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El denominado debate entre presidenciables del día de ayer no tuvo una buena acogida por parte de la prensa. Hasta se lo calificó de “aburrido”. También que careció de “propuestas”. Hubo quejas porque los candidatos esquivaron el "affaire chocolate" en la Legislatura bonaerense y aún más el que protagonizó Martín Insaurralde, el jefe de gabinete de Kicillof, en Marbella. Este último asunto ha desnudado una crisis de poder en la provincia, al punto de que el gobernador decidió eliminar ese cargo en la estructura de gobierno. Nadie insinuó siquiera la relación entre el patrimonio abultado de Insaurralde con el desarrollo de los Juegos de Azar en la provincia, lo que hubiera significado pisar callos de gente poderosa, A la hora de evaluar la actuación de los candidatos, los medios recurrieron al periodismo deportivo, asignando puntos para este primer round.
En medio de un reconocido proceso hiperinflacionario, este asunto obtuvo un tratamiento marginal, sin importar que pueda crear una crisis de características prerrevolucionarias, como ocurrió cuando el "rodrigazo", la salida de la dictadura, el derrumbe de Alfonsín y el Argentinazo de 2001. Desde la ultraderecha, encarnada por Javier Milei, hasta la izquierda, por parte de Myriam Bregman, la disputa se desenvolvió en el marco capitalista y las opciones capitalistas. Es lo que ocurre con la dolarización, la competencia entre monedas, los planes de estabilizaciones tradicionales y la ruptura con el FMI y el no pago de la deuda externa. En este último caso se deja incluso de lado al conjunto de la deuda púbica nacional y del Banco Central, que revela un cuadro de bancarrota de la sociedad capitalista en su conjunto. Lo único que previene una disolución completa de la relación de producción e intercambio vigente es, de un lado, la economía y el capital mundiales, que tienen los recursos de rescate aunque a un precio brutal para las masas trabajadoras, y, del otro, la ausencia por ahora de una intervención histórica independiente de la clase obrera. La hiperinflación es una cuestión de apariencia monetaria que plantea una cuestión de poder, y será encarada y resuelta, al menos provisoriamente, por medio de una lucha de poder. Los marxistas no tienen por tarea resolver el problema de la hiperinflación, sino explotar el estallido que provoca en las relaciones sociales para orientar hacia un gobierno de trabajadores.
La disputa entre los presidenciables procuró disimular esta cuestión estratégica, no solamente cuando abordaron el capítulo “economía”. En este punto se observaron, de todos modos, entrelíneas, los límites de las diferencias entre quienes cuentan con mayores posibilidades de ganar las elecciones. La réplica, por parte de Bullrich, Massa y Schiaretti, a la dolarización y a la eliminación del Banco Central que defendió Milei sin mayores detalles, mostró una convergencia de posiciones. La competencia de monedas de la candidata de JxC y el desdoblamiento del mercado propuesto por el gobernador cordobés apuntan a un proceso de dolarización, por medio del blanqueo y la repatriación de capitales. Para implementar esta operación no solamente es necesaria una fuerte devaluación del peso: es también necesaria una gigantesca reestructuración de la deuda pública en dólares y la que se encuentra ajustada al dólar, y lo mismo con la enorme deuda del Banco Central. De lo contrario, el déficit fiscal se dispararía a la estratósfera. Semejante reestructuración de deuda local implica una completa reestructuración de todos los contratos, o sea, su dolarización. La adopción del dólar como moneda, por medio de un blanqueo o repatriación de capitales, constituye un acrecentamiento de la abultadísima deuda de Argentina con el exterior. Las reservas en dólares del Banco Central son la contrapartida de un endeudamiento.
A los contrincantes les pasó desapercibida la propuesta que Massa enunció en sólo dos segundos. El ministro-candidato ofreció crear una moneda digital, es decir, una cripto moneda o la privatización monetaria. Es el planteo más cercano al de Milei que se haya formulado hasta ahora, si no es que lo supera. Se recrearía el crédito, en dólares, con respaldo de la criptomoneda, en forma similar al que llevó a la bancarrota en marzo pasado a numerosos bancos regionales en Estados Unidos, que se financiaron con criptocréditos. Massa, curiosamente, se disparó un tiro por la culata, porque acusó a Milei de pretender repetir la dolarización de Bukele en El Salvador, cuando Bukele ha sido el primero en extender la digitalización de la moneda a todas las operaciones del Tesoro. Las alternativas bizarras de los presidenciables, ayer, grafican el tamaño, no ya de la crisis, sino de la desorientación de los políticos capitalistas
Ajena a lo que estaban planteando sus rivales, Myriam Bregman tuvo también su momento desafortunado, no advertido por ningún medio, cuando aseguró que para derrotar la inflación es necesario nacionalizar el comercio exterior. No se ve la conexión entre una cosa y la otra. Tampoco se entiende a qué quiso hacer referencia: si a nacionalizar a las compañías exportadoras e importadoras, o solamente a mediar entre ellas y los mercados del exterior, como el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPl) que creó Perón, después de la Junta de Granos y la Corporación de Carnes, por parte de la dictadura de Uriburu a principios de los años 30. El reconocimiento que ha hecho la prensa acerca de la prestancia discursiva de la candidata del FIT-U simplemente demuestra lo bien que calza las posiciones ajenas al socialismo. La tendencia creciente a la híper no debe ser motivo para un planteo de reforma del sistema monetario, sino la ocasión de orientar a los trabajadores a intervenir con un planteo claro en un proceso de estallidos económicos y políticos.
El tema de “convivencia democrática” es llamativo. ¿Qué lleva a ponerla en duda? Este capítulo, conjuntamente con derechos humanos, fue propuesto por una consulta popular. Con la obvia intención de hacer frente a los planteamientos de Milei y de Bullrich. Hubo incluso una campaña de una parte de la izquierda para separar a Bullrich y Milei de un lado y a Massa del otro. Sin embargo, la “convivencia democrática” tiene su propio perfil reaccionario. Desde hace tiempo, el escenario político se caracteriza por ataques violentos a la lucha de los trabajadores docentes y de la salud y a las movilizaciones piqueteras. La reivindicación de la dictadura, como ha hecho Milei, es criminal. Bajo la democracia se han desarrollado las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, el Indulto, la dilación de los juicios por crímenes de lesa humanidad y, muy fundamentalmente, el gatillo fácil. La tendencia totalitaria se cuela por el llamado combate a la delincuencia, que tiene por consecuencia la promoción de nuevas leyes de represión ciudadana. El Poder Judicial es también un nido de violencias institucionales como ocurrió, entre otros, con los fallos del 2x1 a los genocidas. Lo que mina “la convivencia”, más allá de un aparato de estado policial fuera de control ciudadano, es la crisis social y política, o sea, la crisis de poder. “La convivencia democrática” ha servido para contener o desviar crisis revolucionarias; la burguesía no quiere perder este recurso ‘indoloro’ para atenuar o suprimir la lucha de clases. En la disputa entre los candidatos, ninguno desnudó el contenido reaccionario de “la convivencia democrática”, o sea,como método de dominación política del capital. Fuera de los pseudolibertarios y de un amplio sector de JxC, los candidatos se refugian en el discurso de los derechos humanos, para oscurecer el carácter de fondo del Estado capitalista, que se prepara para una nueva operación de rescate del capital a costa de una mayor miseria social. Las elecciones generales de este año son una parte fundamental de esta operación reaccionaria, pues apuntan a darle un aval democrático al tremendo ataque contra las masas que se anida en los planes de las distintas facciones capitalistas.
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