Biden en Israel

Escribe Olga Cristóbal

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El presidente norteamericano Joe Biden se felicitó por los resultados de su visita relámpago a Tel Aviv porque Israel habría accedido a flexibilizar el bloqueo y que entraran desde Egipto 20 camiones de “comida, agua y medicamentos para la población civil” (antes de los bombardeos entraban regularmente un centenar de camiones por día). No incluye el combustible, indispensable para alimentar la única central eléctrica que lleva días inactiva, los generadores de los hospitales y las bombas para la extracción de agua. El que habla es el tipo al que sus propios voceros tuvieron que desmentir cuando dijo que vio bebés decapitados por las milicias palestinas. Un mentiroso sin escrúpulos. En cuanto al ingreso de ayuda, “El Cairo aún no se ha pronunciado sobre la existencia del acuerdo” (El País, 19/10).

En realidad, Biden combinó el más fervoroso apoyo a la campaña de aniquilamiento de Gaza -“Israel, no estás sola”, repitió- con el intento de disuadir a Netanhayu de una invasión terrestre de suerte incierta. Los militares norteamericanos discuten con sus pares sionistas “vías alternativas a la invasión”, dijo, develando su grado de involucramiento en la masacre en curso. Todos criminales de guerra. Tampoco hubo avances respecto de la liberación de algunos rehenes.

El gobierno norteamericano teme que un asalto terrestre a gran escala “desencadene una gran ofensiva transfronteriza de la milicia Hezbollah respaldada por Irán en El Líbano y no alcance los objetivos de guerra israelíes de eliminar a Hamas”, explica El País. Biden negó rotundamente un informe de la prensa israelí de que Estados Unidos había prometido luchar junto a las tropas israelíes si Hezbollah atacaba (Financial Times, 18/10 y 19/10). En comentarios que parecían referirse al posible objetivo de establecer una “zona de amortiguamiento” en Gaza, Eli Cohen, ministro de Asuntos Exteriores de Israel, dijo el miércoles que "al final de esta guerra, Hamás no sólo ya no estará en Gaza, el territorio de Gaza también disminuirá”.

Mientras mentía su preocupación por los gazatíes, Estados Unidos usó su poder de veto para frenar una resolución presentada por Brasil al Consejo de Seguridad en la que se pedía la revocación de la orden de Israel de evacuar el norte de Gaza. Esta semana, el Congreso discutirá ampliar un paquete de ayuda militar para Israel. El actual es de 3.800 millones de dólares anuales.

Biden es el primer presidente norteamericano que viaja a Israel en tiempo de guerra, si guerra puede llamarse el asedio del quinto ejército del planeta a dos millones de personas sin agua, luz, comida ni medicamentos. Tal vez refleje la alarma por la extensión de un conflicto inesperado: hace solo tres semanas el consejero de Seguridad Nacional estadounidense, Jake Sullivan, se ufanaba de que “Oriente Próximo no ha estado tan tranquilo en dos décadas”. Hoy nadie descarta que una invasión terrestre precipite el ingreso de Hezbollá, y quizás de Irán. También un descalabro terminal de la odiada Autoridad Palestina, que en Cisjordania reprime las movilizaciones en solidaridad con Gaza. Finalmente, aunque muchos Estados del mundo árabe hace tiempo son más cercanos a Israel que a los palestinos, “la ebullición de ira ciudadana” ha sitiado las embajadas yankys -y también las francesas- las noches siguientes al ataque al hospital.

Biden pretendía posar de mediador imparcial en el conflicto, con la ayuda de una reunión en Aman con el rey Abdalá de Jordania y los líderes de Egipto, Abdel Fatah Al Sisi, y de la Autoridad Palestina, Mahmud Abba. Pero su viaje estuvo dominado por el bombardeo al hospital Al Ahli al Arabi, que causó cientos de muertos.

La inmediata respuesta fueron movilizaciones de decenas de miles de personas en Occidente -incluido judíos antisionistas que ingresaron al Capitolio- y millones en el mundo árabe. Mientras las organizaciones más insospechables de simpatizar con la causa palestina confirmaban que Israel bombardea con fósforo blanco, Biden dio crédito rápidamente a la versión sionista de que el hospital fue destruido por un error de la milicia palestina Yihad Islámica.

Los encendidos mensajes de apoyo a Israel de Biden mientras el mundo miraba atónito decenas de cadáveres de niños abrazados por sus madres y decenas de cadáveres de madres custodiadas por la mirada indescriptible de sus niños, volvieron inviable la reunión en Aman. “La región está a punto de hundirse en el abismo”, advirtió el martes el jordano, antes aún del ataque al hospital.

“Biden fracasa en su intento de mostrar una imagen conciliadora entre árabes e israelíes cuando se agrava la crisis”, titulan sin medias tintas los diarios. Biden “había apostado fuerte por esta visita para bruñir sus credenciales como mediador respetado por todas las partes” y para defender su política de normalizar las relaciones entre Israel y Arabia Saudí y suavizar aristas el vínculo con Irán “que ahora amenaza con saltar por los aires”.

En Estados Unidos se resquebraja, sobre en todo entre los jóvenes, el apoyo incondicional a Israel: el 51% de los menores de 34 años directamente se opone a enviarles armamento. La indignación por la masacre en Gaza se expresó no solo en movilizaciones sino en los campus universitarios.

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