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Sobre una "Conferencia Latinoamericana": una estafa por partida doble (o triple)

Escribe Osvaldo Coggiola

Tiempo de lectura: 11 minutos

La dirección “oficial” del Partido Obrero (PO) de Argentina ha dado a conocer un llamamiento “por una Conferencia Latinoamericana de la izquierda y el movimiento obrero”, dirigido al FIT-U (Frente de Izquierda – Unidad, de Argentina), a la izquierda y al movimiento obrero combativo (latinoamericano).

En los seis años precedentes, el PO organizó y participó en tres Conferencias Latinoamericanas, realizadas, respectivamente, en San Pablo (con la participación, entre otros, del principal líder anti-golpista del Paraguay, el diputado Ricardo Canese, y el ex director de la Petrobras, Ildo Sauer; Pablo Rieznik fue uno de los representantes del PO; en Montevideo (con la participación de dirigentes anarquistas y debates públicos con dirigentes el Partido Comunista Uruguayo); y en Buenos Aires (con la participación de delegaciones de varios países, incluida una delegación de dirigentes e intelectuales brasileños). Todas esas actividades fueron acompañadas de actividades públicas en la universidad pública de cada ciudad-sede, y las dos últimas concluyeron en actos públicos. En todas ellas fueron aprobadas declaraciones políticas, incluyendo caracterizaciones de la situación latinoamericana, pronósticos y propuestas políticas.

La lógica más elemental indicaría que el llamamiento a una nueva (o cuarta) Conferencia Latinoamericana debería partir de un balance de esos eventos y documentos políticos, confrontados a los desarrollos ulteriores, tal como realizó explícitamente, por ejemplo, el llamado a la conferencia de Montevideo. Y, si el llamado actual incluye nuevos potenciales participantes (en este caso, los partidos miembros del FIT-U), explicarlas políticamente. Uno de ellos, inclusive, el PTS, se refirió públicamente a la conferencia de San Pablo en términos insultantes, ignorantes e insolentes, motivando una respuesta del que suscribe, publicada en Prensa Obrera. Curiosamente (o no tanto, como veremos a seguir), el actual llamado no hace nada de eso. La actual Conferencia Latinoamericana parece nacida de un repollo. Al analizar el contenido político del llamamiento, como veremos, es posible verificar que lo apuntado, lejos de ser la manifestación de una simple desidia o un descuido, constituye un método político, que busca crear un hecho político acorde con su contenido.

El principal hecho político situado entre la conferencia precedente y el actual llamamiento es la crisis del propio Partido Obrero y la evolución de su dirección. La formación de una tendencia (pública) de oposición a la dirección electa en su XXVI Congreso, y a su rumbo político, motivó, como se sabe, la exclusión de, o ruptura con, los militantes y simpatizantes que adhirieron a la Tendencia y su plataforma política, en número de aproximadamente 1.200, totalizando algo alrededor del 40 por ciento o más aún del efectivo militante del partido. Más que el número en sí, importa el método con el cual las exclusiones fueron (y siguen siendo) realizadas, sin debate ni proceso político, y apelando a métodos de “acción directa” (cambio de cerraduras y cierre de locales, uso del Estado y su legislación antidemocrática para usurpar direcciones legales y candidaturas electorales, modificación secreta – y sancionada frente al Estado – de los estatutos partidarios, insultos sin medida ni límites vehiculados a través de órganos partidarios y redes sociales, y un buen etc.) todos sin precedentes en la historia del PO o del trotskismo. Uno de los excluidos, Jorge Altamira, no sólo es el principal dirigente histórico y fundador del PO, sino también el responsable (designado por el partido) por el informe político que presidió exactamente la última Conferencia Latinoamericana, y su portavoz en el acto público con el que ella concluyó.

El llamamiento actual parte de “un nuevo escenario mundial, signado por la irrupción de grandes levantamientos populares. Esta onda ascendente tiene sus expresiones, con sus particularidades, en Medio Oriente, en Europa y en Asia. América Latina, por su parte, ha pasado a ser uno de los epicentros de este proceso”. Tal como la propia Conferencia, la “onda” y el “escenario” aludidos no sólo son “nuevos”, sino que también parecen haber nacido de un repollo. Su único espermatozoide u óvulo visible seria “una debacle financiera, como la que se precipitó en 2008” – una situación del pasado que habría sido superada (no es quisquilloso apuntar el uso del tiempo verbal en pasado) en los años sucesivos, pero que amenazaría repetirse (“la economía mundial avanza a una recesión”), en versión empeorada, por motivos que los autores del documento guardan en estricto secreto. Afirman ellos que los recursos monetaristas anti-crisis usados en 2008 se han agotado (lo que no dice nada acerca de su éxito o fracaso mientras “tuvieron vigencia”, pues nada se agota antes de desplegar sus potencialidades); la “nueva recesión” estaría aleatoriamente vinculada a ese agotamiento, aunque también a “la crisis de sobreproducción y sobreacumulación de capitales que se extiende tanto en la producción industrial, incluida (sic) las industrias de punta como la que produce las materias primas”. Se trata de dos órdenes causales diferentes. El segundo se vincula (putativamente, en el caso que nos ocupa) al agotamiento (o declinación) histórico del modo de producción capitalista, un concepto que brilla por su ausencia en el “llamamiento”, y que constituye la piedra basal de la estrategia (programa) revolucionaria y, subsidiariamente, el eje de diferenciación del trotskismo del resto de la izquierda, inclusive para el análisis y pronósticos relacionados con las situaciones coyunturales (aquellas que se explicarían por el éxito o fracaso relativos de las maniobras monetarias u otras de corto plazo).

El llamamiento, por lo tanto, no tiene carácter programático, sino coyuntural, lo que obviamente tiende a facilitar eventuales acuerdos sin principios, porque las coyunturas cambian, los principios no (a no ser para los marxistas de la tendencia Groucho). Los acuerdos coyunturales existen exactamente para saltar por encima de los principios. Esta, desde luego, es la base del reformismo socialdemócrata, aunque éste se caracterizaba por citar los principios como un saludo a la bandera, para luego concentrarse en los “objetivos inmediatos”, que pueden cambiar en cada coyuntura, hasta llevar al apoyo a la guerra imperialista, en nombre de la “realidad inmediata”, manteniendo a la dictadura del proletariado y al socialismo en el “libro sagrado” o en los rollos del Mar Muerto. Al que opine que eso sería una evocación dogmática de situaciones viejas de un siglo, le recomendamos consultar la opinión de árabes y medio-orientales (ya que el llamamiento se refiere al Medio Oriente) acerca del voto parlamentario favorable de socialistas e izquierdistas europeos a las mortíferas invasiones imperialistas en Asia y el Medio Oriente.

“La crisis”, para los autores del llamamiento, es un fantasma omnipresente, aleatorio y uniforme, lo que significa vaciar ese concepto de cualquier significado. Inútil será preguntarles acerca de la especificidad de la crisis iniciada (y nunca concluida) en 2007-2008 en América Latina (y, dentro de ella en cada país o grupo de países) pues ésta se caracterizó por una caída del PBI y un aumento general del desempleo, y al mismo tiempo por resultados favorables en la balanza comercial (debido a la onda especulativa sobre la materias primas, después de la quiebra de los mercados inmobiliarios y de las Bolsas de las metrópolis imperialistas) y, en algunos casos, hasta en la balanza de pagos (capitales). Éstas no son curiosidades para economistas o estadísticos, pues estuvieron en la base de la ampliación de los programas sociales dirigidos a atender, justamente, a los desempleados “coyunturales”: fue el período, en Brasil, por ejemplo, en que el “Bolsa Familia” fue extendido para más de un cuarto de la población del país (lo que fue uno de los factores que favorecieron tres reelecciones presidenciales consecutivas del PT, con efectos sobre la izquierda continental y mundial que dispensan comentarios). Ni hablemos de Venezuela.

Una ausencia ensordecedora del “llamamiento” es, exactamente, la de un balance (o siquiera una mención) de los “programas (o planes) sociales” latinoamericanos. Una marca del continente, que permitió a sus “representantes” presentarse en los foros mundiales como responsables de los más grandes programas históricos de erradicación de la pobreza llamada “absoluta”, recibiendo hasta premios internacionales (Lula fue postulado, antes del golpe que derribó a la presidente petista, y de la “Operación Lava Jato” que lo metió en cana, como postulante al Premio Nobel de la Paz). En el caso del PO, que administra algunas decenas de miles de planes sociales bancados por el Estado a través del Polo Obrero, la ausencia de cualquier mención al asunto ensordece más que una banda militar tocando entera en una pieza de pensión. Los planes sociales, presentados como “de emergencia”, se transformaron en permanentes (aunque no constitucionales) debido a la incapacidad de los gobiernos nacionalistas, populistas, reformistas (apoyados por un enjambre de izquierdosos) en abrir una vía para la creación de empleos a través del desarrollo e industrialización independiente de sus países, sobre la base de la expropiación del imperialismo y del gran capital.

Sobre todo, la erradicación importante de la pobreza “absoluta” (riesgo inminente de muerte por inanición) no contuvo el proceso de descomposición social (alimentado, entre otros factores, por el consumo y tráfico internacional de drogas), que se expresa en el hecho de que, por ejemplo, de las 50 ciudades más violentas del planeta, 43 se encuentren en América Latina (en Brasil mueren por homicidio, anualmente, más personas que las asesinadas por la agresión imperialista a Irak) y ha encontrado una manifestación dramática en las fugas en masa de trabajadores de América Central hacia los EEUU (un “detalle” que los autores del inútilmente extenso “llamamiento” siquiera mencionan). Los sociólogos se preguntan (y algunos hacen un negocio de la interrogación): ¿la reducción de la pobreza no iba a llevar a una reducción de la criminalidad, según los manuales? Al que diga que todo eso es verdurita reservada para las páginas policiales (no las políticas) de los diarios, les recordamos que el “combate a la inseguridad” fue el leit motiv de la campaña electoral de Jair Bolsonaro, que obtuvo la friolera de 60 millones de votos (más que toda la extrema derecha europea junta) en las últimas elecciones presidenciales. Y es la base (pretexto) de la constitución de los escuadrones de la muerte y las bandas milicianas que, nuevamente en el caso brasileño, hacen sus víctimas de modo impresionantemente preferencial en la población joven y negra de las periferias urbanas (sobre la opresión homicida de la población y la juventud afrodescendiente en América Latina, el “llamamiento” no dice ni jota...).

Sobre esos “detalles” (permítasenos la ironía) y otros igualmente importantes, el “llamamiento” no dice nada. Lo que significa que, hablando, aparentemente, de un montón de cosas “latinoamericanas”, no habla, en realidad, de nada. Reivindica, sin pensarlo, “una jubilación equivalente al 82% del salario del trabajador en actividad” para todo el continente (sin saber, por ejemplo, que en Brasil se lucha por el 100%, en el caso de los estatales). No le llama la atención, por ejemplo, que después de una amenaza verbal (que se tuvieron que meter en el orto) de atacar los planes sociales, los fachos latinoamericanos que llegaron al gobierno no los hayan tocado (por ahora) dejando los medios de sustentación elemental de un porcentaje enorme de la población en un limbo jurídico-institucional, lo que da una de sus bases al reclamo político-constitucional en diversos países (algunos de los cuales hasta aprobaron la “renta mínima”, sin implementarla). La reivindicación de Asamblea Constituyente, que el llamamiento del PO tira a la marchanta (después de haberla ocultado en la campaña electoral argentina) no pasa de una formalidad o un taparrabos.

Para mantener las puertas abiertas hacia acuerdos con griegos y troyanos, el llamamiento evoca simultáneamente, como signos de la actual etapa política, la ya mencionada “onda ascendente de levantamientos populares” y una “una ofensiva estratégica [del capital], pues la clase capitalista pretende imponer un retroceso histórico de las condiciones de vida de las masas”. Si lo que la clase capitalista “pretende” configurase una “ofensiva”, ella se encontraría siempre a la ofensiva (y estaríamos bien jodidos, si ésta tuviera bases reales). Lo que la clase capitalista pretende es mantenerse en el poder económico y político (y mantener o aumentar la tasa de beneficios) para lo cual apela a veces a la ofensiva, y a veces a la defensiva, porque así es la lucha de clases (y toda lucha, en general): si la clase capitalista estuviera siempre a la ofensiva, ya la hubiéramos destruido hace un buen tiempo.

Insistimos en que no encontramos frente a un método, aunque probablemente los autores del “llamamiento” ni sepan qué es un método. La “onda de levantamientos” afectaría por igual a gobiernos neoliberales, fascistas o nacionalistas burgueses (una categoría uniforme en la que engloban al indigenismo boliviano, que llegó a amenazar con la constitución de milicias populares, al entreguismo izquierdoso petista, al chavismo, al peronismo y algunos más). Todas esas corrientes también habrían nacido de uno (o varios) repollos, y sus enfrentamientos (que dividieron a varios países, llevándolos al borde de la guerra civil) serían artificiales, pues en la sabiduría (ciega) de nuestros autores, todos los gatos son pardos. Los sabihondos autoproclamados salen de entrada al cruce contra el “impresionismo” provocado por el ascenso de la extrema derecha o del fascismo en algunos países, que no indicaría la tendencia hacia una polarización política o de clase. ¡Qué carajo importa que Bolsonaro, en las últimas elecciones argentinas, violando arriesgadamente toda regla diplomática, haya apoyado explícitamente a Macri! O que haya propiciado explícita y decisivamente un sangriento golpe de estado en Bolivia. Son, todos, golpistas y golpeados, la misma mierda. Sería interesante que los convocantes de la “conferencia” enviaran algunos de sus rentados a hacer encuestas acerca del “impresionismo” en las favelas de Rio de Janeiro dominadas por las milicias (con apoyo oficial) o en las marchas de desesperados centroamericanos que huyen de la miseria, la represión y las “maras”, en lugar de dedicarse a cambiar cerraduras de locales o a afanar equipos y materiales.

Para los que insistan en que la derecha se ha vuelto medio peligrosa, se citará la frase referida a la “ofensiva estratégica del capital” (los “ajustes”). Y para los que aduzcan la crisis de dirección evidenciada por los levantes populares, se argumentará su carácter espontáneo – nacidos por partenogénesis – (no nacidos “no de treinta centavos, sino de treinta años”, como dicen los chilenos) y se los enviará al “programa” (o supuesto tal) propuesto por el “llamamiento”. Que viene a ser un vómito de consignas, que van de los aumentos salariales y la oposición a las reformas jubilatorias, las nacionalizaciones, el control obrero, el “gobierno de los trabajadores”, el partido obrero revolucionario, la industrialización a rajatablas y la defensa del medio ambiente (sin siquiera cuestionarse si no existe contradicción entre ambas), la Asamblea Constituyente, los “congresos de bases” y la “huelga general continental” (convocada por las centrales existentes), sin vincular nada con nada, hasta la defensa de las reivindicaciones femeninas y de los pueblos originales, en fin (la lista no es completa), lo que cada uno quiera “pescar” según sus preferencias. Si el programa de transición de la IV Internacional es un “sistema de consignas”, históricamente fundamentadas y estructuradas en una articulación lógico/política, estableciendo “grados (o peldaños)” en la lucha por la dictadura del proletariado, lo que el “llamamiento” propone no es un sistema, sino un licuado. Que no tiene, desde luego, la menor importancia, pues es sólo un taparrabos del objetivo político real. La pata de la sota se evidencia cuando, al finalcito, después de pintar incoherentemente una realidad latinoamericana que sería también incoherente, se afirma: “Rescatamos al FIT, y ahora al FIT-U, como un campo de independencia de clase que contrasta con el escenario reinante. El punto de partida y la base de desarrollo del FIT ha sido una demarcación con el nacionalismo burgués y los partidos patronales y en especial con la gestión kirchnerista”. Con una pequeña aclaración: “No se nos escapan, sin embargo, las contradicciones y los límites del mismo: se ha circunscripto, prácticamente, a una intervención meramente electoral”, durante una década, lo que, en materia de coyunturas, no es poquito. Y no se dice ni una palabra acerca de porqué ello sucedió (o sea, una estafa al cubo). Lo que debe quedar claro, antes de la “conferencia”, es que en ella habrá “ejemplares” (los partidos del FIT-U) y, valga el neologismo, “ejemplados” (los demás). Dejemos la política un instante de lado: ¿se puede ser tan caradura? Qué contraste con el bolchevismo, que luchó hasta la desesperación contra la “rusificación” de la Internacional Comunista (llegando al punto de Lenin afirmar que estaría dispuesto a sacrificar la Revolución de Octubre – un evento un poquito más importante que obtener 2% de los votos en una elección presidencial – en pro de la revolución alemana, históricamente superior por su potencial proyección mundial).

¿Para qué es, pues, esta “Conferencia Latinoamericana”, qué pone en evidencia y qué hacer frente a ella? Su objetivo central es sellar un acuerdo aparatesco entre las corrientes del FIT-U, con vistas a futuros dividendos electorales y financieros, enterrando todo el debate político (estratégico) entre los partidos que lo componen (inclusive los recién llegados), obteniendo para ese objetivo podrido un aval “internacional” (o “latinoamericano”) y, sobre todo, enterrando de una vez por todas el debate en el interior del Partido Obrero acerca de la espantosamente rápida y profunda degeneración política, intelectual, social y moral de su dirección circunstancial. Cabe, por lo tanto, reiterar la exigencia por el reconocimiento de la Tendencia del PO, con todos sus derechos partidarios, en defensa de un debate político democrático, sin abrigar ninguna ilusión en la “democratización” eventual de una conferencia que será, si realizada, regada de maniobras de aparato y pequeños sobornos, como los que ya caracterizan más que ampliamente la lamentable (y despreciable) involución política del Partido Obrero.

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