Escribe Luis Trombetta
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En conjunto, los trabajadores de la salud enfrentan el impacto directo de la pandemia de coronavirus.
Si bien en las últimas 5 décadas hemos enfrentado enfermedades transmisibles de alto riesgo en el entorno laboral, el covid19 encuentra en los trabajadores de la salud, un blanco particular.
Las medidas de bioseguridad ante el riesgo de exposición biológico han operado un cambio trascendente a partir de la epidemia del VIH. En los 80 la aparición del virus de la inmunodeficiencia humana impuso la adopción de medidas estrictas de bioseguridad, para evitar el contagio durante la exposición accidental a la sangre y otros derivados que contenían el VIH, así como al virus de la hepatitis B y C.
Fue un aprendizaje que requirió entrenamiento, adopción de medidas de barrera efectivas y comprensión de la naturaleza de la enfermedad.
A partir de la introducción de tratamiento de alta eficacia, la epidemia de sida modificó su curso natural y en la actualidad los tratamientos han superado los pronósticos ominosos de aquellos años. Sin embargo, las medidas de bioseguridad se mantienen y fueron adoptadas universalmente.
La aparición de un nuevo virus, de transmisión por contacto y por vía respiratoria, de rápida expansión y fácil contagio, ha introducido nuevas categorías de control de exposición laboral de origen biológico.
En la práctica se traduce en la adopción de nuevas conductas, cambio de hábitos en el desempeño de nuestra labor y por supuesto, el cumplimiento de reglas que incluyen la vestimenta, el distanciamiento, y las conocidas medidas universales, entre ellas el lavado de manos.
En este escenario, la totalidad de los trabajadores de la salud, tanto en el ámbito público, privado o de la seguridad social, enfrentamos las limitaciones manifiestas en la inexperiencia con este nuevo agente, y las condiciones materiales de nuestros empleos.
Es indudable que las condiciones salariales, en particular en el sector de la enfermería, obligan al multiempleo, situación de la que no están exentas las demás profesiones.
Esta condición laboral, implica el riesgo de la transmisión del covid y de otras patologías infecciosas, en la medida que el trabajador se desempeña en diferentes instituciones con diferentes niveles de protección.
En el caso de los enfermeros que cumplen tareas en distintas instituciones y bajo diferentes regímenes de trabajo, se observa el riesgo de transmisión horizontal, es decir, entre áreas en las que cumplen funciones similares y aún disímiles.
En circuitos cerrados como la terapia intensiva y tal vez en salas de internación general, el riesgo de transmisión se relaciona con la calidad del cumplimiento de las reglas de bioseguridad.
El trabajador que se desempeña en diferentes posiciones laborales multiplica el riesgo.
Las condiciones materiales del empleo en salud son anteriores a la irrupción de covid19, pero las características de la pandemia han puesto el problema en el ojo de la tormenta.
En el caso de los trabajadores que se exponen directamente a la asistencia de los casos sospechosos y de los enfermos confirmados, la falta de los equipos de protección personal es una limitante absoluta para el desempeño de la tarea. Por lo tanto, no es posible asistir a ninguna de las consultas presenciales ni a los casos hospitalizados, sin la provisión de los equipos de calidad reconocida.
Asimismo, los protocolos son de cumplimiento obligatorio.
La sola ausencia de los EPP o el incumplimiento del protocolo de asistencia es suficiente para que el trabajador se niegue a exponerse al contagio.
Si las instituciones de cualquier origen no cumplen con los requisitos obligatorios, no solo el trabajador debe exigir su cumplimiento, sino que la autoridad sanitaria pertinente debe vigilar el cumplimiento y la ejecución de los protocolos para la gestión del covid19.
En primer lugar, se debe esclarecer a los trabajadores y asimismo a la clase trabajadora en general y a la opinión pública, que no se trata de una guerra, que no hay voluntarismo ni héroes y que el trabajo debe ser remunerado. El trabajador tiene que contar con los recursos físicos, la patronal privada y el estado deben asistir las necesidades y los requerimientos obligatorios y por supuesto, debe haber reconocimiento de la tarea de riesgo, bajo la modalidad de ART.
Un elemento no menor es el agotamiento del personal de salud, tanto desde la capacidad física como emocional.
El impacto psíquico y la exigencia intelectual y física deben preservarse y es obligatoria la vigilancia y el resguardo de la integridad del trabajador, en el curso de una pandemia que tiene como primeros trabajadores en riesgo, a los de la salud.
Cuidar al que cuida debería ser una consigna para el conjunto de la comunidad sanitaria.
No olvidemos que, en una institución de salud, hay múltiples actividades, oficios, profesiones que hacen a la estructura de la institución.
Por último, el control de la salud de los trabajadores y la obligatoriedad del cumplimiento de los protocolos de atención, son elementos fundamentales para la identificación de los casos sospechosos y de la atención de los mismos.
Las representaciones sindicales deben mantener una constante vigilancia sobre el cumplimiento de las recomendaciones de responsabilidad patronal, desde los EPP hasta la evaluación del estrés laboral y los casos de burnout laboral, o síndrome del quemado en el trabajo.
La organización de los trabajadores bajo condiciones excepcionales, en referencia al aislamiento o distanciamiento social, no debe ser suspendida.
Deberá adoptar las características que permitan su desenvolvimiento, de acuerdo con el lugar y las condiciones de trabajo. El trabajo bajo las condiciones del capitalismo es alienante y solo será superado por un cambio en el régimen social, bajo la conducción de la clase trabajadora.
La pandemia del coronavirus es el nuevo escenario en el que clase obrera deberá asumir la consigna de 1914: socialismo o barbarie.