Piñera: no a la cuarentena, sí al estado de sitio

Escribe Javiera y El Be

Un aporte al debate de la coacción estatal.

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Con la excusa de la pandemia, Piñera aprovechó para decretar un toque de queda, entre las 22 y las 5 horas. Lo curioso es que no responde a la protección de una cuarentena general.

En Chile aún rige la constitución de Pinochet, de manera que antes del 18O, Chile ya era un estado de excepción constitucional. Cualquier turista que haya visitado Santiago pudo constatar que, cada pocas cuadras, está siempre estacionada la infraestructura policial chilena manejada por la policía militarizada. El equipamiento de guerra integrado al vestuario de cualquier paco no guarda mayor diferencia con la de un milico, y podríamos decir que un policía común y corriente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, anda, comparativamente, desnudo.

La cuarentena

En Chile no hay una cuarentena nacional, y no es porque Piñera se oponga a la coacción estatal, sino porque golpea al capital, que se quedaría sin su fuerza de trabajo. A lo que no se opone Piñera es a la represión del estado de sitio nocturno (que comienza justo después de finalizados los principales turnos laborales) para evitar manifestaciones, aunque él ha dicho que es para evitar fiestas nocturnas.

De esta manera, lo que es aplicable para Chile no es aplicable a Argentina. Argentina no es gobernada por régimen represivo de excepción, y en Chile hay un régimen ultra represivo, que se manifiesta con mayor empeño en esta crisis de salud. El despliegue militar en Chile tiene el propósito de devolver al régimen político la capacidad de control y dominación que perdió, en los hechos, a partir de la rebelión popular que se inició en octubre pasado. La coacción estatal y la represión tienen una cierta diferencia, que está determinada por los objetivos políticos de los gobiernos de que se trate.

La represión

La instauración del estado de sitio es una tentativa desesperada del régimen chileno para restituir la autoridad represiva que tenía antes de la rebelión, y aun antes de eso, cuando comenzaron las manifestaciones educacionales, estudiantiles, huelgas en el cobre, y luchas contra la jubilación privada.

Durante la mañana y tarde del 18 de octubre, las manifestaciones se concentraron principalmente en Santiago, y esa misma noche Piñera decretó el estado de sitio para todo el territorio nacional. Pero a los milicos montados en tanques de guerra, la clase obrera respondió con una insurrección nacional, de manera que hubo un levantamiento incluso en las ciudades donde no había pasado nada antes del estado de sitio. La insurrección y el repudio a los milicos y al estado de sitio, se sostuvieron todos los días que éste duró -y cinco meses más-, y Piñera terminó levantándolo porque se dio cuenta que obtenía precisamente el efecto contrario.

En Chile ocurre, al igual que en EEUU y en Brasil, que los intendentes declaran cuarentenas contra el poder nacional, o lanzan campañas a favor de una cuarentena nacional. Piñera, como hacen otros en Argentina, asegura que va a controlar la situación sólo con testeos, sin ‘distanciamiento’. Esta fractura no es sanitaria, sino política, incluso en el caso de alcaldes que pertenecen a partidos que han firmado un pacto nacional con el pinochetismo. Es más acentuada en intendentes de barriadas pobres. En definitiva, es una fractura que expresa las huellas de la rebelión popular en esta cambiante situación político-sanitaria.

Sin dudas las restricciones que impone la pandemia cambia el escenario en el que se desenvuelve la rebelión chilena, pero lo que pueda avanzar Piñera contra los trabajadores -sea en el terreno de la represión o los derechos laborales- no dependerá únicamente de la fuerza y la voluntad que él tenga, sino que también de toda aquella fuerza y voluntad que la clase obrera chilena disponga y desarrolle en defensa de sus salarios, sus puestos de trabajo, su derecho a la violencia, y en defensa de la misma cuarentena.

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