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Finalmente este último viernes el SUTE (Sindicato Único de Trabajadores de la Educación) formalizó la aceptación de la “propuesta” (decreto) salarial del gobierno.
La dirección burocrática kirchnerista del sindicato, encabezado por Carina Sedano y Gustavo Correa, utilizó diversas artimañas con el fin de llegar a un acuerdo pacífico con el gobierno provincial y dar fin a una intensa y ejemplar lucha de más de dos meses que dieron los docentes mendocinos en defensa del salario.
En el medio se sucedieron dos masivas movilizaciones a Casa de Gobierno, con miles de docentes autoconvocados desde las bases. Dos paros de 48 y 72 horas, en un intervalo de un par de semanas, con un altísimo nivel de acatamiento a pesar del nefasto ítem aula, y además con el acompañamiento y solidaridad de toda la comunidad. También acciones como asambleas en las escuelas, plenarios y agitaciones en plazas departamentales para dar a conocer su reclamo.
Es que los salarios docentes venían en franco declive, perdiendo contra la inflación, y esto se acentuó aún más desde la venida de la pandemia. Durante el año 2020 no hubo paritarias, por ende, no tuvieron ni un solo peso de aumento salarial, en medio de una inflación del 37% de ese año y con el agravante, además, de que debieron costear de sus bolsillos todos los costos referidos a la conectividad virtual, ya que esto no fue provisto por el Estado. Durante el 2021, siguieron perdiendo: con una inflación del 51% y con paritarias a la baja que no superaron el 41% de aumento, incluídos bonos en negro y sin siquiera llegar a considerar la pérdida adquisitiva salarial del año anterior.
De ahí que se hubieran cifrado tantas expectativas en esta reapertura de paritarias, y la vocación de lucha por recuperar lo perdido. Lejos de eso, el Gobierno ofreció incrementos en cuotas a partir de agosto, no acumulativos y tomando como referencia para cada cuota al mes de diciembre 2021, que ni siquiera llegaban a cubrir la inflación del año en curso. Tampoco se tomó en cuenta el pedido docente del no descuento de los días de paro, ni la derogación del ítem aula. Luego de que el aumento salarial fuera resuelto por decreto por parte del Gobierno, la respuesta del sindicato fue un paro de 48 horas y movilización, aun cuando desde las bases se clamaba por un paro por tiempo indeterminado hasta recuperar todo lo perdido. Luego del paro y de la histórica movilización que convocó a más de 35.000 personas, la secretaria general, ante los medios, anticipó que “tendremos asambleas departamentales para determinar cuáles serán las acciones a seguir, pero trataremos de que no sean las más radicalizadas".
Días después, el gobierno volvía a llamar al gremio a paritaria. El sindicato iba con un mandato específico: rechazar de plano la propuesta y no bajarla a las bases si no se aceptaba el NO descuento a los días de paro y que los incrementos porcentuales, al menos, superaran los índices inflacionarios. Caso contrario, se votaba por un paro de 96 horas. Pero la dirección hizo caso omiso de esto, dejó el llamado a huelga en stand by, y se tomó unos días para bajar a las bases “la propuesta” del Gobierno, que en lo sustancial no superaba a lo ya decretado: un 12% de aumento para el mes de agosto, 7% para septiembre, 8% para octubre y 7% para noviembre, con mayores aumentos al estado docente, pero no a la asignación de clase como se solicitaba; como corolario los 5 días de paro no se incluían en la negociación y se descontarían.
En los plenarios departamentales, las maniobras para que ganara la aceptación estuvieron a la orden del día: desde que se tuviera en cuenta la mayoría simple como regla para dirimir y no los dos tercios necesarios, hasta impugnaciones de delegados que se sabía que iban con mandato de rechazo, o burdamente agregar mandatos a último momento, que iban con la aceptación. Se consumaba así otra de las grandes traiciones de la burocracia sindical sobre la clase trabajadora. Decenas de delegados mostraban su bronca y fastidio y lo comentaban a la salida de cada uno de los plenarios, con la suerte ya echada.
Los compañeros han hecho una importante experiencia con esta lucha, y con los límites insuperables de su dirección sindical. El desquicio económico y la escalada inflacionaria volverán a plantear, más temprano que tarde, la necesidad de una lucha a fondo.