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Mientras la variante Ómicron aún sigue sumando contagiados y muertes, la guerra que se despliega en Ucrania hace de la combinación un problema mortífero para la población.
“Estamos ante una inmensa catástrofe humanitaria”, afirmó Hans Klidge, director regional de la OMS para Europa. Más de dos millones de personas se encuentran huyendo de la guerra tras la invasión. Además advirtió que se necesita de forma urgente material médico de primeros auxilios, medicamentos esenciales, y el refuerzo del sistema sanitario de países vecinos de Ucrania, donde los refugiados llegan en grandes cantidades. “Los sistemas de salud están bajo enorme presión y en las fronteras se registran crisis de refugiados que crecen más rápidamente en Europa en los últimos 75 años”, aseguró.
La propia subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, reconoció que en Ucrania se encuentran operando instalaciones de investigación biológica, durante una audiencia ante el Senado de Estados Unidos. Debido a la guerra hay riesgo de aumentar la propagación de otras enfermedades peligrosas por los continuos ataques y bombardeos que pueden dañar a los laboratorios, la OMS instó a Ucrania a destruir patógenos de “alta amenaza” que pueden desarrollar nuevas enfermedades en la población. Hasta el día domingo, hubo 31 ataques verificados a instalaciones de atención médica.
Por otro lado, la aparición de brotes de polio en Europa, Asia y África, está activando una alarma sanitaria mundial.
La guerra no es solo un asunto económico y social, también tiene ramificaciones profundamente sanitarias. Es lo que ocurrió en 1918 en la Primera Guerra Mundial, donde se combinó la guerra con la gripe. En un año y medio murieron entre 50 y 100 millones de personas. El escenario de guerra ayudó a que el virus se propague más rápidamente. La cantidad de personas muertas por la Gripe Española fue mayor a los muertos por la guerra.
Actualmente, debido a que miles de personas se encuentran saliendo de Ucrania para buscar asilo en países vecinos, los controles epidemiológicos, sus planes de vacunación y sus medidas sanitarias se han volatilizado en cuestión de días. Esto repercute en el aumento de cantidad de contagios como también, en la aparición de nuevas enfermedades.
La tasa de vacunación de Covid-19 en Ucrania es de alrededor del 34%, mientras que la de la vecina Moldavia es de alrededor del 29% según Our World in Data. Por otro lado, el reparto de las vacunas sigue siendo desigual: hay unos 3000 millones de personas que todavía esperan la primer dosis de la vacuna.
Que la situación epidemiológica va a empeorar es algo que los analistas ya dan por hecho, y que esto va a tensionar todos los sistemas sanitarios de Europa del Este, también. En las últimas semanas Ucrania ha vivido la peor ola de contagios desde el inicio de la pandemia. El día 10 de febrero se superaron los 37.000 casos. Se teme un futuro colapso sanitario.
Hace pocos días, Dinamarca anunciaba una nueva subvariante que representa el 24% de los casos. La aparición de nuevas variantes en el curso de un enfrentamiento bélico puede causar un desastre. Los datos de los últimos días dan cuenta de un incremento de contagios en varios países de Europa y Asia por la variante Omicron y su subvariante AB.2, más contagiosa, con un suba global del 7 por ciento.
Sin embargo, Europa se ha caracterizado por su relajación en las medidas sanitarias, en la reducción del aislamiento, y la presencialidad total. Los estudios muestran que las nuevas variantes son más resistentes a la inmunidad de la vacuna, y se espera que el impacto de la guerra y una pandemia mundial, lo resuelva el sistema sanitario que aún no ha sido reforzado con más personal, nuevos hospitales, ni insumos médicos.
En un informe anual de la CEPAL (Comisión Económica para Ámerica Latina y el Caribe) se estima que el total de personas pobres ascendió a 209 millones a finales del 2020, niveles que no se han observado en los últimos 12 y 20 años. Así también un empeoramiento de los índices en la tasas de ocupación laboral.
El director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación explicó que las interrupciones de las cadenas de suministros y de la logística en las producciones ucraniana y rusa de cereales y semillas oleaginosas tendrán importantes repercusiones en la seguridad alimentaria. Especificó que unos cincuenta países de bajos ingresos y con déficits alimentarios del norte de África, Asia y Oriente dependen del suministro de trigo proveniente de Rusia y Ucrania, y que más de la mitad del suministro de fertilizantes en muchos países europeos y de Asia depende de Rusia. El máximo responsable de la FAO indicó que los precios de los alimentos empezaron a subir desde la segunda mitad del 2020 y que alcanzaron su pico máximo en febrero pasado por la elevada demanda, los costos de los insumos y el transporte, y las interrupciones portuarias. Rusia es el mayor exportador de trigo en el mundo, Ucrania el quinto. América Latina no escapa a esto, siendo una de las zonas más afectadas, donde la cantidad de pobreza alcanza los 201 millones. En Argentina particularmente, el 65% de los niños vive debajo de la línea de pobreza.
El panorama catastrófico no es una metáfora. Es el producto de un sistema social capitalista donde las guerras alimentan al capital, llevándose la vida de los trabajadores. La manera de parar la maquinaria capitalista solo puede venir de la deliberación de la clase obrera, que ponga su vida, salud, y sus condiciones materiales de vida por encima del negocio de las grandes potencias. La guerra es contra la clase trabajadora.