Escribe Patricia Urones
Sobre la “prueba piloto” en Reino Unido.
Tiempo de lectura: 2 minutos
Durante la semana pasada la jornada laboral ha sido motivo de debate en la prensa nacional e internacional. Entre las bravuconadas del candidato derechista a las elecciones de Colombia, Rodolfo Hernández Suárez, y el comienzo de los ensayos de semanas laborales “más cortas” en Inglaterra, los medios volvieron sobre el problema de la “productividad” del trabajo.
El lunes comenzaron en Reino Unido pruebas piloto, en alrededor de 70 empresas, de semanas laborales “más cortas”. El programa esta motorizado por las universidades de Cambridge y Oxford junto a la ONG “4 Day Week Global”. Aunque el programa se titula “cuatro días por semana”, el vocero principal de esta ONG, Andrew Barnes, plantea que el objetivo es trabajar menos horas los cinco días de la semana o reducir la semana de 5 días a 4. Países como Bélgica, aunque han reducido a cuatro días la semana laboral, han mantenido la carga horaria semanal en 40 hs. incumpliendo la “reducción horaria” (cincodias.elpais.com, 07/06).
La prueba piloto se basa en el modelo 100-80-100 “…100% de sueldo, con el 80% del tiempo de trabajo y manteniendo el 100% de efectividad” (elmundo.es, 06/07). Esto quiere decir que aunque los tiempos de la jornada de trabajo se reduzcan, la intensidad del mismo se perfeccionará. El mencionado Barnes explica de manera muy clara este aspecto de la iniciativa: las patronales “crearán” las condiciones para una mayor concentración en el trabajo garantizando “espacios laborales más silenciosos”. Por esto debemos entender que se fiscalizará que los trabajadores no tengan tiempos muertos psicológicos.
La iniciativa ya fue probada entre repartimientos de la administración pública de Islandia y en empresas de Canadá y Estados Unidos, entre otros. El objetivo es transformar un mayor tiempo libre para el trabajador en un elemento de la productividad del trabajo. La reducción del tiempo de trabajo no redunda en menos “estrés”. Por otro lado, en países como España y en empresas como Telefónica, la “adhesión” a estas iniciativas va acompañada de una reducción salarial. Como la reducción de la jornada tiene lugar con salarios bajos o sufren la depreciación por inflación, como sucede en Europa, el trabajador necesitará buscar un segundo trabajo. La panacea de la utilización “libre” del tiempo ocioso sigue siendo una quimera. El pasaje de una etapa deflacionaria a otra inflacionaria, facilita la reducción de los salarios en la práctica. Estamos ante ensayos para encarar el Covid de larga duración amenguando la necesidad de licenciar al personal en caso de contagios. El temor a infecciones en el ámbito laboral ha reducido la oferta de trabajo en Estados Unidos.
La reducción de la jornada de trabajo a fines del siglo XIX y principios del XX fue una conquista de la clase obrera organizada. Las patronales debieron invertir en el desarrollo de tecnología (maquinarias y procesos de trabajo). Las cadenas de montaje y la maquinización de los movimientos fue la respuesta de las patronales a la reducción de la jornada de trabajo.
Bajo las condiciones del capitalismo, la reducción de la jornada laboral apunta, merced a la tecnología de producción y circulación, y por sobre todo, la de vigilancia, a compensar con una mayor intensidad la disminución de la extensión de la jornada. Es también una versión modificada del modelo del régimen laboral anualizado, que reparte el tiempo de trabajo de acuerdo a las oscilaciones de la demanda de inversión y consumo. En este caso, la empresa opera "normalmente" con personal fijo y aplica el contrato temporal, incluso diario, cuando, por esos motivos de mercado, necesita mayor número de trabajadores. Por cualquier lado que se lo mire, “el trabajo muerto” (o sea, el capital hundido en la producción) sigue dominando al “trabajo vivo” de los seres humanos, y el tiempo muerto (en las empresas) al trabajo libre desligado de la explotación.