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“Es un horror. En la ´línea cero´ es puro horror. Es una matanza, un genocidio. Hay muertos por todos lados. Rusos muertos, ucranianos muertos... el problema más grande que tenemos cuando avanzamos para asaltar las trincheras es pisar todos los cuerpos que ya están ahí de los últimos que lo intentaron; estas cosas te mantienen despierto de noche”.
Con estas palabras describe un voluntario irlandés, que luchaba del lado del ejército ucraniano, la situación en la ofensiva de Zaporiyia (Sky News, 11/7). La ofensiva ucraniana ya acumula casi un trimestre habiendo logrado resultados muy magros con respecto a los objetivos tácticos y operacionales que se había propuesto.
El objetivo estratégico de la ofensiva en Zaporiyia consistía en cortar el puente terrestre (de unos 100 km de profundidad) que une a Donetsk con Crimea, pasando por Zaporiyia y el banco oriental de Jersón. Para esta operación y ofensivas secundarias de apoyo, Ucrania ha preparado una fuerza que consta de ciento cincuenta mil hombres (Político, 1/8). Los rusos construyeron una serie de líneas fortificadas multicapadas en profundidad que corren de este a oeste para proteger este puente terrestre. Estas líneas son la pesadilla de cualquier general: se componen de varios tipos de fortificaciones y obstáculos. Intentar atravesar cualquiera de estas líneas implicaría bajas considerables para cualquier fuerza militar. En adición, el esquema ruso opera de acuerdo al principio de ´defensa en profundidad´, lo cual quiere decir que el objetivo no es necesariamente no ceder terreno al enemigo, sino hacerlo pagar el mayor precio posible para avanzar, mientras que los defensores se retiran a líneas defensivas traseras desde donde repetir el proceso.
Los ucranianos atacaron sobre tres ejes en dirección sur, desde el pueblo de Kamianske, cerca del extremo occidental del frente, desde Orejovo en el centro y por último desde Velyka Novosilyka. A modo general, los tres avances están estancados aún al norte de la primera línea de defensa rusa, en la zona delantera que se llama ´zona de seguridad´. En el eje de Kamianske, los ucranianos no pueden avanzar más al sur del poblado de Piatijatki. Este avance de apenas unos 2 km fue muy prontamente abandonado por la falta de perspectivas. En el eje de Velyka Novosilyka, los ucranianos lograron avanzar casi toda la mitad de la profundidad de la ´Saliente de Vremisvke´, una suerte de cuña que se extendía hacia el norte unos 20 km por delante de las líneas fortificadas. Hace pocos días lograron controlar los pueblos de Staromaiorske y Urozhane, aprestándose a atacar Staromlinyvka, que todavía se encuentra a unos 6 km al norte de las fortificaciones. El eje de avance desde Orejovo ha sido el esfuerzo principal, teniendo como objetivo operacional no sólo atravesar buena parte de las líneas defensivas, sino también tomar la ciudad de Tokmak, 20 km al sur de Orejovo. La toma de Tokmak es un objetivo operacional necesario para el éxito de la ofensiva general. Los ucranianos lograron avanzar 7 km en esta dirección, quedando atascados desde hace varias semanas en las inmediaciones del pueblo de Robotine, donde se han visto algunas de las escenas de carnicería más extensas de la guerra. Los testimonios que llegan del frente dan cuenta del enorme consumo de vidas. Un médico de una unidad participante declaró: “En un mes hemos avanzado tan solo kilómetro y medio, avanzamos por centímetros (…) pero no creo que valga el consumo de medios materiales y de personal que hemos tenido (...) Hemos sufrido un 30 por ciento de muertos y 40 por ciento de heridos" (Kyiv Post, 22/7). Otro voluntario estadounidense, en un diálogo con ABC News, relataba que su unidad había sufrido 85 por ciento de bajas y un 40 por ciento de la misma había sido herido con un nivel de gravedad que se los considera irrecuperables, la unidad en sí misma quedó en estado inoperativo (ABC News 17/8).
En azul, los avances ucranianos en la ofensiva de Zaporiyia
La falta de avances y el alto grado de desgaste sufrido por las fuerzas ucranianas ha cambiado el tono de la prensa otanista, usualmente triunfalista. Durante las primeras dos semanas los ucranianos intentaron usar ´tácticas de la OTAN´, que consistieron en formar columnas de tanques y transportes blindados y enviarlos hacia adelante con la esperanza de atravesar las defensas rusas. Una suerte de imitación de lo realizado por los estadounidenses en Irak. La imagen estaba reforzada porque las brigadas formadas especialmente para esta misión fueron entrenadas por la OTAN y equipadas con tanques y blindados de esos mismos países. Como ya hemos escrito, todas estas columnas fueron destruidas por los rusos, mediante artillería, minas y helicópteros de ataque sin que pudieran alcanzar sus objetivos. Alrededor de un 20 por ciento del total de los blindados donados durante la primera mitad del año se perdieron o fueron destruidos en pocos días (New York Times, 2/8). Tan significativas fueron estás pérdidas que los ucranianos cambiaron tácticas. En vez de enviar los tanques al frente, pasaron a utilizar grupos de infantería a pie. Si bien esto logró ahorrar tanques, cada metro avanzado tuvo un precio mayor en sangre. Este desgaste a su vez obligó a Ucrania a emplear todas las unidades cuyo uso estaba reservado para después de atravesar las líneas fortificadas (Forbes, 15/8). Durante estos meses, Rusia también ha aprovechado para expandir aún más su sistema de fortificaciones.
Al mismo tiempo, los ucranianos realizan operaciones ofensivas de apoyo en otros frentes, con el objetivo de atraer y retener fuerzas rusas. Continúan con intentos de fuerzas comando a través del Río Dnieper en Jersón y fundamentalmente están empleando muchas fuerzas en un contraataque sobre los flancos norte y sur de Bajmut. Al igual que el área de Rabotino, los ataques en los flancos de Bajmut tampoco han rendido frutos mientras que han dejado al borde del agotamiento total a las varias brigadas empeñadas en estos.
A todo esto, hay un empeoramiento progresivo en el frente que se extiende entre el norte de Lugansk, pasando el río Siverski-Donetsk (que corre en dirección oeste-este), y desde la ´línea Svatove` hasta más allá de la frontera con Járkov, concretamente el Río Oskil (que corre de norte al sur). Ya hemos escrito sobre esta región varias veces antes: es el último territorio que pudo recuperar Ucrania en su ofensiva desde Járkov en otoño del año pasado y que culminó precisamente en la nombrada ´línea Svatove´. Desde entonces y durante todo este año los rusos han pasado a un contraataque que se caracteriza por un avance de tipo posicional que, de vez en cuando, se intercala con avances más rápidos.
Los rusos avanzan en esta región sobre tres ejes. En el sur, desde la ciudad de Kreminna, sobre la ´línea Svatove´ se hicieron en gran medida con el bosque que se extiende hacia el sur y oeste de la ciudad, sobre el margen del Siverski-Donetsk. A su vez, en los últimos meses produjeron una ruptura en las líneas ucranianas y extendieron un avance hasta el pueblo de Torske, a escasos kilómetros del más importante Liman. La toma de estos pueblos es necesaria para desarrollar la ofensiva al sur del Siverski-Donetsk, hasta el pueblo de Siversk, del cual hemos hablado previamente, cuya toma es necesaria antes de atacar el conglomerado urbano de Slaviansk-Kramatorsk, el último conglomerado que les resta a los rusos de la región. Un segundo eje de avance en la región del norte de Lugansk lo abrieron hace unas pocas semanas, desde el centro (en sentido norte-sur) de la ´Línea Svatove´. A diferencia de los ataques que vemos últimamente en la guerra, los rusos lograron atacar sorpresivamente y abrieron una brecha de alrededor de 5 km en dos días, que obligó a los ucranianos a redesplegar brigadas desde otros frentes para estabilizar la situación. Un último eje se despliega desde el extremo norte de este frente, un avance ruso que ya llega prácticamente hasta las afueras de la ciudad de Kupyansk, en la cual hay un importante cruce sobre el río Oskil y es, por lo tanto, uno de los centros logísticos que apoyan las operaciones ucranianas en la región. De perder este nodo, toda la región descrita corre riesgo de un colapso. Podemos presuponer los objetivos rusos con esta ofensiva sobre Lugansk-Járkov. De mínima, han logrado forzar a Ucrania a echar mano a sus unidades de la reserva estratégica, o sea, lo último que tienen disponible. De lograr tomar todo lo que hay entre el Oskil, Siverki-Donetsk y la ´línea Svatove´, lograrán posiciones defensivas mucho más sólidas de cara a una posible ofensiva ucraniana el año que viene. De máxima, tomar esta región habilita vectores de ataque mayores tanto sobre las regiones restantes del Donbass y volver a atacar hacia la ciudad de Járkov propiamente dicha.
Se entiende por lo dicho hasta acá que el desarrollo de los hechos sobre el terreno ha sido negativo para Ucrania desde el comienzo de su ofensiva, no obstante, aún no ha culminado. Entre el lentísimo progreso, el alto grado de pérdidas y la próxima llegada del otoño, la propia inteligencia estadounidense (que hasta ahora vino exhibiendo una línea triunfalista) está reconociendo abiertamente que Ucrania no logrará los objetivos operacionales y estratégicos de la ofensiva (Washington Post, 17/8). Es una manera solapada de reconocer que la ofensiva ha fracasado.
Se ha desatado un juego de acusaciones cruzadas entre Ucrania y los países de la OTAN. Los ucranianos acusan a la OTAN por transferir armas a un ritmo que no se condice con las necesidades de la guerra. Hay algo de cierto en esto, pero resulta de un problema (para la OTAN) que no es de solución rápida. Desde el fin de la Guerra Fría, las industrias militares de los países de la Alianza Atlántica tuvieron procesos de achicamiento, al punto de perder completamente capacidades de producir ciertos tipos de armamento. La transferencia de municiones de racimo por parte de EE. UU. se debe, por boca del mismísimo Biden, a que se estaban quedando sin municiones para donar a Ucrania. Para aumentar la producción militar se requieren grandes inversiones. A cambio, las grandes corporaciones de armas demandan enormes compromisos en términos de contratos más allá de la guerra de Ucrania, así como apoyo financiero.
En respuesta, fuentes militares fundamentalmente europeas han acusado a sus pares ucranianos por ser incompetentes para aplicar las supuestas ´tácticas superiores´ de la OTAN. Este es el argumento central de un documento filtrado del Bundeswehr alemán (The Times, 25/7). De esta manera se lavan las manos por el entrenamiento inadecuado dado a las tropas ucranianas. Hay una desconexión de la realidad entre los métodos que contempla la OTAN y la realidad de una guerra convencional de alta intensidad contra un enemigo capaz. Es entendible a la luz de que ningún país de la OTAN participó de una guerra de estas características al menos en medio siglo (Globeecho, 22/7). Por otro lado, la experiencia de los instructores de la OTAN se limita como mucho al tipo de guerra de ocupación en Irak o Afganistán (donde, por otro lado, también fueron derrotados, y no por los rusos).
Muchos de los soldados ucranianos enviados a países europeos para entrenar poseen de hecho mucha más experiencia de combate que los propios instructores. A modo de ejemplo, un tanquista ucraniano, que ya había tenido experiencia con los campos minados por los rusos, en diálogo con Die Welt se quejaba acerca de la poca practicidad del entrenamiento recibido en Alemania: al preguntar a los instructores acerca de cómo proceder frente a un campo de minas, livianamente le respondieron “simplemente lo sorteamos manejando por el costado”. El Bundeswehr entrena asumiendo unos prolijos campos minados rectangulares de 200 x 100 mts (Defence UA). Los campos minados rusos del mundo real se extienden por kilómetros en todas las direcciones y muchos de los ´invencibles´ tanques alemanes Leopard 2 encontraron su fin allí. Los propios procedimientos burocráticos de la OTAN fueron otro obstáculo insalvable. En algunos países, los soldados ucranianos no pudieron entrenar usando sus drones, de los cuales dependen en combate (casi ningún país de la OTAN contempla el uso de drones de manera masiva por la infantería), por falta de permisos y medidas regulatorias locales. También se les impidió usar su propio software de control de fuego de artillería por no estar estandarizado por la OTAN (The Guardian, 23/7). Para empeorar aún más la situación, se les otorgó a los ucranianos cursos de entrenamiento de entre 4 a 6 semanas, cuando lo usual es que estos duren varios meses más (New York Times, 2/8).
En realidad, la responsabilidad por el fracaso de la ofensiva recae sobre todo en EE. UU., que la ha planificado junto a Ucrania (y presumiblemente también el Reino Unido) durante meses. El crudo reconocimiento de la realidad viene de parte de The Wall Street Journal (23/7): “Cuando Ucrania lanzó su gran contraofensiva esta primavera, los militares occidentales sabían que Kiev no tenía todo el entrenamiento o las armas -desde munición para artillería hasta aviones de combate- necesarias para derrotar a las fuerzas rusas. Pero tenían fe en que el coraje e inventiva ucraniana podían compensarlo”.
El fracaso de la ofensiva plantea incógnitas acerca de cómo se desarrollará la guerra en el futuro próximo. Por el momento, desde el lado estadounidense se exhorta a Ucrania a abandonar las ofensivas que realizan en otros frentes, como la de Bakhmut, para concentrar todos los recursos en Zaporiyia y atravesar las líneas defensivas a como dé lugar. En otras palabras, poner toda la carne en el asador, no hay plan B (Financial Times, 19/8). Esto puede producir un progreso, pero el precio a pagar también aumentaría proporcionalmente. Es muy dudoso que incluso concentrando todas las unidades ofensivas -la mayoría ya exhibe un nivel de desgaste- logren incluso alcanzar Tokmak. En última instancia, ante la ausencia de alternativas militares se plantea esto o bien estirar la guerra hasta que algo suceda que altere radicalmente la situación.
La otra alternativa es poner la guerra en el freezer, que es lo que los voceros de la OTAN le adjudican a Putin con poca argumentación. Esta variante propone alguna concesión territorial a Rusia a cambio de que Ucrania ingrese en la OTAN, o al menos sea transformada mediante el ´modelo israelí´ (esto lo propuso Zelensky varias veces) en una ciudadela militarizada de la OTAN. La primera versión de esta variante fue propuesta de manera pública hace pocos días por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, instando a Ucrania a ofrecer territorios, incluyendo Crimea (que, de todas maneras, tampoco puede recuperar por la fuerza), a cambio de la membresía a la Alianza (La Nación, 15/8). Pocas horas después, de boca de un asesor de Zelensky, Podolyak, el gobierno ucraniano rechazó esto en duros términos (Newsweek, 15/8). Pero, más importante: ninguna de estas quimeras diplomáticas serán aceptadas por los rusos, que han repetido innumerables veces su voluntad de continuar con la guerra hasta lograr la totalidad de los objetivos, que no se limitan a una cuestión de unas u otras tierras, sino a neutralizar a Ucrania como recurso militar accesorio de la OTAN.
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