De cómo terminé “detenida” en un hotel de Buenos Aires

Escribe Guada Correa

Tiempo de lectura: 4 minutos

En los medios de comunicación circula un discurso apuntando a la “solidaridad”, el “compañerismo”, el “cuidado” y la “importancia” de la salud que intencionalmente se combina con mensajes de odio contra los que hemos “osado” de encontrarnos en el exterior al momento de desatarse la epidemia que acecha al planeta entero. Aproximadamente dos mil personas estamos confinadas en pequeñas habitaciones de hoteles de CABA, este es mi séptimo día y lejos de mejorarse, la situación no deja de empeorar.

Escoltados por la policía y sin firmar ningún tipo de consentimiento fuimos traídos en micros completamente amontonados. El traslado se realizó sin ningún protocolo que contemple la norma de un metro de distancia entre cada uno. Solo este dato retrata por completo el delirio de la situación que nos toca. Algunos de nosotros perdimos parte de las pertenencias en el aeropuerto en el medio del caos del operativo.

Este (anti) “protocolo” solo lo lleva a cabo el Gobierno de la Ciudad, por lo que los residentes del Gran Buenos Aires o los que viven en otras provincias tuvieron se libraron de este sometimiento. La arbitrariedad de Larreta es completa.

Aunque no hay ningún decreto específico que indique dicho procedimiento con aquellos argentinos que ingresan al país, el gobierno hace uso del decreto de la cuarentena obligatoria y aprovecha el miedo social para justificar cualquier tipo de medida.

Las condiciones en las que nos encontramos son alarmantes. Desde que llegamos solo nos tomaron la fiebre el primer día y nunca más recibimos ningún tipo de asistencia de salud física ni mental. Dentro de nuestros contingentes hay gente mayor, con enfermedades de base, niños pequeños. En el hotel Deco falleció un hombre de 70 años y todo indica que el test de coronavirus dio positivo. Todos los viajeros que estuvieron con él en ese hotel fueron expuestos al virus sin ninguna necesidad. Estamos en peligro.

A la situación de encierro forzoso en un lugar que no es propio se le suman las malas condiciones de higiene y salubridad. Los trabajadores del gobierno de la ciudad que se encargan de traernos la comida no cuentan con los elementos necesarios para evitar la transmisión del virus, la comida que nos brindan no cumple con los criterios mínimos nutricionales y muchas veces está cruda o con hongos así como no se respetan los menú de celíacos, hipertensos, diabéticos o alérgicos. En la mayoría de los hoteles dejan la comida en el piso sucio, delante de la puerta.

No hay tampoco respuesta ante las muchas personas que sufren ataques de pánico, pueden pasar horas en una crisis sin que envíen a un profesional a asistirlo. Una supuesta psicóloga nos ha recomendado tomar clonazepam a mansalva –vaya elemento de adoctrinamiento-.

Constantemente, además, somos amenazados con la policía si cuestionamos la realidad que estamos atravesando. Hay una guardia permanente.

Generan focos de contagio

Siguen llegando contingentes de repatriados y mientras tanto vivimos los días con miedo. No nos han traído alcohol común, mucho menos en gel, hasta ayer tampoco barbijos y nos someten a abrir la puerta y recibir alimentos 4 veces al día sin saber los criterios que se han tomado para la manipulación y transmisión de los mismos.

Estamos altamente más expuestos así que cumpliendo la cuarentena en nuestros hogares. Queremos poder decidir sobre el cuidado de nuestra salud.

La información es un derecho

La situación es desesperante. No nos brindan ningún tipo de información de cuántos días debemos estar encerrados en los hoteles, ni de las medidas de salud que toma el personal del gobierno, ni si hubo algún caso de coronavirus en nuestros vuelos, así como tampoco fue estudiado el medio específico de cada persona o grupo familiar para establecer cuál es el espacio más apto para cumplir la cuarentena.

Mientras tanto nos hemos organizado entre los hoteles, hemos redactado un comunicado denunciando nuestras condiciones, intentamos comunicarlo a los medios y acordamos hacer ruidazos a las 19hs en todos los hoteles.

Denunciamos estos atropellos del Gobierno de la Ciudad, en particular al jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta. El es responsable de todo lo que está sucediendo y lo que pueda suceder. Lejos de ser una medida de salud, esta es una medida de amedrentamiento a la población. Por eso, quien se hizo presente, tras la intimación de la Defensoría de la Ciudad a cargo de Patricio Canepa, fue Juan Pablo Arenaza, subsecretario de seguridad de la Ciudad de Buenos Aires que no hizo más que patotear y amenazar a los que se encuentran en el Hotel Ibis.

Más allá del probable negociado que hay detrás del acuerdo con los Hoteles, esta medida parece funcionar como “el circo” que brinda el Estado a una sociedad en crisis y con miedo que necesita encontrar un culpable ante la desesperación en un contexto donde crece la militarización y donde parece valer todo para “salvarnos” ante el virus. El “remedio”, como se ve acá, es peor que la enfermedad.

El Gobierno de la Ciudad debe tomar marcha atrás con esta medida arbitraria y peligrosísima. Estamos expuestos y a la deriva. Nadie responde ni se hace cargo de la situación diaria.

Queremos cumplir la cuarentena rigurosamente en nuestros hogares y en forma digna. Denunciamos la exposición, el maltrato, las malas condiciones sanitarias y la falta de información. Queremos que se ocupen de los adultos mayores, los enfermos y los niños.

Esto es una bomba a punto de explotar.

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