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El programa de ayer de A Dos Voces, que conducen Bonelli y Alfano, ha sido muy instructivo. Lo revela el contraste entre la intervención del primer invitado, Javier Milei, y la de Myriam Bregman, en último lugar. Milei se ganó de paso un premio adicional, porque una encuesta del canal acerca de la dolarización de la moneda en Argentina recogió un apoyo del 85%.
Milei contradijo anoche las crecientes versiones de que había atemperado su programa de gobierno, en cuanto al cierre del Banco Central y la dolarización. Defendió, básicamente, el esquema de reconversión monetaria que consiste en transformar los bonos y letras intransferibles en poder del Banco Central en títulos internacionales de crédito bajo ley de Nueva York. El pseudolibertario no ofreció datos sobre el monto del stock existente, ni sobre el método y la oportunidad de la colocación de esos bonos en el mercado. El influjo de dólares de esta operación, aseguró, permitiría canjear la totalidad de pesos de la base monetaria y las Leliqs, del orden de los 40 mil millones de dólares. La idea que manipula Milei no es propia de él, porque fue aireada por numerosos economistas en las últimas décadas y en especial por el fallecido Miguel Bein, que asesoró a Daniel Scioli, al igual que lo hizo Milei, en la campaña presidencial de 2015. Bein, sin embargo, no proponía una dolarización sino valorizar el patrimonio del Banco Central que desde hace mucho tiempo es negativo.
Milei, sin embargo, sabe dos cosas, aunque no las diga o reconozca. La primera es que su receta aumentaría la deuda dolarizada de Argentina a 130 mil millones de dólares, no para financiar inversiones sino para hacer un canje monetario. Lo otro que disimula es que el rescate debería extenderse a la llamada deuda interna, del orden de los 120 mil millones de dólares, que se encuentra indexada al dólar o a la inflación. A la cuenta debe añadirse un monto para la caja chica de los bancos o encajes, una vez que se haya ‘dinamitado’ el Banco Central. Milei salió ileso de todos estos contratiempos, porque los encargados de la entrevista no abordaron el problema.
La novedad de la entrevista estuvo en otro lado, cuando Bonelli y Alfano le cuestionaron la viabilidad política de la dolarización, bajo el interrogante acerca de la “gobernabilidad”. Aquí el pseudolibertario dio vuelta la taba. Sin la menor sombra de duda caracterizó que la conquista de la presidencia por su formación política rompería al macrismo, al peronismo y a otras fuerzas y reconfiguraría el escenario del poder. Sostuvo que este cambio estratégico de la política le permitiría imponer un fuerte ajuste fiscal y reformas de peso en las relaciones sociales, que abrirían las puertas a un fuerte financiamiento exterior para Argentina. Sostuvo, pero no dio pruebas, que ya cuenta con el compromiso de fondos internacionales muy importantes. Si a este esquema hubiera que aplicarle fórceps, se declaró muy dispuesto a llevar las cuestiones vitales a referendos populares, en caso de rechazos parlamentarios.
El núcleo de la intervención de Milei, ayer, consistió en que parte de la caracterización de una crisis terminal de régimen – tanto político como económico dentro del marco capitalista. Es por lo tanto un planteo contrarrevolucionario. Por esto la intervención de ayer supera cualquier diatriba de los Melconián o Bullrich, o de Massa, Pesce o Máximo Kirchner, ni qué decir del pequeño Solano. Ante la ausencia de una polarización política entre las clases, Milei se atreve a eludir un planteo fascista. En otra ocasión ha expresado su admiración por la italiana Georgia Meloni, la fascista que gobierna, por ahora, ‘mansamente’ en Italia, con una coalición. También se ha acercado a la burocracia sindical, con claras intenciones de cooptación –les promete unicato del aparato sindical en nombre de la libertad. Milei ha agotado el recurso de denunciar a la ‘casta’ en clave electoral y reordena el escenario político para una etapa de violenta lucha de clases.
A Myriam Bregman, los veteranos de A Dos Voces le concedieron menos de la tercera parte del tiempo de Milei. Contradictoriamente, esto le salvó la vida, porque que se había quedado sin discurso a fuerza de repetir la palabra “ajuste”. Ni siquiera rozó la crisis de régimen y, por lo tanto, la inevitabilidad de una confrontación directa entre las clases y entre los trabajadores y el gobierno y el Estado capitalista. El punto culminante fue cuando destacó como el rasgo más saliente de la situación política la falta de “resistencia” que, advertida de su derrotismo fatalista, derivó enseguida a la burocracia sindical. Bregman no destacó ninguna de las luchas en desarrollo (por ejemplo, la huelga autoconvocada bonaerense al margen de Baradel), ni trazó ninguna perspectiva frente a la inminencia del desenlace de la crisis general. Negó que su coalición se encontrara en retroceso, como sí lo mostraron los menguantes votos en las PASO, del orden del 35/40%, y los numerosos distritos en que no pasaron el piso.
La carta de los economistas contra la dolarización, plagada de vulgaridades, y la de los intelectuales “en defensa de la democracia”, han mostrado el desconcierto que reina en los círculos financieros y en los ‘pensantes’ frente a la crisis excepcional que atraviesa Argentina, en el marco de una mayor crisis mundial de catástrofes sanitarias, climáticas, económicas y bélicas. La ultraderecha recoge el desafío de la polarización que la izquierda electorera rehúsa en función de intereses sociales mezquinos.