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Tras varios días de tensión en el Reino Unido, Boris Johnson renunció a su cargo, dejando de lado la amenaza de disolver al Parlamento para convocar nuevas elecciones. Sin embargo, seguirá siendo líder interino tanto del partido conservador como del gobierno hasta que se haya designado un reemplazo. Los laboristas y otros conservadores han puesto el grito en el cielo. En los medios ingleses se afirma que la crisis debería ser arbitrada por la reina Isabel, quién podría designar un ministro “caretaker”, un cuidador, hasta que fuera designado oficialmente un reemplazante por el Parlamento. Las opciones que se manejan son el actual vice primer ministro Dominique Raab o la propia May.
Entre los candidatos para una sucesión formal se han anotado un amplio abanico de funcionarios y ex funcionarios del gobierno conservador. Todos ellos son partidarios de un programa “gradualista” contra el “paquetazo” propuesto por Johnson para el aumento de tarifas y alimentos.
La “lotería de nombres” como ha sido señalado en varios diarios da muestras claras de una fractura al interior del partido conservador que no tardará en convertirse en una fractura del propio régimen político. Johnson ingresó al gobierno gracias a un voto de veto en el Parlamento, ahora la acción fue más brusca: una renuncia intempestiva (e indeclinable) de ministros, mientras el gobierno se derrumbaba por su propio peso. Las próximas fracciones que asuman el gobierno no serán más que meras camarillas, sin ninguna base de apoyo sustentable en el tiempo.
El punto nodal de esta crisis es el fracaso completo del hombre que encarnó el Brexit y la liberación total de la economía británica. La caída de este es la caída de la empresa apoyada por toda la gran burguesía de la isla. Lo que comenzó siendo una fiesta de los capitales y la bolsa londinense acaba por demostrarse como una salida impotente, sino regresiva para la economía inglesa, en particular, sus trabajadores.
La inflación ha tocado niveles récord no vistos desde hace 40 años. En una reciente encuesta difundida se afirma que el 49% de los británicos dejó de comprar alimentos por la suba del costo de vida. Otro 41% afirmó que debió destinar dinero que antes era utilizado en otras actividades para cubrir la compra de alimentos. En general, el 91% afirmó ver una elevación del costo de vida abrupta durante junio. (Destape, 08/07)
Las huelgas se han generalizado en los trabajadores, desde los ferroviarios, pasando por transportistas hasta las asociaciones de abogados. Las protestas por reclamos de salarios se han visto disparadas. Una continuidad de las elecciones de medio término, donde la cuestión del costo de vida y los salarios había otorgado una victoria a los republicanos en Irlanda del Norte.
El debate fundamental es cómo administrar el tarifazo que para agosto debiera oscilar en el 40% de las tarifas de gas y luz. Esto llevaría los cálculos inflacionarios interanuales por encima de los dos dígitos y proyectaría la inflación anual más alta del último medio siglo.
Este salto fenomenal ha sido impulsado por el quiebre de la cadena de pagos, producción y abastecimiento provocado por la guerra comercial y las sanciones devenidas de la guerra imperialista. La suba de la tasa de interés en los Estados Unidos busca generar una tendencia absorbente de capitales radicados en el exterior. De conjunto, se vislumbra el nivel intolerable que ha alcanzado la especulación financiera, es decir, el desfase entre su valor real y el de mercado. En el año 2016, advertimos sobre el carácter disolvente que tendría el brexit sobre la zona euro y como un incentivo a la guerra comercial misma.
Al momento de la asunción de Johnson, su programa de gobierno estaba centrado en una iniciativa para llevar el Brexit hasta sus últimas consecuencias. Ahora, ese programa se ha llevado puesto al propio Johnson en momentos que la deuda pública y privada alcanza niveles históricos nunca antes vistos. Una devaluación de la moneda sería un impulso a sucesivas devaluaciones del Euro y, a su turno, del propio dólar. Lo que se traduciría en una cadena de quiebres y defaults internacionales comenzando por Turquía y la Argentina.
La guerra de la OTAN contra Rusia que tenía como objetivo principal un cambio de régimen en Rusia se ha demostrado como un socavamiento de los ya debilitados gobiernos de occidente. Boris Johnson se ha convertido en la primera víctima de una larga lista de gobernantes que atraviesan dificultades crecientes y explosivas en sus países. La guerra mundial (contrarrevolucionaria) se ha convertido en el caldo de cultivo de situaciones revolucionarias. Sobre esta presente crisis debe centrarse la atención y la acción revolucionaria de los trabajadores y la clase obrera mundial.