

El decreto de emergencia oficial dispone la cuarentena para quienes regresan del exterior. Pero ¿quién tomará cuenta de aquellos –por ejemplo, el personal doméstico- que interactuará con esos viajeros en sus domicilios? Por otra parte, han transcurrido largas semanas con miles de turistas que regresaron de sus viajes sin esa prevención. Todas estas personas volvieron a sus hogares en transporte público, compraron en negocios cercanos o fueron a sus trabajos. Por lo tanto, la posibilidad del contagio social local ya está instalada. La alternativa de testear masivamente a estos potenciales portadores –como ha ocurrido en Corea del Sur - no ha sido contemplada.

Las prevenciones que se declaran no se encuentran a la altura de lo que todos esperan. Lo del médico italiano - “no daremos abasto, teniendo en cuenta los recortes que ya se hicieron en salud”- tiene plena cabida en Argentina. Sobre una salud pública en ruinas, debemos exigir que los recursos de la salud privada se coloquen a disposición de la crisis sanitaria. Finalmente, está por definir cómo protegerán a quienes deberán enfrentarse en la primera línea de combate con el virus: esto es los trabajadores de salud. Las condiciones de su cuidado deben ser establecidas e impuestas por ellos mismos, a través de la formación de comités de control en hospitales y sanatorios.

Es necesaria una enérgica movilización de las enfermeras, maestras, trabajadores, universitarios, estudiantes. Somos nosotros los que podemos enfrentar la pandemia tomando en nuestras manos la crisis, por encima de un Estado y gobiernos que han reaccionado tarde –no por ignorancia, sino para proteger al capital.

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