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Desde que advirtiéramos “el desplome electoral” del FIT-U en las elecciones desdobladas de Córdoba, en julio pasado, el aparato oficialista del PO (acompañado por algunos laderos del PTS) inició una campaña desesperada de ataques contra la Tendencia, al punto de ‘repudiar’ lo que eran, con toda evidencia, análisis y caracterizaciones políticas – que luego se confirmarían en todas una serie de provincias y finalmente en las generales del 27 de octubre pasado. Esto, luego de haber embarcado a la militancia a un electoralismo con mucha antelación a los propios comicios; el fracaso electoral de una corriente que ha hecho de las elecciones su apuesta estratégica, convierte a al FIT en una experiencia agotada. La verdad solamente es tomada como una ofensa, para quien ve afectado sus intereses por ella.
La reacción al retroceso electoral del FIT-U, incluso frente a las Paso, motivó reacciones negacionistas como las del PTS, que ha iniciado una serie de reportajes en los que los entrevistados saludan “la importancia sin precedentes” adquirida por el FIT-U. Eduardo Salas, el interventor judicial del PO de Tucumán, ha vuelto a recurrir a los improperios, como lo hiciera cuando FIT-U se desplomó en Córdoba en alrededor del 60 por ciento. Ahora escribe una nota que es un compendio de insultos y acusaciones lanzadas a discreción. Luego de desbrozar el artículo, sin embargo, aparece con toda claridad una definición política –el abandono del programa y la estrategia del Partido Obrero.
Salas se contraría porque Altamira toma el resultado electoral para realizar una valoración del FIT. A esto Salas le llama, aunque el lector se sorprenda, “electoralismo”. Recordemos que la dirección oficialista de Córdoba, en el cenit de la desmoralización política, afirmó en mayo pasado que el triunfo electoral de Schiaretti representó un verdadero “anticordobazo”. Agregaban también que el mismo “refleja un impasse en la conciencia política popular y de la clase obrera en particular”. Algo similar señalaron ahora, ante los resultados de las elecciones nacionales. ¿Entonces? Cuando se trata de descargar las culpas sobre la clase obrera, las elecciones aparecen como una evidencia omnipotente. En cambio, si se trata de “blindar” al FIT-U y a sí mismos, las elecciones no existen, lo cual lleva a que nos explique porque se han gastado decenas de millones de pesos en una emprendimiento banal. En su momento, Salas decidió “impugnar” el análisis crítico de Altamira sobre la campaña del FIT en Córdoba y calificó como un “ataque”. Pasados unos pocos meses, en lugar de reconocer el acierto de aquel análisis, lo oportuno de la advertencia y su planteo de salida al impasse (este sí) del FIT, Salas busca tapar la verdad con escombros retóricos.
Salas no da ningún elemento de juicio alternativo para valorar el resultado del FIT; no da una sola pista al respecto. Se ha olvidado de lo que hemos señalado desde el 2011, a saber, los límites de una coalición que no actúa como un bloque común en la lucha de clases. Las fuerzas que componen el Frente de Izquierda nunca han trascendido los límites electorales a la hora de actuar como un frente único. A modo de ejemplo, los principales candidatos del FIT viajaron a Chile en estas horas, pero cada fuerza por su propia cuenta, sin un planteo en común y promocionando en las redes sociales cada cual su propio tour mediático. Ni siquiera la enorme rebelión chilena pudo lograr que los partidos del FIT actúen en un frente único por fuera de las elecciones.
Pero si le diéramos el gusto a Salas, y recorriéramos un espinel más amplio de la actuación política, quedaría claro que las elecciones son sólo la muestra de un derrumbe más general de los partidos del FIT-U. Salas debería quedarse en silencio para no levantar la perdiz, ya que conminando a los demás a hacer balances que vayan más allá del terreno electoral no hace más que exponer un retroceso en todos los planos. Basta con nombrar la pérdida de la FUBA, bastión de la izquierda durante 18 años.
Como una prueba más del “electoralismo” de Altamira, Salas sostiene que aquel “incluso escribió un libro, 'El ascenso de la izquierda', sobre la base del desempeño electoral del FIT en 2011”. Pero Salas escribe sin haberse tomado el trabajo de repasar aquellas páginas. Es falso que el libro haya sido escrito “sobre la base del desempeño electoral del FIT en 2011” ya que está compuesto en su mayoría por artículos que fueron escritos antes de dicho ascenso electoral. Algunos de ellos ni siquiera hablan del FIT ni de las elecciones, sino que desarrollan exclusivamente análisis sobre la crisis mundial. Por eso mismo el verdadero título del libro, que Salas omite, es “El ascenso de la izquierda en el marco de la bancarrota capitalista”. Lejos de las pretensiones exitistas del oficialismo del PO, el libro desarrolla críticas implacables al propio Frente de Izquierda y marca insistentemente sus límites, que propone superar. El libro de marras buscaba exponer ante la población a la que el FIT llamó la atención (más de medio millón de personas en aquel momento) el desarrollo histórico que derivó en el Frente de Izquierda (por eso incluye hasta artículos de 2009) y alerta sobre sus límites. Las críticas de Altamira al Frente de Izquierda, que desarrolló cuando él era su principal candidato, fueron reemplazadas luego por el panegírico actual del oficialismo del PO. La relectura de este libro sería un saludable ejercicio para toda la militancia del Partido Obrero (del oficialismo y de la Tendencia) y del Frente de Izquierda.
Salas repite un argumento que suele escucharse en los pasillos del local de Bartolomé Mitre, a saber, que Altamira declaró “agotado” al FIT “en 2015, cuando en las PASO se impuso la candidatura de Del Caño sobre la suya” (Observe el lector lo siguiente: no fue la victoria de una política democratizante sobre otra revolucionaria al interior del FIT, simplemente Del Caño se impuso a Altamira
). Pero Salas, nuevamente, no sabe ni quiere saber.
Las cosas son exactamente al revés: fuimos a las PASO del 2015 como un recurso extremo para sacar al FIT del empantanamiento (“agotamiento”), el cual se expresaba en la parálisis más completa. Cuando el PO anunció su decisión de ir a las PASO, Solano escribió en “Prensa Obrera”: “La unidad política revolucionaria de la izquierda es siempre poderosamente positiva porque desarrolla un polo contra el capital y el Estado. Pero puede poner de manifiesto un aspecto negativo cuando la diversidad de ese polo actúa como un factor de freno y como neutralización de suma cero. Esto es lo que se ha venido acentuando en el último tiempo, incluido un faccionalismo exacerbado, que llega hasta la usurpación de la representación política común” (“Preparemos a fondo las PASO del FIT”, Prensa Obrera, 6/5/2015). La victoria ajustada del PTS agravó la parálisis faccional del FIT y su tendencia al democratismo, que terminó colonizando a la mayoría de la dirección del PO. El agotamiento
del FIT no es una caracterización caprichosa –sólo puede serlo para quienes han sido vencidos por el electoralismo sin principios.
“El ascenso de la izquierda”, además, compila textos y documentos que constituyen un patrimonio del Partido Obrero. Para Salas, ha pasado a ser “el libro de Altamira” (sic). Este evidente intento por desembarazarse del legado del PO se va a profundizar –y cómo- a lo largo de todo su artículo. “El apresuramiento de Altamira por enterrar cadáveres que luego reaparecen vivitos y coleando viene de lejos, ya enterró al peronismo en los ’90 y luego al kirchnerismo que 'sin manejo del presupuesto desaparecería'”.
La concepción del peronismo como un “cadáver insepulto” forma parte de la historia del PO y aparece en innumerables artículos de la Prensa Obrera y de la revista teórica del PO, En Defensa del Marxismo, por autores diversos. El propio Salas, en el artículo llamado “Las guerras obreras en Córdoba 1955-1976 de James P. Brenan” en el EDM N° 20, sostuvo que “el peronismo había revelado su agotamiento antes del 55, 'después del famoso Braden o Perón, ya en el 47, Perón suscribe el TIAR bajo la tutela de Braden que somete a la Argentina a la diplomacia yanqui'”. La cita que transcribe Salas es de un artículo que, para su infortunio, lleva el título de "El peronismo es un cadáver insepulto" publicado por Emilio Martín en Prensa Obrera Nº 574. Ahora podemos comprender que el objetivo de Salas es, finalmente, saldar cuentas con su propio pasado y, con ello, con el del Partido Obrero.
Salas obviamente no entendió nada, no ya ahora, sino tampoco, especialmente, antes. Ve al peronismo resucitado como recolector de votos, no como fuerza de movilización política popular. En el movimiento obrero, el creciente sector del activismo enfrenta al peronismo, no se orienta hacia él. El elemento dinámico no está en la coalición de CFK con los gobernadores que apoyaron al macrismo, sino en esa vanguardia obrera que se desarrolla. La crisis de dirección del proletariado no recae en el peronismo y la burocracia sindical sino en la izquierda, que pretendió debutar como revolucionaria y se ha convertido en democratizante.
Salas nunca comprendió de qué estaba hablando cuando seguía los pasos del ‘altamirismo’ (como llama a la historia del PO), o si lo hizo ya se olvidó. El oficialismo del PO cree ahora que la “vitalidad” del peronismo se revela en que puede llegar a ganar las elecciones. La visión estrecha y mezquina de este grupo supera todos los límites. Hay que analizar al peronismo por su papel histórico en la lucha de clases en Argentina. En una intervención en el IX Congreso del PO, publicado en EDM N° 21, Altamira le dedicó un espacio a la cuestión de la siguiente manera: “Entonces, el peronismo es un cadáver. Un cadáver insepulto hace mucho tiempo. El peronismo, se agotó en 1955, pero como fuerza relativamente movilizadora contra los gobiernos que sucedieron al peronismo, murió definitivamente en noviembre de 1972, y más definitivamente en junio de 1973, cuando Perón regresa a la Argentina. Y confirmó la tesis que nos separó durante dos décadas del morenismo, de que Perón volvería al país solamente para estrangular un ascenso de la clase obrera argentina”.
La concepción del agotamiento del peronismo, su carácter de cadáver insepulto, está en la génesis misma del PO, con aquel famoso volante de 1965 titulado “Perón no vuelve”. La transformación del peronismo, de una fuerza parcialmente movilizadora de la clase obrera y de la juventud, para cooptarla y regimentarla, a una fuerza reaccionaria, y luego a un sello electoral que se disputan diversas camarillas más o menos reaccionarias o nacionales y populares a lo largo del país, revela su agotamiento. Se conserva, si se puede decir así, en formol. Es la contracara de la crisis de dirección, cuya responsabilidad es de la izquierda. El intento más o menos reciente de resucitar el peronismo movilizador de antaño con la apuesta del kirchnerismo en la creación de La Cámpora en el campo de la juventud y de la Juventud Sindical en el movimiento obrero, resultó en un fracaso.
La Cámpora fue una criatura del aparato estatal. Su formación –como lo señalamos entonces- fue una reacción a la radicalización juvenil que canalizó la izquierda después del Argentinazo. Hoy, está lejos de ser un polo de atracción de la juventud que se movilizó en los estudiantazos de los últimos años o en las grandes movilizaciones por el derecho al aborto. En el campo sindical, el kirchnerismo se valió de los pactos con la vieja burocracia sindical a falta de una fuerza propia, incluido Pedraza - la patota contra nuestro compañero Mariano Ferreyra – al cual reivindicó como “el sindicalismo que construye”.
La tarea de un partido revolucionario es explicarle a la población que las patotas y los aparatos no son organismos con una vitalidad histórica, sino más bien resabios de fuerzas agotadas que la clase obrera debe sepultar. Finalmente, y en la actual victoria electoral, el kirchnerismo, ante derrumbe colosal del gobierno de la derecha macrista, sólo pudo recuperar el gobierno a través de una coalición precaria (que puso a CFK en segundo lugar) con los gobernadores e intendentes del conurbano. La pretendida vitalidad del kirchnerismo ha sido la coartada usada por la camarilla oficial, para disimular su propio inmovilismo político. La caracterización de Salas de las fuerzas del régimen, no solamente del peronismo, sino de kirchneristas y macristas como “vivitos y coleando” revela enorme desmoralización política de la camarilla que lo tiene como el más desvergonzado – y también, claro, de un ‘poquitro’ de impresionismo.
Luego de deshacerse en elogios sobre el FIT-U, sin señalar en ningún momento explicar el porqué de sus retrocesos, Salas sale en defensa del voto a la ley de “emergencia alimentaria” de una forma muy curiosa. Nos explica que “un voto de rechazo nunca hubiera sido entendido por los movimientos de lucha contra el estallido de la pobreza que ya han salido a luchar por su cumplimiento arrancando conquistas puntuales”.
Es decir que lo correcto hubiera sido rechazar la ley, pero debido a la incapacidad de “los movimientos de lucha” de discernir una conquista de una estafa, el oficialismo se inclinó por votar a favor de la ley, que por supuesto fue una estafa. ¿Pero qué mejor forma hubiera habido de ayudar a las masas a comprender la el carácter fraudulento de la ley que votando en contra de la misma? Una vez más, Salas prefiere echarle la culpa a las masas de su propia defección política. Pero esa ley fue algo más: fue un pacto entre F-F y Macri para sacar de la agenda el aumento de salarios y la reapertura de paritarias; es lo que mostró la intimación de AF a los aeronáuticos a levantar una decisión de huelga. El voto a esa ley-pacto, fue un voto contra la clase obrera ‘planchada, atrasada y que no lucha’. La oposición entre “los que pasan hambre” y “los que comen”, va a ser, como ya ha sido, la consigna del ajuste de cuño peronista.
La tarea de un parlamentario revolucionario es ayudar a las masas, a “los movimientos en lucha” y por sobre todo a la clase obrera, a comprender el carácter fraudulento del parlamento y de sus operaciones. El voto a favor, además, fue justificado por el propio oficialismo del PO sosteniendo que, con sus límites, significaba un avance; es decir que colaboraron en el engaño a “los movimientos en lucha” porque ya todos saben que no representó ningún avance de nada. Si, como admite Salas, los movimientos salieron a la calle nuevamente ante la inocuidad de la ley ¿realmente les iba a resultar tan difícil comprender por qué el FIT votaba en contra?
Pero la apelación a estos movimientos es curiosa: mientras adentro se votaba la ley (porque los que estaban afuera no iban a ser capaces de comprender nada) el dirigente del oficialismo del PO de uno de esos movimientos sociales reclamaba por el cumplimiento del mandato de Macri hasta el final. Salas pretende estafar a los lectores hablando de “esa única declaración desafortunada” cuando todo el mundo ha visto (y se puede buscar con facilidad) que las declaraciones fueron reiteradas y a distintos medios, e incluso se repitieron luego de finalizado el acampe en estudios de televisión. Salas le reclama un “tweet” a Altamira en solidaridad con el acampe, cuando bien sabe que los compañeros del Polo Obrero que adhieren a la Tendencia estuvieron día y noche bancando el acampe a pesar de la negativa del oficialismo del PO a entregarle las reivindicaciones conquistadas y de su negativa a que formen parte de la mesa de negociación con el gobierno. Las compañeras del Polo Obrero de la Tendencia esperan un “tweet” de Salas solidarizándose por la apropiación de sus conquistas por parte de la camarilla que dirige el Polo Obrero oficial.
Responder todas las acusaciones de Salas llevaría dedicarle demasiado a las innumerables descalificaciones que son arrojadas desesperadamente, con la esperanza de confundir a algún distraído. El pánico del autor de la nota a las críticas políticas se pone de manifiesto en la bajeza de sus ofensas. En un esfuerzo lastimoso por infringir algún daño a su oponente, vuelve a caer en el ridículo trayendo a colación la visita de Altamira en Chaco. Pero el prólogo laudatorio de Aurelio Díaz a la biografía de Emerenciano Sena relevó la burda operación de una camarilla que no puede responder con argumentos políticos. Como era de esperarse, la nota cierra recurriendo al mismo recurso literario que utiliza en todas las notas que esta camarilla escribe sobre Altamira: advierten “un nuevo salto” de Altamira en tal o cual cosa pretendidamente aberrante. No deja de aburrir pero tampoco de asombrar por la monotonía e uniformidad con que el oficialismo del PO ha modelado sus artículos.
La camarilla del oficialismo ha caído en un pozo de mediocridad desde el cual buscan delimitarse del propio Partido Obrero, que supo mantener un elevado nivel teórico y político durante 60 años. Desde la Tendencia del Partido Obrero vamos a redoblar la lucha por recuperar al PO de esta cohorte de renegados.