Escribe Maxi S.
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La cuarentena finalmente seguirá, pero con apertura relativa. El gobierno niega en cadena nacional que el sistema sanitario esté en colapso, mientras los trabajadores dicen todo lo contrario. Argentina ha ingresado a ciegas en la fase de crecimiento de la curva de contagios, ya que no tenemos ni vamos a tener registros de la magnitud de la infección sin una política de test masivos. Los países con menos cantidad de muertos como Alemania (2.107) despliegan un enorme testeo permanente: 160.000 tests por semana.
El Gobierno de la Ciudad acaba de decretar este domingo pasado la obligatoriedad del uso de barbijo en el transporte público y espacios comunes como supermercados. Aunque la OMS lo impugne, investigadores de Finlandia y trabajadores del instituto Malbrán afirman que el virus permanece en el aire, incluso días. En varias provincias el barbijo ya es obligatorio.
La falta de información certera sobre el virus y sus implicancias por parte de los gobiernos nacionales y provinciales ha servido hasta ahora para negar y hasta criticar como irresponsable el reclamo de insumos de bioseguridad desde que comenzó la pandemia. Sin embargo, las mismas autoridades han tenido que determinar el uso obligatorio de barbijos para el personal profesional y no profesional en hospitales y centros de salud.
Tres enfermeros infectados en el Garrahan, ocho enfermeros infectados en el Gutiérrez, dos trabajadores infectados en el sanatorio Otamendi y otros dos en Swiss Medical. Tres médicos y un kinesiólogo infectados en el hospital Álvarez. También hay trabajadores infectados en el Santojanni y el Piñero. Completa el cuadro una treintena de compañeros aislados en el Argerich, quien se hizo noticia por tener el primer fallecido del país y de América latina. Este es el panorama en los hospitales porteños.
En el hospital Rivadavia, no hay uniformes de trabajo, el servicio de lavandería no funciona y les niegan más de un barbijo por día. Una asamblea en el Italiano rechazó el banco de horas (horas a cuenta) que quiere imponer la patronal en la nueva disposición que reduce jornadas. Los trabajadores del Garrahan rechazan la extensión de la jornada para cubrir los licenciados de grupo de riesgo.
En el Elizalde -la ex Casa Cuna-, la burocracia de Sutecba, cómplice de la dirección, envió a la policía para interrumpir una asamblea en la que se debatía no trabajar sin los equipos de protección (EPP). Las autoridades iniciaron sumarios a los trabajadores. Al igual que en el Elizalde, en la Sardá o el Garrahan, las burocracias de Sutecba, UPCN, AMM y, en muchos casos, ATE son un obstáculo para vehiculizar los reclamos.
Ante la falta de respuestas de las autoridades y patronales de la medicina privada, comienzan a desarrollarse cataratas de medida cautelares y amparos. Los fallos a favor, sin embargo, no garantizan el aprovisionamiento de insumos, pero son el aval legal de las medidas de fuerza que están tomando los trabajadores ante su falta o el mal estado de los mismos.
Los trabajadores de la salud no abandonan sus puestos de trabajo. Muchos dejan de ver a sus familias para evitar el contagio ya que saben que trabajar en estas condiciones los convierte en potenciales transmisores del virus. Sin embargo, la consiga “Sin insumos no trabajamos” se repite en los hospitales como reflejo de auto preservación. El Covid-19, en muchos sanatorios y hospitales ya es un virus intrahospitalario, es decir que está dentro, independientemente del ingreso de casos positivos. Sin embargo, los trabajadores deben luchar para que les hagan los hisopados correspondientes. Si la cuarentena se levanta el 26 de abril, el DNU no cubriría casos posteriores.
Programa
Para aminorar riesgos, proponemos la reducción de la jornada en salud a 6 horas y la apertura de un cuarto turno con un reclutamiento masivo de personal estable. Rechazamos los bancos de horas en el Italiano y la extensión de la jornada que pretenden las autoridades del Garrahan.
Cientos de concurrentes del sistema público siguen sin ser escuchados. Reclaman un salario para volver a los hospitales y reforzar el esquema de atención. El Gobierno de la Ciudad, de manera irresponsable, recluta estudiantes voluntarios.
Cuando los trabajadores organizan colectivamente sus reclamos, los insumos aparecen. El movimiento va tomando conciencia de la enorme fuerza que anida en él. Ni la patronal ni la burocracia pueden detener a los trabajadores.