75 años de la Nakva: del sionismo ´socialista´ a la teocracia fascistizante israelí

Escribe Norberto Malaj

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El 14 de mayo Israel conmemora los 75 años de su existencia. Los sionistas invocan que la creación del Estado judío fue fruto de una lucha por el derecho a su independencia nacional. Más aún: un David —el Israel naciente— habría vencido a un Goliat —los supuestos ejércitos árabes muy superiores en número. Se trata de una de las mayores fabulas de la inmediata posguerra.

Tal “guerra de independencia” fue en verdad una guerra étnica por la expulsión del pueblo árabe palestino. La colonización sionista de Palestina desde los años ´20 nunca superó, hasta 1948, a la mayoría indiscutible de su población árabe-palestina. La Nakva —la expulsión en masa mediante acciones terroristas de esta población—en el curso de unos pocos meses pasó a ser, desde entonces, la llaga más lacerante de todo el Medio Oriente hasta nuestros días. Casi 800 mil ciudadanos y campesinos palestinos fueron despojados de sus tierras, arrastrados y hacinados en campos de refugiados bajo supervisión de la ONU, en la franja de Gaza y en Cisjordania (la primera pasó a estar bajo control egipcio; la otra de Jordania).

El Estado sionista fue fruto de los acuerdos contrarrevolucionarios de la posguerra. Si bien los choques de la mal llamada ´guerra fría´ se habían iniciado ya, los yanquis y la burocracia rusa parieron en el curso de 1947 una resolución de la ONU que daba curso a la constitución de dos Estados en Palestina, uno judío y otro árabe palestino. Era cantado, sin embargo, que el primero anularía el derecho a la existencia del otro. El pueblo palestino estaba aún desmoralizado por la derrota de la gran huelga general de 1936-39 y los ejércitos árabes no eran nada entonces frente al Palmaj y la Haganá sionistas (milicias nacidas años antes) pertrechadas fuertemente por occidente y, especialmente, por la Checoslovaquia ´socialista´.

La supuesta “reparación histórica al pueblo judío” por el holocausto fue puro verso. Los yanquis no hicieron nada por salvar vidas judías durante la guerra —supieron muy tempranamente de los campos de exterminio nazi y nunca bombardearon siquiera las vías férreas que conducían a las cámaras de gas— cerraron sus fronteras a la inmigración judía europea, etc. El stalinismo destiló antisemitismo por todos sus poros antes como después de la guerra —durante los procesos de Moscú, Trotski, Zinoviev, Kamenev fueron despojados de los nombres con los que protagonizaron el Octubre de 1917, para ser identificados por sus apellidos judíos; poco después de creado Israel la URSS lanza el famoso “complot contra los médicos judíos”, etc.

Los imperialistas ´democráticos´ como el stalinismo fueron igualmente responsables del holocausto como de la carnicería de la Segunda Guerra Mundial (SGM). Ahora sumaban otro jalón: habilitaban el apartheid sionista.

Sionismo: un movimiento burgués y reaccionario

El sionismo nació de las entrañas de la burguesía judía de Europa Oriental con dos objetivos:

a) Dar una salida a los pogroms y la persecución de los judíos por la vía de un pacto con los imperialismos de la época para consagrar el derecho a un “Estado nacional judío”. Para ello, desde fines del siglo XIX, Teodoro Herzl, el fundador del Congreso sionista mundial, no dudó en sentarse con los mayores verdugos antisemitas para alcanzar su objetivo. Tampoco tuvo tapujos para considerar el establecimiento de la “tierra prometida” en Uganda. El “retorno a la tierra” de los israelitas, la de los tiempos del templo de Jerusalén en los inicios de la era cristiana, fue introducida posteriormente al legado de Herzl, que murió muy joven (1904).

Los sionistas nunca obtuvieron del viejo imperio otomano concesiones para instalar en la Palestina histórica un Estado. Durante la Primera Guerra Mundial y tras el derrumbe de aquél, Palestina pasó a ser dominio colonial británico. Mientras tanto el Congreso sionista languidecía: la burguesía judía de cada país se colocó detrás de cada campo imperialista.

Tras la guerra, un alto oficial de la armada británica, el químico Jaim Weismann, da nuevos bríos al sionismo bajo el sol de la burguesía de occidente. Weismann se enanca a la cabeza del Congreso sionista tras arrancar, de uno de los gabinetes más antisemitas de la Inglaterra de posguerra, la famosa “Declaración Balfour”. El imperialismo británico parecía congraciarse con la vieja aspiración sionista y consagra por primera vez el “derecho judío” a la tierra palestina.

El ´altruismo´ británico probó ser una engañifa: por un lado, da luz verde a la colonización sionista para contrapesar el reclamo del pueblo palestino a la lucha por su propia emancipación; por otro, mientras Inglaterra exprime a las ´legiones judías´ durante la SGM, Gran Bretaña choca con los yanquis por el futuro de Palestina. Con el pasaje de los sionistas a la órbita de EE.UU. en un congreso en Baltimore, durante la SGM, los yanquis puentean a Inglaterra con el objetivo de ingresar a fondo al Medio Oriente vía una Palestina ´judía´. Como no podía ser de otra forma, la mayor conflagración bélica del siglo XX no detuvo las pujas entre los propios ´aliados´ por los dominios coloniales.

La fundación del Estado sionista, del cual Weismann será su primer presidente, consagrará eso y, sobre todo, el inicio de un desplazamiento estratégico de Inglaterra de todo el Medio Oriente. Cualquiera que vea la serie The Crown podrá ver reflejado este fenómeno. El ´disgusto´ inglés con los sionistas llega hasta nuestros días: el Foreign Office jamás se dignó a una visita oficial a Israel.

b) En segundo lugar, el sionismo tenía como propósito arrancar a las masas judías, volcadas mayormente a las filas de los partidos obreros y/o al Bund judío —fuerzas marxistas. El movimiento obrero judío se fusionaba con el obrero de cada país en la lucha por la emancipación humana bajo las banderas del internacionalismo proletario. Cuando hace su aparición el sionismo, los obreros y campesinos judíos le dan la espalda. Hasta cierto punto, el llamado sionismo ´socialista´, hasta mediados del siglo XX, fue un subproducto alentado por aquella burguesía a fin de disputarle las masas al movimiento socialista. Los sionistas ´socialistas´ como Ber Borojov —quien colaboró con la revolución rusa— históricamente, sin embargo, fueron funcionales a los objetivos reaccionarios de la colonización de Palestina y la expulsión de sus verdaderos dueños.

Las masas judías de Europa oriental nunca se ilusionaron en una solución a su doble condición de oprimidos en los marcos del capitalismo. Bajo el dominio mundial del imperialismo un “Estado judío” sólo podía alcanzarse mediante la violación de los derechos nacionales de otro pueblo. Hasta la SGM el predicamento sionista entre las masas judías prosperó muy limitadamente; de modo general las masas judías dispersas en todo el mundo le dieron la espalda.

El sionismo jamás podría ser un antídoto al antisemitismo moderno. Éste brotó siempre de las condiciones de descomposición de la modernidad capitalista. Y lo seguirá siendo como lo prueban las cloacas del trumpismo, del bolsonarismo o los Orbán. Es escasamente conocido que el sionismo pactó hasta las vísperas de los campos de concentración con el hitlerismo —cuando Inglaterra vetó la inmigración judía a Palestina los sionistas buscaron el apoyo del führer (véase los escritos de una sionista confesa: Hannah Arendt).

Sólo la victoria del socialismo a escala mundial será garantía de una sociedad de iguales, sin atavismos reaccionarios ni discriminaciones de raza, religión, etc. El sionismo, a la inversa, se codea con las expresiones más retrógradas del capital.

El verso de la “hermandad judía” y el “oasis democrático” de Oriente Medio

La colonización sionista de Palestina, realizada en nombre de la implantación de colonias de ´pioneros socialistas´ fue la mayor farsa de esta historia. Los kibutz fueron ciudadelas de la expropiación de la tierra palestina y sus habitantes. Detrás del verso de la colonización ´socialista´ estaban los grandes banqueros judíos, los Rothschild y los Hirsch, que antes ´compraban´ las tierras palestinas. De modo que los kibutz pavimentaron y prepararon durante más de 20 años la Nakva.

Ese objetivo se alcanzó no sólo por medio de la metralla, sino incluso mediante la “guerra bacteriológica”. Así la calificó un historiador israelí que descifró recientemente documentos del Estado sionista de aquellos años. El ´laborista´ Ben Gurión —el mismo que planificó escrupulosamente la Nakva— también aprobó los planes de envenenamiento de los pozos de agua de las aldeas palestinas. ¿´Redención´ del pueblo judío con métodos fascistas a pocos años del exterminio nazi? Si ayer costaba creerlo, hoy ya no caben dudas: es claro que los filofascistas Netanyahu, Ben-Gvir o Smotrich tuvieron su simiente en los ´gloriosos años´ del Israel de los kibutz —hoy devenidos en emporios capitalistas.

En Israel tampoco hubo ´hermandad judía´. “Seis semanas después del establecimiento de Israel, el país estuvo al borde de una guerra civil” —reconoce una fuente israelí. Desde 1944 la Haganá (el ejército sionista anterior a la independencia) estaba enfrentado a la milicia clandestina del Irgun. El fundador de esta, Jabotinsky, era un declarado partidario de Mussolini. Ben Gurión para deshacerse del Irgún lo entregó a la policía militar del Mandato Británico. “Luego nuevamente en junio de 1948, cuando el barco Altalena del Irgun, que transportaba armas y voluntarios de Europa, fue atacado y destruido por las Fuerzas de Defensa de Israel frente a la costa de Tel Aviv. Esto se debió a la sospecha de David Ben-Gurion de que formaban parte de un plan del Irgun para llevar a cabo un golpe militar” (Anshel Pfeffer, Haaretz, 12/1/23). Entonces el sucesor de Jabotinsky. “Menajem Begin rechazó los impulsos de algunos de sus compañeros comandantes de luchar contra el gobierno con las armas. El Irgun aceptó sus órdenes, depuso las armas y Begin, como líder de Jerut y luego del Likud, luchó y perdió ocho elecciones, hasta ganar y convertirse en primer ministro 29 años después” (ídem).

Nunca el Estado sionista fue expresión de la ´hermandad judía´. “En los años 50 existía Brith Kanaim (Pacto de los zelotes), una clandestinidad religiosa que conspiraba para derrocar al gobierno secular. También hubo disturbios contra el Acuerdo de Reparaciones con Alemania Occidental, encabezados por Begin, quien… casi irrumpió en la Knesset” (ídem). Aquel acuerdo, promovido por EE.UU., significó que Alemania pagara reparaciones de guerra a Israel por el holocausto a cambio de lo cual el Estado sionista entabló relaciones diplomáticas. Más de una década después, en 1967, un grupo de generales discutió hacerse cargo del gobierno si el primer ministro Levi Eshkol no daba la orden de lanzar un ataque preventivo contra Egipto. En las décadas de 1970 y 1980, existía la ´subterránea judía´ de los colonos que llevó a cabo ataques terroristas contra los palestinos y planeó volar las mezquitas en el Monte del Templo con la esperanza de descarrilar la retirada del Sinaí, que era una condición del acuerdo de paz con Egipto. Hubo aún más ataques de la extrema derecha en los años 90 para evitar los Acuerdos de Oslo, primero asesinando a palestinos y luego a un primer ministro israelí” (ídem).

Más que una ´hermandad´ el Estado sionista fue degenerando hacia una de las mayores ´grietas´ que recuerde el mundo judío. Mucho antes que la presente división entre un campo laico-sionista y otro religioso ultraderechista, un colono de la Cisjordania asesinó en 1995 al primer ministro israelí Isaac Rabín. Sólo la opresión sionista de Palestina mantiene un cuadro de falso ´consenso nacional´. La grieta entre los propios judíos israelíes se encuentra “realmente cerca de una guerra civil” (ídem).

El sionismo no significó la creación de un “hogar nacional judío”, mucho menos la puesta en pie de una ´democracia´ en el Medio Oriente. El Estado sionista es el Estado gendarme por excelencia del Medio Oriente, un pivote del imperialismo mundial, especialmente de los yanquis. El tándem Netanyahu-Ben-Gvir en el presente sin escrúpulos busca desprender a Israel incluso de su ropaje parlamentario: quiere transformar a la Corte Suprema y al aparato judicial en una ´escribanía´ de la Knesset y el Ejecutivo.

Israel reniega hoy de su condición de ´albergue´ de la judeidad en todo sentido. Expulsa a los judíos que no considera ´puros´. La inmigración neta a Israel se ha vuelto negativa. El judaísmo religioso y ultrarreaccionario, bancado por sectores trumpistas de la comunidad judía yanqui, está transformando a Israel en una teocracia talibán.

En la Declaración de Independencia de 1948 los sionistas escribieron que el Estado de Israel "garantizará la completa igualdad de derechos sociales y políticos para todos sus habitantes, independientemente de su religión, raza o sexo". Se trató de una completa mentira: la minoría palestina que no fue expulsada y permanece dentro del Estado sionista goza de una ciudadanía de cuarta, no posee ni remotamente los servicios de la población judía.

En la medida que el sionismo se hizo más y más dependiente de la ayuda norteamericana y del lobby de grandes magnates judíos de ese origen, amplios sectores judeo-israelíes se vieron segregados. En el año 2000 la Knesset fue obligada a sancionar una ley conocida como “Ley de Selección” que apuntaba a impedir la discriminación racista entre los propios judíos. Ahora con el nuevo gobierno de extrema derecha, una activista israelí de origen etíope se preguntó: “¿Será Netanyahu el primer ministro que legalice el racismo en Israel?” (Roni Malkai, Haaretz, 19/1). Es que el nuevo gobierno se propone barrer con esa ley y daría “luz verde a imaginar entradas separadas en eventos culturales o lugares bailables, servicios segregados y un sistema médico de dos o tres clases” para los propios judíos (ídem).

Conclusión

Nadie previó el holocausto como lo hizo León Trotski muy tempranamente. El mismo Trotski que combatió junto a Lenin al sionismo y al Bund judío —no puede haber una organización autónoma del obrero judío fuera del movimiento obrero de cada país. Fue también Trotski quien cuestionó la viabilidad de la república judía de Birobidján en la ex URSS stalinista.

No puede haber liberación ´judía´ en los marcos del capitalismo. El sionismo derivó en el exabrupto ultrarreaccionario del Israel presente: una ciudadela antipalestina que destila fascismo y un insoportable corsé teocrático para los propios judíos. Si el judaísmo vivió su mayor esplendor desde los tiempos de la Ilustración hasta la Primera Guerra Mundial, en esta época de agonía del imperialismo el sionismo amenaza al judaísmo con llevarlo a la barbarie.

No hay ninguna salida al antisemitismo fuera de la lucha por la revolución proletaria y el socialismo. Del mismo modo la liberación nacional y social de Palestina exige la destrucción política del Estado sionista y la lucha por una república única bajo dirección del pueblo árabe palestino —en cuyo marco deberán vivir también los judíos— bajo una Federación de repúblicas socialistas de todo el Medio Oriente.

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