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Carlos Melconián fue presentado como un “condenado al éxito”. La Fundación Mediterránea se lo impuso a Bullrich, aquejada por un derrumbe político manifiesto. A la cena de unción de Melconián comparecieron cerca de mil empresarios. Los otros dos de los “tres tercios” tienen sus ‘sponsors’ propios. Por orden de votos, Milei está bendecido por el grupo Eurnekian y una serie de gestores financieros de la isla de Manhattan; Massa, por los empresarios de ‘negocios regulados’ (Manzano, Vila, Chernakovsky) y fondos norteamericanos. Argentina atraviesa una inflación de promotores presidenciales si se compara con el copamiento inicial del gobierno de Menem por parte del grupo Bunge y Born. En forma paralela funciona un “mercado de pases”, como corresponde a una era ‘libertaria’. El mismo Milei, junto a Guillermo Francos, su futuro canciller, integraron el equipo de asesores de Daniel Scioli, un ‘populista’ de la casta, en la campaña electoral de 2015. Amado Boudou se juntó con Carlos Ocampo, uno de los arquitectos de una dolarización. Toda esta casta patronal se ha lanzado al ruedo de la silla vacía para lo que un columnista de La Nación llama “preparativos para un movimiento sísmico”.
El debut de Melconián, durante el fin de semana, ha sido decepcionante. El encargado de sacar a Bullrich del declive arrancó con el cuchillo mellado. En entrevistas a Clarín y La Nación reforzó el protagonismo de Milei, atacando su planteo de dolarización, y en contrapartida ofreció el plan ‘gradualista’ de Macri en 2015. Nada muy épico, pero sí instructivo, porque demostró, de un lado, un temor reverente a una gran crisis social y económica y, del otro, una continuidad llamativa con los objetivos económicos de Massa; para ambos la prioridad sería evitar un ajuste fiscal excesivo que lleve a una recesión prolongada. Con un dólar paralelo que debería caer y una curva de la tasa de interés por debajo de la tasa de inflación, Melconián asegura que reducirá la deuda por las Leliqs, que han llegado al equivalente de 40 mil millones de dólares. Después de dos años de controversias económicas que pretendían ser furibundas, Melconián parió un ratón. Lo que Argentina tiene encima es una deuda pública de más de 500 mil millones de dólares, a los que se añaden otros 30 mil millones por importaciones pendientes de pago. Melconian ha invitado a los especuladores a que compren bonos bajo legislación extranjera, que cotizan a 30 centavos de dólar, con la promesa de que aumentará su cotización.
En las condiciones descriptas, el establecimiento de un régimen bimonetario (curso legal de las divisas extranjeras) que establezca una relación estable entre el peso y el dólar, es una invitación a la hiperinflación. En ausencia de un Banco Central, que carece de reservas, la relación de cambio dependerá de la anarquía del mercado y de iniciativas privadas descoordinadas. Cavallo propone que ese intercambio peso-dólar sea arbitrado en un mercado financiero sin intervención estatal. En ninguno de los proyectos bimonetarios se examinan las tendencias hiperinflacionarias del bimonetarismo. En Venezuela, la doble circulación ha aniquilado literalmente el bolívar.
Bien mirado, el operativo de sacar a la candidata de la campaña para poner a un consultor financiero sin votos, es un invitación a la eutanasia – en este caso del raleado Juntos por el Cambio. Bullrich ha descendido del “todo o nada” a pedigüeñar un incentivo a sus acciones políticas. Se ha convertido en una banana ‘nanica’ (enana). Como en una novela de Stephen King, después de calificar a Milei de hijo bastardo del “voto castigo”, sus opositores han cambiado el autobombo por el “espanto”. Para varios observadores, esto anuncia un pasaje de peronistas y macristas al engendro de ultraderecha después de las elecciones.
Domingo Cavallo, uno de los mentores de Milei, también llamó a la calma. Le advirtió al conjunto de los candidatos que no sigan la receta devaluadora del FMI, porque provocarán un estallido. El catastrofismo se ha apoderado de las almas patronales. Todo este enredo explica la supervivencia del gradualismo de Massa y de la vida política de los Fernández: nadie desea “un golpe de mercado”. Pero la probabilidad de este golpe se ha acentuado, porque el capitalismo no es sólo una asociación de capitalistas sino un sistema de contradicciones insalvables que socava su propios fundamentos.
Milei no predica solamente la venta de órganos y la contaminación de los ríos – también despotrica contra el comercio con China y plantea la disolución del Mercosur. Detrás de la ‘locura’ se esconde, sin embargo, un adelantado. Por supuesto que va a alentar el intercambio con China, reduciendo o eliminando las retenciones a la exportaciones argentinas. Pero no se le pasó por alto que en la última crisis por el pago de deuda, China intervino, con yuanes, como prestamista de última instancia, un atributo que se encuentra monopolizado por el FMI. A diferencia de sus rivales, Milei ha tomado partido en la guerra Estados Unidos-China, contra la posición negociadora a ambas puntas de una parte de la burguesía argentina. Techint, por caso, acompaña el planteo de Milei. La crisis que atraviesa Argentina es parte de un choque político mundial. En el lapso de cuatro semanas, tres golpes de Estado en África, que han dejado ‘groggy’ al imperialismo francés en la región, cuentan con el apoyo de Rusia y China. En cuanto al Mercosur y los Brics, un buen número de actores quiere transformarlo de unión aduanera en una asociación de comercio, incluso China. Pekín está negociando con Uruguay un tratado de libre comercio.
Como quien deshoja una margarita, Milei acaba de revelar la intención de crear una instancia judicial especial para evitar que las medidas cautelares bloqueen decisiones de gobierno. “El Loco” busca trasplantar a Argentina, en términos propios, las restricciones al Poder Judicial que ha impuesto Netanyahu en Israel, en el marco de manifestaciones monumentales de rechazo. De acuerdo a los medios, ha discutido con su entorno el recurso a medidas excepcionales para contrarrestar el bloqueo del Congreso, como “consultas populares” o referendos. El trasvasamiento de jefezuelos peronistas y macristas a un gobierno Milei, y por sobre todo burocracias sindicales, responde a este armado de poder. Para La Nación, ha entrado en la agenda “un nuevo diseño de poder” – no sólo la dolarización. Se esboza un proyecto bonapartista, que libere al nuevo gobierno de los ‘lobbys’ empresariales y le otorgue un poder excepcional de arbitraje personal. Se trata de un experimento político que se pondrá a prueba en los choques de clase que desatará con fuerza la operación de salvataje económico capitalista. Lo que está claro es que la moderación que se atribuye a los propósitos de Milei a medida que se acercan las elecciones, no significa nada a la hora de hacer frente al colapso económico y el descontento popular. El régimen político que discute el ultraderechista será determinado por la crisis y los enfrentamientos que desate.
Con un escenario heredado de ‘tres tercios’, se supone difícil que alguno gane en primera vuelta. No lo ven así algunos encuestadores, como Federico Aurelio, para quien Milei ha entrado en una onda de arrastre que abrevará en los otros candidatos y en la abstención.
El interrogante es si el gobierno podrá hacer frente a una campaña electoral de intenso conflicto, en medio de una tendencia a la hiper. La cuestión del bono ha desnudado una aguda desintegración del aparato de gobierno. La crisis de la sucesión presidencial tiene por base una crisis de conjunto de las relaciones sociales. En el campo político de la clase obrera hay un seguidismo ciego al proceso en marcha, o sea una falta completa de preparación política de los trabajadores para los desafíos a la vista. La clase obrera, sin embargo, no asistirá pasiva a este salto en la crisis: pondrá en el campo de la lucha todas sus fuerzas elementales.
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