Escribe Emiliano Fabris
No los acompañó nadie del FIT-U.
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El escándalo por las tarjetas truchas de la Legislatura bonaerense para financiar cajas paralelas de los partidos no para de escalar. El seguimiento del caso, a pesar de salpicar a todos los partidos tradicionales, sigue en las primeras planas porque se considera que el daño mayor lo está absorbiendo por ahora el peronismo. Una novedad es la respuesta del aparato del PO al tema.
El diputado provincial del FIT-U Guillermo Kane convocó a “cocinar ñoquis” en la puerta de la legislatura. Pero el problema no son los innominados "ñoquis", que no van a cobrar, porque en su lugar lo hace un coleccionista. El problema son los "colegas" de Kane, a los que debería denunciar con nombre y apellido en el recinto y en la cara. Hacer una denuncia general de “ñoquis” es hacer compañía a los que reclaman el ajuste del presupuesto, de los salarios, de las jubilaciones, o sea al FMI. Es meter en la misma bolsa a quienes trabajan en la legislatura y luchan por mejorar sus condiciones laborales, con los despachos de los bloques legislativos y los legisladores. A ningún carrerista del oficialismo o de la oposición les molesta que se distribuyan ñoquis gratuitamente. La realidad es que Pitrola y Kane montaron este espectáculo para obtener alguna cobertura mediática. Los medios ridiculizaron la actividad como “escuálida”. Kane y Pitrola no encontraron compañía en el MST o en el FIT-U, ni cobertura en sus medios.
En ausencia de una investigación, no se puede saber cómo funciona exactamente el asunto. ¿Es la retención de todo o parte del sueldo para solventar una actividad de partido, o son apropiaciones personales? Legalmente no habría diferencia, políticamente sí. El dinero es un arma de la guerra política y de la guerra de clase – si se lo usa en estos términos el método para obtenerlo forma parte de la guerra misma. Los medios que denuncian el caso viven de la teta del Estado, en nombre del apoyo a la “libertad” de la prensa. Inmersa en la consigna “ganamos lo de un docente”, los dirigentes del FIT-U compiten por la honestidad parlamentaria, y quieren derribar al capital pagando el salario mínimo oficial a los legisladores. Si el dinero es apropiado para fines o carrerismos políticos personales descubre otra cosa – la descomposición de esos partidos. La “militancia”, por ejemplo, debería pedir rendición de cuentas a la Cámpora o a los K. Es por todo esto que no nos asociamos a la denuncia del “Chocolate” en forma incondicional, sino desde nuestra perspectiva de lucha de clases, porque no disociamos los medios de los fines. Pitrola y Kane adoptan la definición de ‘corrupción’ que imponen los propagandistas corruptos del sistema.
El ‘affaire’ Insaurralde revela que la recaudación para la caja no apunta a impulsar la lucha “nacional y popular”. Pero también descubre una recaudación escandalosa que no viene de los ‘chocolates’ sino de los traficantes de los Juegos de Azar, que es de donde provienen los millones de Insaurralde. Los medios de comunicación silencian el fondo del asunto; para peor, el Juego es el punto de partida para la asociación con el lavado de dinero, o sea los grandes capitales y el narcotráfico.
El aparato del PO exige que la legislatura funcione para “discutir los reclamos populares”. Estamos ante una manifestación grosera del “cretinismo parlamentario”; postula el avance de los trabajadores por el ojo de buey del parlamento capitalista. Recordaron, además, que tiene presentados 122 proyectos - un verdadero caso de recontra cretinismo. La abundancia es incompatible con el debate entre las masas, pero podría servir para recoger el diploma del mejor legislador del año. Dicen que sólo les trataron tres, pero no informa el tenor de esos proyectos ni las posiciones de cada partido. El aparato anuncia que gasta tinta y caracteres en proyectos que nunca conocerán la luz solo para que la “opinión pública” no lo considere a él mismo un “ñoqui de la Legislatura”. La denuncia de la parálisis de un organismo parlamentario es bastardeada en un burdo autobombo parlamentarista. El reclamo para que el parlamento funcione es una declaración de principios en apoyo al estado capitalista. Los quejosos exhiben una vulgaridad política que no tiene remedio.
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