Política ObreraRevista
Revista teóricade Política Obrera

Sostiene Mercatante

Escribe Ana Belinco

Tiempo de lectura: 8 minutos

En un artículo titulado “El imperialismo hoy: ¿hacia un ´caos sistémico’?, publicado el 20/9 en la revista teórica del PTS Ideas de Izquierda, Esteban Mercatante, coeditor de su sección de economía, se propone discutir un marco conceptual para abordar las implicaciones de lo que define como el retroceso norteamericano y su respuesta para mantener la primacía mundial.

La pandemia no ocupa lugar en ese marco conceptual. Es mencionada al pasar al final del artículo como un elemento suplementario, que operaría sólo como atizador de la lucha de clases. Mercatante dice al final: “Similar trayectoria de ´crisis orgánicas´ y ´furias´ observamos durante la última década en otras latitudes. Desde la crisis de 2008, además del Brexit y la corrosión por derecha y por izquierda del ´extremo centro´ de los regímenes políticos en la UE, registramos también dos oleadas de profunda lucha de clases que recorrieron el planeta. Esta se está reanimando ahora al calor de la pandemia”.

No existe el intento de colocar la pandemia en un marco histórico-natural, como definió Marx a su método de investigación en el prólogo al Capital. Muchos estudiosos serios han señalado el vínculo de esta pandemia y la racha de epidemias que la precedieron con la destrucción del medio ambiente y del cambio climático, una producción insalubre de alimentos en base a modificaciones transgénicas, un sistema sanitario al servicio de los pulpos de la biotecnología y de la industria farmacéutica -en definitiva, con un sistema que pone a la vida, para decirlo de alguna manera, por debajo de los beneficios. La pandemia ha dado a la decadencia del capitalismo una proyección histórica inédita. De otro lado, al socavar las bases del trabajo productivo en general ha forzado a un rescate que deja empalidecido a los que lo precedieron en bancarrotas recientes – con la consecuencia de llevar las deudas de las corporaciones, familias, bancos y estados a niveles de default colectivo.

Internacionalización y estados nacionales

Más relevantes que las elaboraciones de todos los teóricos del imperialismo a los que alude Mercatante, fue el trabajo de Lenin. Al apuntar al imperialismo como “un estadio superior” del capitalismo, puso de manifiesto que es el producto de un desarrollo extraordinario de las fuerzas productivas, que ha permitido unir en una red a todas las naciones y creado un verdadero mercado mundial – de mercancías y capitales. Dialécticamente, sin embargo, advierte que, por la misma razón, es un sistema en declinación, al reemplazar al capitalismo de libre competencia por el capitalismo en que predomina el monopolio y las asociaciones internacionales monopolistas, y que subordina la exportación de mercancías a la exportación de capitales. Se desarrolla en forma más acentuada el capital parasitario, que hoy día domina el proceso de acumulación ficticia de capital.

El imperialismo desenvuelve las contradicciones del capital a un estadio superior. La internacionalización es, a la vez, una expresión del dinamismo del capital y de los límites históricos de su desarrollo. Esta contradicción es la partera de guerras y revoluciones. En nuestra critica al informe político del Partido Obrero Oficial https://politicaobrera.com/politicas/2743-critica-al-informe-politico-del-partido-obrero-oficial, se lee: “Así como Lenin había caracterizado a la época del imperialismo como una fase de transición al socialismo, en que la socialización extrema de la producción se desarrolla en paralelo a la concentración del capital en cada vez menor número de manos. Se configura un estado intermedio entre dos sistemas sociales antagónicos, y una tendencia a la extinción de la ley del valor, como consecuencia de la sobreproducción crónica de mercancías y capitales. La acumulación de un enorme capital ficticio constituye una fase de transición catastrófica (revolucionaria) del capitalismo al socialismo”.

Para Mercatante (y para el PTS en general), Trotsky habría procedido de otro modo, al elaborar un método “...para caracterizar el equilibrio capitalista” (sic). Lo mismo se ha dicho de Marx – que sus esquemas de reproducción demostraban que el capitalismo está fundado en el equilibrio, dejando de lado la anarquía del mercado. Las relaciones sociales son presentadas en forma unívoca: toda venta supone una compra y toda compra una venta; la dificultad de encontrar mercado para la producción estaba superada y el sistema retornaba siempre al ‘equilibrio’

En realidad, todo desequilibrio presupone condiciones de equilibrio. En tanto en la fase ascendente del capitalismo, las crisis periódicas, o sea la tendencia al desequilibrio, recreaban o renovaban las condiciones para un mayor desarrollo de las fuerzas productivas (equilibrio), bajo el capitalismo en decadencia, las crisis pierden su condición de corto plazo para convertirse en depresiones y bancarrota de largo alcance. Los períodos de recuperación tienden a abreviarse y a operar por debajo de la capacidad potencial de producción. Algo equivalente ocurre en el terreno ‘geopolítico’: en tanto las guerras nacionales del siglo XIX y principios del XX, desarrollaron los mercados y los estados nacionales, las guerras imperialistas son inducidas por la necesidad de un repetido reparto de zonas de influencia. El condicionamiento del desarrollo de los nuevos estados nacionales al movimiento y los intereses del capital internacional y de los estados imperialistas (opresores), genera guerras nacionales que no encuentran un marco histórico internacional apropiado, por eso sólo pueden realizar sus objetivos si adquieren un carácter “permanente”.

En definitiva, lo que Trotsky advirtió a la ultra izquierda y a los teóricos de “la ofensiva” (Zinoviev, Radek y Bujarin), y que Mercatante deforma, es que la contención de un ascenso revolucionario o directamente la derrota de ese ascenso, o sea la tendencia al desequilibrio revolucionario, es contrarrestada por un equilibrio contrarrevolucionario, fugaz o de mayor alcance según el grado de esa derrota, que desatará nuevos desequilibrios, solo que mayores. Los partidos revolucionarios deben ajustar su táctica a este movimiento contradictorio, y ratificar su estrategia, que se basa en la tendencia a desequilibrios potencial o efectivamente revolucionarios. Es necesario partir de la decadencia histórica del capital y considerar las contradicciones de la acumulción capitalista como una totalidad en desarrollo, o sea la lucha de clases. La influencia de la lucha de clase del proletariado tiene repercusiones económicas más intensas y decisivas en la época de decadencia capitalista, en tanto que la decandencia capitalista tiende a un desarrollo contrarrevolucionario de la burguesía mundial. En lugar de un Bismarck que realiza en forma bonapartista las tareas de la revolución de 1848, tenemos un Hitler que desarrolla en forma fascista las tendencias expansionistas del capital alemán.

Mercatante continúa: “Este método fue expuesto ahí para el análisis de situaciones o coyunturas (...)Tomándonos una cierta licencia, podemos tomar el mismo concepto de equilibrio capitalista para la caracterización de períodos más largos, aunque en este caso estaríamos hablando de una situación menos dinámica y variante. Sería un equilibrio más en el sentido de condiciones generales para la reproducción de las relaciones capitalistas bajo determinados equilibrios entre las clases y los Estados”. Puesto en castellano, Mercatante pasa del equilibrio coyuntural o episódico al equilibrio histórico – largo plazo, en la época actual. La pandemia no le ha quitado la moderación. Cuando dice que “La ´vuelta a la normalidad´ es un sueño eterno” (sic), alude a la inexpugnable capacidad del capitalismo de recomponer nueva snormalidades y nuevos equilibrios, lo cual supone lo contrario, o esa desequilibrios cada vez mayores. Es un principio de la dialéctica: el movimiento es determinado por la negación – la negación del ‘equilibrio’ y la ‘armonía ‘capitalistas.

Que en esta época de pandemias, desplomes económicos gigantescos, rebeliones populares y guerras imperialistas directas o por delegación, se ponga el énfasis en el equilibrio de un sistema cuya dinámica tiende al desequilibrio, advierte la intención de fundar una estrategia política en un principio fuera de la realidad, pero funcional a una orientación conservadora. El economista del desarrollo Joseph Schumpeter presentó la tendencia al desequilibrio, en forma apologética, como “una destrucción creativa”.

La contradicción entre las formaciones nacionales, de un lado, y la mundialización, del otro, que Mercatante destaca ahora, acompaña la historia del capitalismo. La depresión capitalista de 1873 desató el período de exportación de capitales a la periferia; en la última década de ese siglo comienza la etapa superior de la lucha interimperialista por territorios ya apropiados. El primer tramo de esta carrera lo motorizan Gran Bretaña y Alemania, y al final de ella aparece (por los palos) Estados Unidos (que primero se asegura Centroamérica y el Caribe). La ‘globalización’ es otra cosa: es la etiqueta de la restauración capitalista en la ex URSS y China, de una parte, y la gigantesca explosión de capital financiero y ficticio a que dio lugar. Lejos de un período de equilibrio ha reinaugurado un período de desequilibrios enormes; lo constatan incluso los politólogos que hablaban del ‘fin de la historia’. Es una expresión a derrota de los intentos de revoluciones políticas en los ex ‘estados socialistas’. Apenas siete años después de la disolución de la Unión Soviética comienza la gran onda de bancarrotas: 1997, 2000, 2017/2009, 2010, 2019/…. La crisis griega, el Brexit.

El derrumbe de la ‘globalización’ lo han puesto de manifiesto la guerra comercial internacional y en la repatriación parcial de capitales impulsada por Trump. Este ´repliegue´ es solo aparente, porque se trata de un realineamiento o reacomodo de fuerzas, para pasar de la guerra comercial a la guerra sin aditivos. La burguesía llama a las armas a los estados nacionales, para imponer una colonización mundial de características bárbaras. Los estados nacionales son convocados para la guerra – en verdad el puñado de estados imperiales. Es una tendencia, que nace de los límites alcanzados por la vieja globalización, que se fundió en la ilusión de que la restauración capitalista podía ser un proceso ´pacífico´. Mercatante está viendo otra película cuando nos propone la perspectiva del equilibrio capitalista.

Ni hablar después de la pandemia, que ha incubado bajo la superficie un desequilibrio sin precedentes en la historia. No será superada ni en la mejor variante de todas las que se tejen acerca de la vacuna. Porque ha dejado a la humanidad a merced de nuevas pandemias, y a la economía en un default mundial. Para Mercatante “Si algo distingue el abordaje de Trotsky es que (...) la lucha de clases y la geopolítica están unidas en un mismo esquema, determinadas por –y a la vez determinando a– las tendencias económicas”. Desde este esquematismo, para el economista del PTS, la humanidad es una morfología compuesta de elementos agregados: geopolítica, economía y lucha de clases cada tanto; no es una totalidad dialéctica, movida por el agotamiento histórico del capitalsimo. Nos propone una mirada de la totalidad por agregados y no al revés – los elementos separados dentro de una totalidad. Operando como lo hace Mercatante no hay movimiento histórico ni contradicciones, sino aspectos que pueden desequilibrarse por fenómenos exteriores a ellos.

Pero el Capital es una totalidad orgánica, no puede escindirse, contraponerse y explotar sino a través de su propio desarrollo. Los estados nacionales son un componente indisoluble del capitalismo en su desarrollo histórico – propulsivo y regresivo. El capital no se puede desprender de esas formaciones nacionales porque está incapacitado de socializar a la humanidad en términos universales. No es que no haya una burguesía mercadointernista por aquí y otra trasnacional por allá como pinta el economista, sino que forma parte de un todo único contradictorio. Martín Guzmán quiere recuperar un régimen económico y monetario autónomo para Argentina, pero fracasa porque el sistema monetario internacional desarrolla contradicciones explosivas. El macrismo se desmoronó, a partir de finales de 2017, cuando la Reserva Federal ¡movió la tasa de interés!

El Estado capitalista asegura la reproducción del capital, pero sólo a partir de los recursos del mismo capital, como su compañía de seguros. Para salvar a las ifinanzas públicas, Guzmán, de nuevo, mendiga la exportación de unas toneladas de soja. Como un cuerpo vivo en su estadio de decrepitud el capitalismo ingresa a una época signada por la reacción generalizada preñada de catástrofes sociales y económicas – y, ahora, una catśtrofe sanitario-ambiental-económica, sobre la existencia social misma.

Suscribite al canal de WhatsApp de Política Obrera