Escribe Jorge Altamira
Francia, entre la crisis política y la rebelión popular.
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Luego de haber obtenido la aprobación de la reforma previsional en el Senado, en una primera lectura, Emmanuel Macron, el presidente de Francia, entró “en pánico”. Así lo asegura el New York Times (La Nación, 19/3). En lugar de proseguir el trámite en Diputados, Macron optó por imponer la reforma por decreto, un abuso que le permite la Constitución gaullista de 1958. Para el diario neoyorquino, es “una jugada política que podría costarle caro”. La reforma previsional demora el derecho a la jubilación de los 62 a los 64 años. Es una medida que exige fuertemente el FMI a Argentina, que la extendería de los 65 a los 70 años. Los aportes jubilatorios en ese lustro irían a parar al pago de la deuda pública. Primero, los acreedores financieros.
El decreto puso de manifiesto algo siniestro; aunque el bloque de Los Republicanos tiene ministros en el gobierno, Macron dudaba de que los votos del sector fueran enteros para la aprobación de la reforma. Una grieta de emergencia. Debido a esto, el ex funcionario de la banca Rotschild se saltó el pasaje por la Asamblea Nacional, en momentos en que las encuestas de opinión revelaban un 65 % de oposición a la reforma previsional. La sanción del decreto subió el rechazo al 80 %. Macron ha replicado a este infortunio asegurando que la reforma previsional era necesaria para “mantener la confianza de los mercados financieros”. La crudeza del argumento, para la sensibilidad social del país y las numerosas huelgas y manifestaciones que tienen lugar en todo momento, tiene un fuerte núcleo de realismo cuando la quiebra del Credit Suisse amenaza a la Société Générale y a Paribas, como lo muestra la caída de la bolsa de París. Macron se encuentra, definitivamente, en la cuerda floja.
La crisis política ha disparado de inmediato numerosas iniciativas para bloquearlas. Una de ellas es la presentación de una moción de censura al gobierno, a la que le faltan una treintena de votos para conseguir la aprobación; un número insuficiente de Republicanos declaró que la acompañaría. La derrota de la moción serviría para demostrar que no hay mayoría parlamentaria para destituir a la primera ministra y eventualmente al mismo Macron. La sanción del decreto quedaría validada por la negativa, por la falta de votos para abolirlo. El otro recurso es someter la reforma a un referendo, lo cual suspendería su aplicación hasta su realización, alrededor de septiembre. Es a lo que se inclinan algunos dirigentes sindicales para frenar las movilizaciones. La Intersindical que coordina a las centrales sindicales apoya una campaña por el referendo contra la reforma, en el caso de que fracase la moción de censura al gobierno.
La crisis política desatada por la reforma previsional pone de manifiesto el derrumbe de la segunda presidencia de Macron. Francia ha pasado a segundo plano en el escenario europeo y en la guerra de la OTAN contra Rusia. El propósito de desempeñar un papel independiente que devuelva a Rusia a la integración con Europa ha fracasado en forma estrepitosa, al igual que el propósito, compartido con Alemania, de crear unas fuerzas armadas independientes de la Unión Europea. Italia, por contraste, ha ganado un mayor espacio. En un contexto de crisis bancarias y financieras, el retroceso de Francia debilita la capacidad de rescate de sus bancos y fondos financieros. La "deslealtad" de Los Republicanos con Macron forma parte de una tentativa de rearmado de conjunto del régimen político de Francia.
El decretazo fue respondido con numerosas manifestaciones que la prensa ha caracterizado como “espontáneas”. Aluden de este modo a la connivencia de la burocracia de los sindicatos y de la izquierda soberanista (Nupes y Partido Comunista) con el Estado, en lo relativo a evitar que la lucha asuma características firmes y consecuentes o, como dice la corresponsal de Clarín, “insurreccionales”. Mientras de un lado se han producido manifestaciones y choques con la policía, cortes en la autopista que circunvala Paris, bloqueos de vías férreas y la radicalización de algunas huelgas -recolectores de basura, educación-, la Intersindical de centrales obreras ha lanzado otro paro aislado para el jueves 23, del cual han desertado algunas, como la CFDT. Phillipe Martínez envió una carta a Macron para que devuelva la calma al país, mediante el retiro del proyecto. Varios medios de comunicación caracterizan que la lucha contra la reforma, que ha involucrado a millones de personas, puede convertirse en un renovado movimiento de “chalecos amarillos”, induciendo a una resistencia dispersa, separada de la clase obrera, sin alcances políticos.
La llamada izquierda trotskista repite, en esta crisis potencial revolucionaria, los esquemas del pasado. Apoya los "planes de lucha", que en este caso consistenn en parar y manifestar a escala nacional los jueves. El “International Viewpoint”, la publicación del secretariado de la IV Internacional y del NPA, caracteriza a las luchas en desarrollo como “un movimiento social amorfo” y ha fijado como orientación “los paros renovables”. Otro sector, Lutte Ouvriere, caracteriza que “sólo algunos sectores se han lanzado a la huelga” y llama a nuevos sectores a parar. Existe un temor rayano en el pánico a plantear la huelga general y el derrocamiento del gobierno, con dos pretextos principales: “el movimiento no da”, al menos por ahora, y no hay que alejarse de las masas con consignas extremas. De acuerdo a la corresponsal de Clarín, sin embargo, esas consignas extremas son las que lanzan los sectores que luchan con mayor intensidad –“la primera línea”-. El punto es, de todos modos, otro: un partido revolucionario debe esforzarse por inculcar el desafío al poder. El decreto de Macron expresa, precisamente, que el poder siente que enfrenta ese desafío. En medio de la inflación, el crecimiento de la pobreza, los rescates multimillonarios a los bancos y una guerra que escala todo el tiempo y es cada vez más dañina para los trabajadores, en estas condiciones, la agitación por la huelga general y abajo Macron están a la orden del día.
Los acontecimientos en Francia vienen acompañados por las huelgas en Grecia, que no cesan luego del accidente ferroviario que mató a decenas de personas y puso de manifiesto la corrupción del gobierno en lo que atañe a obras de infraestructura. El gobierno derechista de Atenas ha suspendido las elecciones previstas para mayo –un equivalente del gobierno por decreto de Macron, en este caso para evitar las urnas--.