Escribe Norberto Malaj
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El Covid-19 no ha hecho estragos en Cuba en materia de salud como en otros lugares de América Latina. Sin embargo, todos los análisis destacan que Cuba se encontrará entre los países más afectados por la crisis económica emparentada con la pandemia. Ningún otro sector de trabajadores como el de los trabajadores del sector privado de la isla ha sido más sacudido.
Hasta hace poco trabajar en el sector privado cubano era la aspiración de cualquier isleño. De acuerdo a estudios académicos cubanos, los niveles salariales del sector privado eran muy superiores al del sector estatal. Por supuesto que para alcanzar un puesto allí había que tener ´contactos´, no cualquiera accedía.
Los trabajadores que dependen del sector privado en Cuba fueron en ascenso desde el ´período especial´, y a inicios de este año se estimaba que alrededor del 15/20% de la fuerza laboral asalariada dependía de empleadores privados. Por un lado, está el sector asalariado dependiente de contratos reglados por el estado. Por ejemplo, la actividad hotelera que opera bajo grandes consorcios de sociedades extranjeras asociados al estado. Estos consorcios pagan salarios más altos que los del estado –éste paga salarios que rondan en promedio los u$s 30 mensuales. Los trabajadores del sistema de hoteles cubanos recibían salarios más altos, pero igualmente ´recortados´ porque el estado retiene una parte de los mismos. Este sector, a su vez, tiene o tenía una división interna muy marcada: por un lado, estaban los trabajadores sin acceso directo al mercado de divisas (personal de limpieza, maestranza, mantenimiento, etc. de esas cadenas); por el otro, una minoría con acceso a la propina en dólares. En Cuba, lo sabe todo el mundo, el puesto más deseado es el de barman, detrá del cual haya probablemente un físico nuclear o un químico que habla idiomas y dejó su lugar en la universidad por un salario multiplicado en la hotelería o en servicios de La Habana vieja, en Varadero o cualquier pub de la isla para el turismo.
Distinta es la situación de los dependientes del llamado “Trabajo por Cuenta Propia (TCP)”. Se estimaba hace poco que este sector lo conformaban más de 1 millón de personas. En 2017, Emilio Morales, un calificado economista que integra equipos que asesoran al gobierno cubano, estimaba que “535,000 personas trabajaban en el sector privado de forma oficial más otro medio millón lo hace informalmente, perciben una remuneración mínima promedio 10 veces superior a un trabajador estatal. Esta diferencia significativa de salario ha derivado en el nacimiento de nuevos segmentos de mercados con un poder adquisitivo diferente y patrones de consumo diferente. En el período 2010-2016 se ha producido un verdadero boom en el sector privado cubano… un tejido empresarial exitoso que reúne a miles de negocios privados…” . Morales estimaba entonces que los “emprendedores generan el 17.8% de los ingresos brutos de la economía” –antes de la pandemia esta cifra estaba con certeza por encima del 20%.
Pues bien, la pandemia está haciendo estragos en este último sector y particularmente entre los asalariados. El sector jamás conoció regulación social. Precisamente ese millón de ´privilegiados´ escondió siempre la realidad de una inmensa diferenciación social dentro del sector. Una cosa es el asalariado que depende del “emprendedor” y otra cosa éste. “Hasta mediados de mayo, el 35 por ciento del Trabajo por Cuenta Propia (TCP) habían solicitado suspensión.de licencias. Estamos hablando de 222 mil 723 personas” (oncubanews , 26-5). Es decir, cerró el 35% del sector de los llamados “emprendedores” y en el camino dejó en banda a sus asalariados, quienes en Cuba quedaron en ´pelotas´; ni sus patrones ni el estado los ampara.
Lo dice desde Cuba, Ailynn Torres, quien como veremos en detalle, denuncia el desamparo de los asalariados del llamado “sector privado” de la economía cubana. AT, como la mayoría del activismo que se reivindica de ´izquierda´ en Cuba –y el legado de la revolución de 1959– es, contradictoriamente, partidaria de la defensa de la llamada “apertura económica”. AT piensa que el estado cubano debiera proteger a este sector particularmente castigado por la crisis económica asociada a la pandemia. Textual: para salir de la crisis –dice AT– “El redimensionamiento del lugar del sector privado en el campo económico tendrá que ser un paso imprescindible. Quien lea en ese programa una restauración capitalista será por ignorancia o por interés”.
La pandemia dejó caer de la noche a la mañana la hoja de parra de la bonanza del sector privado y de sus asalariados. “Si un sector está desprotegido en términos de derechos laborales en esta crisis –dice Ailynn Torres– , es el de quienes trabajan en el sector privado y, sobre todo, en la categoría de ´trabajadores contratados´ que por otro lado, están en mejores condiciones en relación con las muchísimas personas que trabajan de modo informal, sin contratos. En esta crisis, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social ha implementado un repertorio de medidas protectoras para quienes integran el sector estatal. Para el sector privado la situación cambia drásticamente. La posibilidad de suspender las licencias ha sido el camino habilitado”. Dice AT ,“se interrumpe el pago de impuestos pero no se aseg--uran ingresos” al sector. Según el programa del mencionado ministerio, si un negocio con personas contratadas continúa funcionando, los empleadores deben remunerar a los contratados en función del tiempo de trabajo efectivamente realizado y ese monto no puede ser inferior al salario mínimo del país. Si el negocio no funciona más, no hay protección adicional. El único camino es acogerse a la asistencia social que … no parece ser un camino factible para la mayoría potencialmente necesitada. Trabajadores y trabajadoras autónomas (verdaderos cuentapropistas) tampoco tienen protección”.
“Un informe –sigue Ailynn Torres– realizado por la agencia consultora AUGE sistematizó la información de veinte entrevistas a empleadores del sector privado de La Habana que tienen negocios en actividades de alto rendimiento dentro del sector privado. La fuente informa que implementaron medidas de protección a trabajadores contratados: 1) reordenar el contenido de trabajo de cada puesto de manera tal que no sea preciso despedir a los contratados que se han quedado sin funciones que cumplimentar dentro del negocio, 2) mantener el negocio operando aunque el nivel de ingresos y utilidades sea bajo, porque ello permite al menos continuar pagándoles a los trabajadores contratados, 3) pago de una compensación a los trabajadores interruptos, que podrían cubrir por máximo dos meses, 4) venta a los trabajadores contratados de alimentos a precio de costo o la donación de los mismos para ayudar a cubrir necesidades básicas. Esas respuestas, mínimas, es probable que no puedan implementarse por quienes se desempeñan en actividades menos prósperas o más afectadas por esta crisis. Pero, más importante que eso, es que nada les obliga a hacerlo…”.
La periodista cubana señala que “La situación de mayor desamparo para este sector no está determinada por la crisis de la Covid-19 sino por deformidades previas. El Reglamento del Código Laboral vigente –que abarca a ambos sectores– no ha equiparado los derechos y obligaciones asociadas al empleo en el sector estatal y no estatal. Los primeros cuentan con ´derechos laborales y prestaciones sociales amplias; los segundos, con mínimas normas´. En el sector privado los contratos son determinados (y no indeterminados, como la mayoría en el sector estatal) y eso permite a los empleadores cierta flexibilidad en el manejo de los ´recursos humanos´ y tiene consecuencias diversas. El contrato puede terminarse unipersonalmente por parte del empleador antes de terminar el plazo legal establecido y con una anticipación solo de quince días. No se especifica cómo se acumulan los días de vacaciones ni cómo se efectúa el pago de los mismos. El derecho a vacaciones queda a libre negociación y, como la negociación es desigual, termina afectando derechos o dependiendo de la buena voluntad de quien tenga más poder. Además, en el sector privado las personas contratadas no tienen derecho a pagos de seguridad social en caso de enfermedad cuya duración sea inferior a seis meses. Los conflictos que se pueden presentar entre quienes tienen contrato y quienes tienen la propiedad del negocio se dirimen, en la práctica, de forma personal y su resultado depende más de las condiciones patrimoniales previas del empleado (el grado de dependencia vital que tenga del empleador) y de sus competencias individuales, que de una norma que asegure derechos”.
Por supuesto que los TPC son negocios que aspiran a un régimen propio de cualquier sociedad capitalista normal y en este sentido han tenido todo tipo de choques con el gobierno de la isla. La periodista lo formula en sus propios términos: “Esa situación no puede leerse sin considerar las incontables trabas para la gestión y sobrevivencia que han tenido y tienen las pequeñas y medianas empresas existentes en el país y que, sin embargo, no tienen personalidad jurídica” . Pero precisamente amparándose en esta ´insegurididad jurídica´ las patronales están procediendo frente a la crisis económica con métodos propios del capitalismo previo a cualquier existencia de protección laboral.
El proceso restauracionista cubano se asemeja más a la época pre-industrial y de la esclavitud salarial en que el capital exprimía impiadosamente a la fuerza de trabajo, que a cualquiera de los procesos restauracionistas de los últimos 50 años, desde China a Rusia, desde Vietnam a Laos. He aquí como opera la ley del valor en una época de descomposición imparable como la presente.
La periodista que venimos siguiendo no se ha detenido en examinar al sector “emprendedor”. Por supuesto que se trata de un sector heterogéneo que ha venido creciendo sistemáticamente en los últimos 15 años. El salto que pegó desde la ´apertura´ de Obama no fue detenido por el reforzamiento del bloqueo bajo Trump; éste no afectó en absoluto los contactos entre ese sector y el extranjero. Al contrario, las transformaciones y desigualdades que han tenido lugar en la isla ininterrumpidamente desde 2011 son de dimensiones gigantescas.
Por un lado, según explica el ya citado Emilio Morales, “La ayuda económica de los exiliados cubanos ha sido un factor clave en el desarrollo de este naciente sector privado. El cual ha logrado crear un mercado de bienes y servicios que se estima entre 2.5 y 3.8 miles de millones de dólares” La multiplicación de los giros financieros desde Miami y otros centros ´familiares´ a la isla se transformaron en la principal fuente de financiamiento y acumulación capitalista en Cuba.
Humberto Pérez, otro economista cubano, declaró que “me inclino a pensar que la mayoría de los capitales originarios o iniciales de las actividades comerciales realizadas por cubanos han salido de remesas en dinero o especie de familiares o amigos cubanos en el exterior que, a veces, además, son los verdaderos dueños de los negocios usando a los cubanos residentes en Cuba como sus testaferros”.
Este sector, más que ´invertir´ en Cuba se ha transformado en la principal fuente de exportación de capital de Cuba hacia el exterior. Es decir, es un motor inmenso de fuga de capital. Una vez más, Emilio Morales, en un trabajo que tituló “Emprendedores exportaron 9 veces más que el capital extranjero que se invirtió en la ZEDM en el 2017” –la zona del mercado libre del puerto de Mariel, que aún está en marcha, lo explica. “Ni siquiera el anuncio de que la nueva Constitución reconocerá la propiedad privada y la economía de mercado, será un atractivo para frenar el éxodo de emprendedores y capital hacia el exterior. Solo un cambio radical de mentalidad y de leyes que permitan y estimulen el desarrollo del sector privado, con todas las prerrogativas y condiciones que se requiere, podrá detener este éxodo de talento y de capital”.
Como se ve el capital opera con su propia lógica: “La actividad inversionista en el exterior por parte de los emprendedores tomó fuerza hace varios años desde que en el 2011 el gobierno implementara las reformas … A partir de entonces, el sector privado creció a un ritmo vertiginoso generando miles de empleos y desplazando en algunos segmentos a las empresas estatales, a golpe de mejor oferta y calidad en los servicios. La mayoría de estos emprendedores se beneficiaron de la política aperturista implementada por el entonces presidente Barack Obama, la cual liberó los envíos de remesas y los viajes de los cubanos-americanos a la isla, propiciando de esta manera canales informales pero muy eficientes para el financiamiento de miles de negocios, que al paso de los años se fueron consolidando en el mercado.
Hoy muchos de estos negocios se han convertido en exitosas pequeñas y medianas empresas que aún no han sido reconocidas jurídicamente como tales. A partir de la nueva ley migratoria implementada en el 2013 por el gobierno cubano comenzaron los viajes de los cubanos al exterior. Esta puerta de salida ha permitido viajar a cientos de miles de cubanos a otros países … En el 2017 las personas que viajaron por motivos de negocios, trabajo e inversiones representaron el 47.04% del total …el grupo más sui generis era el que viajaba al exterior para invertir las ganancias que dejaban sus negocios en la isla. Este grupo de emprendedores con visión más estratégica ha ido creciendo en el tiempo, en la medida que el gobierno cubano ha ido apretando las tuercas a los TCP. Al principio, las inversiones se concentraban en bienes raíces, principalmente en Miami.
Posteriormente se extendió a mercados como Panamá y República Dominicana, adonde viajan miles de cubanos para hacer compras al por mayor que despachan hacia la isla a través de agencias de envíos. Muchos cubanos han comprado apartamentos y viviendas para dar hospedaje y servicio de transporte a estas personas en sus ´viajes de compras´… Algunos con más capital crearon agencias para el transporte de mercancía y el empaque de productos y otros compraron camiones para el transporte de mercancías, etc. Pero lo más importante es que muchos de ellos se han hecho residentes en terceros países, como por ejemplo EE.UU, Panamá”, etc. … “El estatus de residente en el exterior ha permitido a miles de emprendedores exportar su capital y tenerlo a salvo en caso de cualquier imprevisto o contingencia que se produzca en el mercado cubano … una masa grande de emprendedores exitosos exporta su capital para invertir en otros mercados, donde no existen esas restricciones y donde no se persigue la generación de riqueza”.
Mientras la burocracia de estado ha dejado a este sector crecer y transformarse en la gangrena que se acaba de mostrar, el sector estatal de la economía ha mostrado un comportamiento completamente errático. Cuba tiene un déficit en materia de infraestructura básica que es sólo comparable a la de los países más atrasados de la región. El retroceso relativo cubano, por referencia al concierto de naciones de Latinoamerica y respecto a los últimos 50 años (y mucho más si lo remitimos al período posterior a los ´90), es pavoroso. Lo que de ninguna manera se explica sólo el embargo norteamericano.
En tres sectores básicos, Cuba es un verdadero desastre: la vivienda, su industria alimenticia y la situación de la vejez. Cuba tiene un déficit habitacional y un deterioro de la vivienda popular que es probablemente único a escala continental. Cuba importa más del 70% de los alimentos que consume y tiene el campo probablemente más ineficiente de América Latina (la industria ´insignia´ de la economía cubana prácticamente ha desaparecido –Cuba produce en la actualidad menos azúcar que en la época pre-independiente). A excepto de la industria tabaquera –único sector en el que Cuba ha tenido cierto progreso (de la mano de una asociación con capitales brasileros), la industria cubana está por detrás de la industria cubana previa a la revolución de 1959 (el enfeudamiento de la economía cubana al Comecom y la ex URSS fue nefasto). Cuba tiene, por último, una de las tasas de natalidad más bajas de la región y una de las poblaciones más longevas –sin embargo, el sistema jubilatorio cubano apenas garantiza jubilaciones que no alcanzan en promedio a los u$s 25 mensuales.
La inversión pública cubana, la más relevante de la isla, es motivo de crecientes cuestionamientos. Pedro Monreal, un prominente economista cubano y ex funcionario, viene criticando agudamente el curso que ha tomado: “¿Por qué la inversión cubana en servicios empresariales e inmobiliarios experimentó un salto en apenas cuatro años que la ha convertido en casi la tercera parte de la inversión total del país? Ninguna otra de las 18 categorías de ´actividades´ registradas en el Anuario Estadístico de Cuba se aproxima, ni de lejos, a ese enorme peso”.
Esos “servicios” son fundamentalmente inversiones hoteleras en sociedad con capital extranjero. Este salto se ha dado en el mismo período en que Cuba ha sido desplazada de los primeros lugares del turismo receptivo del Caribe, especialmente por República Dominicana, tanto por precio como por calidad. Cuba ha acentuado este rasgo parasitario de su economía (ni hablar del derrumbe presente de la actividad) desatendiendo todos los otros rubros de la inversión pública. La incidencia de esos servicios representan “una inversión por trabajador ´estratosférica´: 45 veces superior al dato para la agricultura, 19 veces superior a la industria, y casi 11 veces superior a la inversión por trabajador en la actividad de ciencia e innovación” (ídem). Este agudo especialista se hace tres preguntas: Cuba tiene “¿Una inversión con esteroides?” en materia de hotelería; es ésta “¿Una actividad con una inversión ´sobregirada´?”; Cuba tiene “¿Una pirámide invertida en la inversión?”.
“¿Cuál pudiera ser –se pregunta Pedro Monreal– la racionalidad de esos abismos sectoriales en la inversión por trabajador?”. Su respuesta: “Con la información disponible no es posible responder esa pregunta”. O sea, la burocracia lo esconde. “Lo que sí parece evidente es que la inversión por trabajador en Cuba es excesivamente baja en un sector clave como la agricultura (mayor empleador del país y garante de la seguridad alimentaria del país) y es exorbitantemente alta en una actividad como los servicios empresariales e inmobiliarios”.
La ´planificación económica´ en Cuba no sólo no es motivo de discusión democrática: “se hace difícil entender el carácter racional de la planificación en Cuba, por lo menos en cuanto a su función en la asignación de recursos escasos para la inversión”.
Es indudable que Cuba se encuentra, definitivamente, en un enorme período transicional. El sistema burocrático se ha transformado, desde hace bastante tiempo ya, en una freno al desarrollo de las fuerzas productivas.
El proceso de “apertura” del último cuarto de siglo no ha abierto ninguna perspectiva de progreso. El capital sólo vá a Cuba para apropiarse de sus recursos y de su calificada mano de obra, produciendo al mismo tiempo una fuerte diferenciación social, que reúne a sectores ligados al aparato del estado y al capital de Miaimi. Cuba demanda de llevar la revolución de 1959 a una nueva transición revolucionaria, de la mano del proletariado y parte de la revolución mundial.