Escribe Norberto Malaj
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Luego de las extraordinarias movilizaciones del sábado último contra la reforma judicial y el pedido del ministro de Defensa, Yoav Gallant, de retrasar en la Knesset —el Parlamento— el tratamiento de ese paquete de leyes, el gobierno ultraderechista amagó con un golpe de fuerza. Netanyahu destituyó a Gallant, un hombre del riñón de su partido, el Likud.
El tiro le salió por la culata. El Likud reaccionó partiéndose por la mitad y, lo más importante, el domingo la calle volvió a agitarse. “Fue la apoteosis de la crisis” (Amós Harel, Haaretz, 28/3). La Histadrut, la CGT sionista, anunció “una huelga laboral de proporciones históricas a menos que el primer ministro Benjamin Netanyahu suspendiera de inmediato la reforma judicial de su gobierno” (íd, 26/3). Se trató en verdad de una medida obrero-patronal: se lanzó en conjunto con “múltiples representantes de la comunidad empresarial y en un hecho que Bar-David (el jefe de la CGT) enfatizó que aquí ´hay directores ejecutivos, ex miembros del Shin Bet (el servicio de inteligencia) y generales de las reservas´” (íd.).
Simultáneamente “McDonald's anunció que todas sus sucursales en Israel cerrarían al mediodía, mientras que Big, una de las cadenas comerciales más grandes de Israel, anunció que también se unirá a la medida… Los líderes de la protesta de la industria de alta tecnología anunciaron el cierre total de la industria tecnológica del país, mientras que el líder del sindicato de Aeropuertos de Israel, un influyente miembro del partido Likud, ordenó a los trabajadores del aeropuerto a cerrar el Aeropuerto Ben-Gurion…” (íd.).
En un último intento por sacar músculo, Netanyahu llamó a los partidarios del gobierno a salir a la calle, mientras los fascistoides del sionismo religioso instigaron a actos vandálicos contra los manifestantes.
El lunes por la noche tras la paralización total del país ´BIbi´ tiró finalmente la toalla e hizo lo que Gallant había pedido. La Histadrut levantó entonces la huelga. Para contener al ministro de Seguridad, el fascista Ben Gvir, que había anunciado que si se detenía el tratamiento de la reforma en la Knesset renunciaría, “llegó a un acuerdo más tarde ese mismo día para aceptar el aplazamiento a cambio del establecimiento de una guardia nacional bajo su control” (íd.) -una milicia armada privada-. Tal vez para julio, cuando se reabrirá el período de sesiones de la Knesset, Netanyahu podrá ser asistido por esta milicia para reprimir manifestaciones, en lugar de depender del cuerpo de policía cuya lealtad fue muy discutida.
De modo que el recule de Netanyahu está “lejos de ser una bandera blanca” (íd.). Los líderes de la oposición al gobierno, que cabalgaron sobre la movilización popular, saludaron el gesto de Netanyahu, con seguridad llamarán a cesar con las protestas e iniciarán conversaciones con el gobierno en busca de algún tipo de consenso. Para Netanyahu, postergar el tratamiento del paquete de medidas es sólo una pausa, sobre todo, para desmontar el movimiento popular. Por lo pronto “Netanyahu puede haber abierto una brecha entre el presidente del Partido de Unidad Nacional, Benny Gantz, y otros partidos de oposición” (íd.).
“Hace dos días, el director general del Ministerio de Defensa, mayor general Eyal Zamir, aterrizó en Washington para un viaje de negocios de rutina. Cuando se enteró de que Netanyahu había despedido a su jefe, Zamir se disculpó con sus anfitriones, se dio la vuelta y regresó a casa. Israel, digámoslo de nuevo, se está comportando como una república bananera de la peor clase … No es de extrañar que sus amigos en Washington estén preocupados” (íd.). Las FF. AA. estarían buscando restaurar en su cargo a Gallant.
La cosa es simple. El "establishment" empresario y militar de Israel, por más movilizaciones que active en defensa de la autonomía judicial, no puede prescindir de la colonización de los territorios ocupados y por lo tanto de los colonos, en su mayoría de la pequeña burguesía fundamentalista y teocrática. La línea divisoria entre unos y otros es la siguiente: la derecha procura cooptar a una minoría de la clase media palestina con ventajas económicas; la izquierda quiere sumarle concesiones de semiautonomía, como una red de rutas interna en la zona de ocupación, bajo supervisión militar, para conciliar con el sentimiento nacional palestino según la visión de los opresores.