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La escalada sionista sobre Gaza -y Cisjordania- no cede.
Israel se propuso una política de ´tierra arrasada´. “Un mes después de iniciada la guerra, el ejército ya había lanzado el equivalente a dos bombas nucleares” sobre Gaza (Al Jazeera, 16/12); “Israel está llevando la política de tierra arrasada a un nuevo nivel” (ídem).
En el gobierno hay todo un sector que alienta un proceso de recolonización de tierras en Gaza, rehabilitando asentamientos que fueron abandonados en el 2005; confinando a los 2,3 millones de gazatíes a vivir como conejos en una conejera carcelaria bajo cerrojo sionista. Especialistas internacionales opinan que “una ocupación sin fin provocará a Gaza en lugar de calmarla” (Haaretz, 18/12).
En la diplomacia imperialista mundial circula la conclusión de que extirpar a Hamas de Gaza será una tarea imposible. Ni hablar de ´reestablecer´ la autoridad de la gerentocracia de Abbas y Al Fatah. La guerra ha llevado a la conclusión de que la dirección actual de la OLP-Autoridad Palestina es un cadáver, no solo para Gaza –también para Cisjordania.
En la arena política palestina está abierto un debate sobre la posguerra. Hamas se orienta a reclamar un lugar dirigente dentro de la OLP. A su turno, dentro de la OLP levanta cabeza un “polo representado por un grupo de altos funcionarios de Fatah, entre ellos Jibril Rajoub, Marwan Barghouti, Nasser al-Qudwa, Hamada Farana, que forman parte del bloque que lleva mucho tiempo exigiendo reformas en la estructura de la OLP, incluida la incorporación de Hamás, y principalmente, el fin del largo mandato de Mahmoud Abbas” (Haaretz, 16/12). Como dijimos, en estas páginas, se busca un Mandela palestino
La clave de este recambio y de un plan tentativo de ´pacificación´ depende a su vez de un recambio en la dirección del Estado sionista. Si bien la cabeza de Netanyahu podría caer, nada indica que el establishment internacionlista de las grandes compañías israelíes haya reunido la capacidad para desplazar a los colonos y la teocracia sionista. Palestina requeriría una fuerte inyección de recursos para la reconstrucción, que podría servir para cimentar un acuerdo entre esos grandes capitales y la élite palestina.
Los especialistas que propugnan un “plan Marshall” financiado por “Estados Unidos, la Unión Europea y los aliados de Medio Oriente para las dos partes de Palestina: Gaza y Cisjordania” reconocen que EE.UU. está más exhausto que nunca: “mantiene una deuda nacional que se acerca a los 34 billones de dólares”, por lejos la más grande de la historia (ídem citado).
Un impasse sangriento en condiciones de un imperialismo en declinación histórica.
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