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Las elecciones del 22 de Octubre próximo representan un desafío político importante para los luchadores y los activistas de la clase obrera.
Estas elecciones tendrán lugar en un marco de crisis económica, social y política terminal. Los tres candidatos que encabezan los sondeos de voto representan distintas variantes de salida catastrófica a esta crisis capitalista.
En el último año, el índice de pobreza, a junio pasado, saltó del 36 al 42% de la población. Al momento de votar, ese porcentaje será considerablemente mayor, luego de la devaluación del peso luego de las PASO, en un 22%. Así lo demuestran la tasa de inflación de agosto, mayor al 12% mensual, y la estimada para septiembre y octubre, a un nivel similar. Argentina ha entrado en una fase hiperinflacionaria. La desvalorización de los salarios de los trabajadores registrados ha sido de alrededor del 25% desde enero de 2016, repartida por mitades entre el gobierno de Macri y el de los Fernández. Para el resto de la clase obrera y para los jubilados, la confiscación de ingresos ha sido considerablemente mayor debido, en especial, a la alteración regresiva del ajuste de las jubilaciones, primero por Macri, luego por sus sucesores kirchneristas. La reciente eliminación del impuesto a las ganancias y la exención del IVA, hasta 18 mil pesos, para la compra de la canasta básica, demuestra el temor o quizás el pánico del gobierno que hoy encabeza Massa a una rebelión popular. Es la misma razón que ha llevado a las grandes empresas a adelantar el pago del medio aguinaldo ante la perspectiva de un fin de año de movilizaciones y luchas excepcionales. Ninguna de esas concesiones efectuadas a los trabajadores sobrevivirá a la ola hiperinflacionaria.
Argentina no sólo se destaca por niveles de pobreza y confiscación de ingresos que sólo ocurren en crisis extraordinarias, también tiene un Estado en bancarrota, a punto de declarar una cesación de pagos o default. Esto significa, en primer lugar, que carece de financiación. En segundo lugar, que entrará en un concurso de quiebra en el que deberá ofrecer, como medio de pago, activos y patrimonios, y una mayor desvalorización de la fuerza de trabajo, por medio de las llamadas ‘reformas’ laborales, y la privatización de la previsión social, la salud y la educación. En las vísperas de las elecciones, el gobierno está financiando la fuga de capitales mediante la emisión monetaria. Paga 430 pesos el dólar-soja a los exportadores y lo vende a 350 pesos a los importadores. Ha gastado miles de millones de dólares para evitar la suba del tipo de cambio, regalándolos a quienes sacan dinero del país. El Banco Central está comprando, con emisión de moneda, los títulos del Tesoro en pesos, que se ajustan por dólar o inflación, que se lo venden los fondos financieros que buscan fugar el dinero al exterior. Para no caer en default ante el FMI, Massa está comprometido a ejecutar una nueva devaluación luego de las elecciones. Los otros candidatos -Milei y Bullrich- tienen inscripta la devaluación en sus programas. Massa ha presentado al Congreso un proyecto de Presupuesto para 2024 que establece un aumento de gastos del 70% cuando se prevé una inflación del 200 por ciento. El ajuste contra jubilados, salarios y prestaciones sociales será sencillamente brutal. La salida capitalista a esta crisis terminal es objetiva y necesariamente un golpe catastrófico contra los trabajadores.
De esta crisis terminal sale el planteo de Milei de dolarizar la moneda; el de Bullrich de legalizar la circulación del dólar; y el de Massa de ‘ajustar’ el peso a una “economía bimonetaria”, como ha caracterizado Cristina Kirchner. Estas medidas responden a una cirugía mayor, que es la producir una modificación regresiva de las relaciones sociales, suprimiendo derechos y conquistas de todo orden, que en la práctica han dejado de existir. Las diferencias entre los candidatos, más allá de su alcance, forman parte de una ofensiva de conjunto de la clase capitalista contra la clase obrera; tienen una diferencia de grado, no de calidad. Ningún luchador debe perder de vista esta cuestión. El candidato que apoya la inmensa mayoría de la clase capitalista es Patricia Bullrich, cuya plataforma fue redactada por el poderoso cartel empresario de la Fundación Mediterránea. Tiene el respaldo de Techint, Arcor, los bancos nacionales, la Corporación de Eurnekian y la patria contratista de la Cámara de la Construcción. Milei es apoyado por los fondos de inversión internacionales, a los que el llamado ‘libertario’ ofrece abrir el mercado de obras públicas y el monopolio de la financiación, por medio de la dolarización. Milei y Bullrich pertencen al bloque que ha tomado partido por el capital norteamericano en la lucha comercial y geopolítica contra China. Massa, por su lado, es un agente directo de esa patria contratista y de los grupos nacionales que pretenden quedarse con las empresas reguladas de servicios públicos y de las privatizaciones que tengan lugar, en sociedad con el capital extranjero. La crisis terminal convierte a la lucha entre los bloques capitalistas en una cuestión de superviviencia. Al mismo tiempo, un impasse en las relaciones de fuerza entre estos bloques abre el camino a los compromisos, por provisorios que sean. De aquí surge la previsión de varios observadores de que luego de las elecciones habrá rupturas y reagrupamientos en todos los bloques políticos existentes.
La posición política de los luchadores y del activismo debe partir de esta crisis de conjunto y de su correlato: la ofensiva de conjunto que plantean los tres candidatos en punta del capital. Se trata de una ofensiva que será feroz por la magnitud de la crisis general. La tendencia a la hiperfinlación dará lugar a ‘estallidos’ y rebeliones populares; para Milei, la hiperinflación sería funcional a una dolarización. El compromiso de los activistas de la clase obrera debe ser preparar a la clase obrera para esa confrontación, no debilitarla mediante el apoyo al llamado ‘mal menor’. El ‘mal menor’ no ha existido nunca, porque por su misma naturaleza tiende al compromiso con el ‘mal mayor’, como ya ocurre. En Argentina, hoy, no existe una tendencia de las masas a apoyar al llamado ‘mal menor’, como lo muestra la pérdida de cuatro millones de votos del peronismo, hace sólo dos meses. ¿Por qué devolver la vida a un cadáver, que ha gobernado para el FMI? La teoría del ‘mal menor’, en estas condiciones, es “una construcción” de la clase media ‘políticamente correcta’ que tiene resueltos sus problemas sociales. Esta clase media aboga por una conciliación de clases ‘democrática’ cuando millones de trabajadores, en la miseria, necesitan obtener, mediante la lucha, una victoria decisiva contra el capital. Las elecciones en curso no constituyen una salida para las masas en ningún grado de importancia; son, por el contrario, un medio tentativo de la burguesía para legitimar una salida capitalista catastrófica a la crisis.
La burocracia de los sindicatos apoya la candidatura de Massa por razones fundamentales: para que ella sirva como palanca política para seguir obstruyendo una acción política independiente de los sindicatos. En segundo lugar, para proteger sus prebendas históricas. La CGT, en esta campaña electoral, ha entregado los principales derechos laborales, como ocurre con la admisión de la libertad de despido de las patronales –una herramienta estratégica para agudizar la rotación de personal y la atomización de la fuerza de trabajo.
En cuanto a la izquierda agrupada en el FIT-U, el hecho destacado es su incapacidad absoluta para ser la expresión de la clase obrera activa en esta crisis terminal. La pelea política acerca de la salida a la crisis se encuentra monopolizada por las candidaturas patronales. El FIT-U no advierte la existencia de una crisis terminal y de un proceso catastrófico de hiperinflación e hipermiseria social, ni siquiera cuando la vociferan las mismas patronales. Esta confinada a revalidar la presencia menor que tiene en el Congreso. Los slogans sobre el “miedo”, la “resignación” y el “sometimiento”, la pintan en clave derrotista, cuando la lucha por la salida a esta crisis y a esta catástrofe ni siquiera ha comenzado. Estas posiciones la convierten en “un activo tóxico” para la clase obrera, que necesita más que nunca una orientación política. El FIT-U levanta un programa desarrollista, incluidas nacionalizaciones parciales en el marco capitalista. La mayor parte de sus miembros invocan la “independencia de Ucrania” para justificar el apoyo a la guerra de la OTAN, como si la independencia pudiera venir de la mano del imperialismo. El testimonio de la bancarrota de este pseudofrente han sido las recientes PASO, en las cuales las peleas faccionales y los insultos en la pelea por las candidaturas sirvieron para dar la espalda a las expectativas políticas de los trabajadores. Para construir un partido de la clase obrera, o sea una dirección política de las masas, es fundamental despegarse de este cadáver político.
No convocamos a un voto en blanco en función de una corriente abstencionista que no existe como tal. Nuestro partido, Política Obrera, superó todos los obstáculos enormes para obtener la legalidad y presentarse en las PASO. Hemos aprovechado el marco ultralimitado de las PASO para difundir un programa político que sirva a la clase obrera a encarar la crisis hiperinflacionaria y la miseria social con métodos revolucionarios. La hiperinflación y las propuestas dolarizadoras y bimonetarias son una expresión de la disolución de las relaciones sociales capitalistas. Es un momento extraordinario de estallido de las contradicciones del capitalismo. El mismo capital reconoce “una crisis de gobernabilidad”, lo que no signfica otra cosa que una rebelión de las fuerzas productivas contra la organización social y política dominante.
Llamamos al rechazo al voto a los partidos existentes sin excepción en nombre de un programa. Primero, por la construcción de un verdadero partido de la clase obrera. Segundo, por una movilización y organización independiente de masas para impulsar luchas y huelgas en función de una huelga general por las reivindicaciones inmediatas e históricas de la clase obrera.
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