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Mientras se definían las finales del Mundial de Qatar, millones de personas pedían clemencia para Amir Nazr-Azadani, el futbolista iraní condenado a muerte por defender los derechos y la libertad de las mujeres. El gobierno de los ayatollah reconoció que es su prisionero. El número de condenados habría aumentado a 18. Política Obrera ha lanzado una convocatoria a una concentración con micrófono abierto en las puertas de la embajada de Irán contra la pena de muerte y por la libertad de todos los presos políticos, que serían más de 20.000. Seguimos con la campaña en las redes.
El gobierno iraní parece decidido a continuar con las ejecuciones y reforzar la represión. El sábado 17 detuvo a la archipopular actriz Taraneh Alidoosti, protagonista de la película ganadora del Oscar “El viajante”, que se sacó una foto sin velo con un cartel que pide la libertad de los condenados a muerte. En Instagram, Taraneh había escrito: “Cualquier organización internacional que mire este baño de sangre sin reaccionar representa una vergüenza para la humanidad”.
Durante el Mundial, los hinchas que levantaron en las tribunas camisetas y banderas con la cara de Mahsa Amini, la joven asesinada por la Policía de la Moral, o contra el gobierno de Teherán, fueron expulsados tanto por la seguridad qatarí como por fuerzas de choque iranies que les robaron las banderas y los echaron del estadio. Qatar estuvo infestada de agentes del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán (CGRI) y la FIFA permitió que asistieran a todos los partidos. Según la CNN, fueron los que advirtieron a la selección iraní que si volvían a manifestarse contra el gobierno sus familiares serían detenidos y torturados.
La conmoción por los crímenes del régimen teocrático es enorme. En la cuenta oficial de Instagram de Maradona, sus hijas e hijos ayer postearon una foto de Amin y de otro condenado, el actor Hossein Mohammadi. “No a la pena de muerte en Irán a Amir Nasr-Azadani”, decía y añadían una pregunta punzante: “¿Qué harías vos, papá, si estuvieses jugando?”.
En Irán, nada frena las movilizaciones y la rebelión. “Los símbolos del gobierno se pintarrajean e incendian de forma habitual, incluida la casa del padre de la revolución, el ayatolah Ruhollah Jomeini. Obreros, comerciantes de bazares y trabajadores petroleros han iniciado huelgas intermitentes que recuerdan las tácticas que contribuyeron a derrocar la monarquía iraní en 1979”, apunta el New York Times.
Teherán y muchas otras ciudades iraníes están empapeladas con los rostros de dos jovencitas de 16 años asesinadas por las fuerzas de seguridad a bastonazos. Las dos adolescentes, Nika Shakarami y Sarina Esmailzadeh, se habían unido a las protestas como ocurre con la mayoría de las estudiantes secundarias, que han quemado los velos. “En vida, Nika y Sarina eran adolescentes felices que cantaban y bailaban, se reían con amigos, deambulaban por los centros comerciales y posaban para selfies, según los videos que compartieron” (The Guardian, 14/12). El gobierno afirma que se suicidaron. Los miembros de la familia han repetido esa versión en la televisión estatal, pero por abajo denuncian que fueron obligados so pena de encarcelarlos.
Otra herramienta con la que el gobierno trata de sofocar la rebelión de las escolares es con violaciones masivas. Muchas llegan destrozadas a los hospitales y otras aparecen directamente muertas.
Todos a la Embajada de Irán y a todas las plazas políticas del país.