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Los gobiernos y los voceros de la OTAN no se han mordido los labios para anunciar con gran fanfarria los objetivos de la reunión en Madrid que tiene lugar en estos momentos. En el evento participan los países del Asia-Pacífico – Japón, Nueva Zelanda, y Australia. Los anuncios oficiales en la previa fueron claros: elevar la presencia militar en los estados fronterizos con Rusia de 40 mil a 300 mil efectivos; organizar una fuerza de intervención rápida en la región; llevar el aporte económico de los países miembros de la OTAN a “un piso” del 2% de sus presupuestos nacionales. “Reforzar la presencia militar en las repúblicas del Báltico y abrir en Polonia un cuartel general permanente para su V° Ejército (de Estados Unidos)”. El objetivo es crear un “ejército de tierra masivo en Europa”, para que el arsenal misilístico sea acompañado de una fuerza de ocupación del terreno. No será una armada al uso antiguo, porque todas las potencias nucleares han desarrollado armas atómicas ‘tácticas’, precisamente para enfrentar en tierra a ejércitos rivales. El documento de esta ‘cumbre’ caracteriza que se desarrolla a nivel global una “Competencia estratégica…, por lo cual mejoraremos... el alcance (militar) para disuadir, impugnar y pegar, en todos los dominios y direcciones, en línea con nuestro enfoque de 360°”. La Alianza del Atlántico Norte se despliega, entonces, en todo el globo. El comandante en jefe de las fuerzas armadas de Gran Bretaña, general Sanders, llamó a preparar “una guerra total” contra Rusia. Otro vocero declaró que “si bien la OTAN es una fuerza defensiva…”, es necesario que esté preparada para iniciar una guerra. La reunión de Madrid es el escenario para justificar la guerra por medio del apoyo a la acción de otros (el gobierno de Ucrania), para evitar la confrontación directa con Rusia. Ahora, al revés, califica a Rusia de enemiga “directa” y “un peligro inmediato”.
Esta misma reunión oficializa lo que es harto conocido – la preparación para la guerra contra China. China, asegura el texto, “trata de controlar sectores industriales y tecnológicos clave, infraestructuras críticas, materiales estratégicos y cadenas de suministros… para crear dependencias estratégicas”. De acuerdo a esto, China debería replegarse a la condición de un país limitado a industrias secundarias. El planteo desnuda el carácter imperialista de la guerra en desarrollo, que es la dominación de China por parte del capital financiero internacional piloteado por Estados Unidos. Biden anunció un plan de inversiones de 600 billones de dólares para disputar el mercado internacional a China. Esto mismo lo había advertido en la reciente Cumbre de las Américas, en Los Ángeles – una demostración de que el Imperialismo 360 abarca a Eurasia, de un lado, pero también a América Latina, que ha sido incluida en el campo de la guerra mundial sin que nadie lo hubiera pedido. Es un escenario infinitamente más grave que el que dominó desde mediados de los años 60 del siglo pasado, bajo el imperio de la lucha contra el comunismo y la Revolución Cubana. Los caprichos (dialécticos) de la historia llevan a la OTAN a un enfrentamiento con los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica – al cual podría ingresar Argentina), un bloque creado a instancias del banco de inversión Goldman Sachs cuando China todavía era el imán internacional más poderoso para las inversiones extranjeras. China ha pasado a ser para el Pentágono y los estados mayores de Europa, el ‘adversario’ “estratégico” por excelencia. El imperialismo es una máquina de devorar pueblos, naciones y la humanidad entera.
En la guerra contra China es donde entran los invitados del Asia-Pacífico a la reunión de Madrid. Se trata de una coalición liderada por la flota norteamericana del Pacífico para controlar los mares y espacios náuticos que circundan a China. Es un paso fundamental en la re-militarización de Japón, una formidable potencia imperialista, que ha visto limitada su capacidad por los acuerdos posteriores al fin de la última guerra. En medio de una inflación galopante, crisis financieras y derrumbe de los salarios, la salud y la educación, el capitalismo mundial re-direcciona recursos para fomentar la destrucción y la muerte. Aunque el gobierno del partido socialista y de Podemos no haya obtenido el acuerdo para incorporar sus posesiones de Melilla y Ceuta, en el norte de África, tampoco se ha quedado con la manos vacías, porque la OTAN ha expresado la intención de extender su dominio al norte de África – desde Egipto hasta Marruecos, pasando por Libia, Túnez y Argelia. Bajo el manto de la OTAN, España sigue al mando de esas ciudades, cuando la monarquía marroquí ha obtenido el reconocimiento de su soberanía en la región sub-sahariana. De nuevo, Imperialismo 360. No hace falta decir que Malvinas ha quedado ratificada en su condición de colonia, además de una base militar de la OTAN. Precisamente la OTAN quiere expulsar a los pesqueros chinos de la plataforma marítima del Atlántico sur. El diario The Wall Street Journal acaba de revelar una reunión de hace dos meses entre Israel, Estados Unidos, Qatar, Arabia Saudita, para activar los planes de guerra contra Irán y Siria. Los servicios secretos del sionismo se encuentran embarcados en un plan de asesinatos de funcionarios iraníes dentro de Irán.
La OTAN se ha extendido al Báltico con la incorporación de Suecia y Finlandia. Finlandia es una potencia militar a título propio, que ha conseguido bajo el manto de su pretendida “neutralidad”. Toda Europa se alista para la guerra. El inglés Boris Johnson dio su apoyo a una reciente propuesta de su colega francés, Macron, para crear una comunidad de estados, más allá de la Unión Europea e incluso de Europa, a la cual bautizó como un nuevo Imperio Romano, o sea, extendido al medio Oriente y al norte de África. Se trata de un refrito del “lebensraum” de Hitler empaquetado en una coalición de ‘democracias’. Mientras tanto, el gobierno de Lituania bloquea el transporte de mercancías de Rusia a su enclave de Kalinigrad, que, encima, se disputan de nuevo, ahora Polonia y Alemania. Noruega, por su lado, también bloquea el acceso de Rusia a sus instalaciones mineras en el Ártico. The New York Times acaba de documentar que la CIA y brigadas del Pentágono operan en territorio ucraniano, de modo que el enfrentamiento ‘directo’ entre la OTAN y Rusia está avanzando bastante. Con este escenario, la prensa y las cancillerías del mundo siguen sosteniendo que la guerra fue encendida por la invasión de Rusia, y no que ésta fue interesadamente provocada por las potencias de la OTAN, para desencadenar la guerra. Rusia no ha ido a la guerra en nombre de la lucha contra el imperialismo o de la emancipación del pueblo ucraniano de la miseria que le ha impuesto la restauración capitalista y los planes del FMI. Ha ido a la guerra en defensa de sus propios intereses restauracionistas, con la intención de participar del condominio de la dominación del Asia Central con el imperialismo. No tiene la capacidad ni los recursos para hacerlo por cuenta propia. Objetivamente, el régimen de Putin se encuentra en un callejón sin salida, lo cual no podía ser de otro modo. Las masas de Ucrania y de Rusia no deben pagar, de ningún modo, la política criminal de sus gobiernos y de la OTAN. Tampoco el resto de los pueblos del mundo. Es una guerra social y política contra las masas y contra la humanidad. El fin de la guerra sólo puede ser obtenido por el levantamiento revolucionario de los trabajadores.
Mientras tanto, la guerra se encamina hacia una conflagración mayor en el terreno y a nivel internacional. El ejército de Rusia se apresta a controlar la totalidad del sureste de Ucrania y sus puertos, a costa de grandes pérdidas de ambos bandos. Una guerra de larga duración solamente puede desangrar a Rusia, que ya atraviesa un retroceso económico enorme. En el terreno, la OTAN cuenta con toda la capacidad para fomentar desde las bambalinas una guerra de desgaste, incluso de guerrillas en los territorios que han sido ocupados, aunque esto lleve a extender la guerra a Europa oriental. Ucrania cuenta con una línea de suministros viable; con Rusia ocurre lo contrario, pues a medida que avanzan, sus tropas se alejan de sus bases logísticas, mientras no cuentan con el apoyo popular para crearlas en el terreno. Un observador de las reuniones del G-7, recientemente, en Múnich, y de la OTAN en Madrid, califica a los anuncios de mayores paquetes de guerra como apenas “un pinchazo en el Oso”, porque Rusia cuenta con misiles hipersónicos, capaces de disuadir cualquier amenaza. Bien entendido, esto significa el peligro de la guerra nuclear. De otro lado, la desorganización económica internacional avanza a pasos agigantados, no solamente por la inflación, sino por la escasez y la quiebra de las naciones endeudadas. En medio de enormes carencias, todas las Tesorerías y bancos centrales abogan por políticas de rigurosa austeridad. Crecen las huelgas en Europa y Estados Unidos, y las rebeliones populares en parte de Asia y en América Latina.
El ajuste internacional, en medio de una guerra que crece, revela el temor al dislocamiento financiero de los estados en conflicto. Es el caso de la zona euro, donde el BCE ha salido a comprar títulos de España, Portugal, Italia y Grecia, para evitar un default en un bloque con moneda única – lo que demuestra que el peligro de la cesación de pagos no aqueja solamente a las economías “bimonetarias”. La guerra mundial es empeñada por estados imperialistas políticamente débiles, en medio de intensas fracturas de gobernabilidad y de rebeliones populares.
La política de los luchadores obreros y de los luchadores socialistas debe ajustarse a las perspectivas catastróficas de la crisis y la guerra internacional.