Escribe El Be
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“En estos 7 años de dictadura militar, a través de crisis y escisiones, diferentes núcleos dirigentes de la izquierda peronista han intentado un balance del gobierno peronista”, escribíamos en 1984. “La izquierda peronista se atribuye una cuota de responsabilidad en haber subvalorado la viabilidad de la democracia burguesa...”. "Ahora que se plantea una nueva experiencia de 'institucionalización', llama a una revaloración de la democracia formal”.
Agregábamos que “la revalorización de la democracia burguesa es una característica común a todos los movimientos foquistas o terroristas latinoamericanos, cuyos intentos terminaron en derrotas. Los MIRes de Venezuela y Bolivia, Vanguardia Revolucionaria de Perú, el conjunto de la izquierda maoísta y guerrillera en Brasil, ya han transitado el camino que ahora emprende la izquierda peronista. Estos movimientos se han transformado en agentes democráticos de sus burguesías, cuando no del imperialismo”. Y concluíamos que “el peronismo ha sido un crítico corporativo y hasta fascista de la democracia formal, puesto que le contrapuso la 'comunidad organizada', es decir, un arbitraje entre las clases mediante la regimentación de sus organizaciones. El peronismo, como fenómeno histórico, fue un indicio muy profundo de la inviabilidad de la democracia formal, por lo que provocó la crisis descomunal de los partidos que se basaban en ella. El descubrimiento de esa democracia por parte del peronismo, y por su izquierda, es un hecho tardío y, necesariamente, inconsecuente”. La izquierda peronista se proponía entonces “actualizar el programa del Frejuli (Frente Justicialista de Liberación de 1972)”.
En julio del 83 se hicieron las elecciones internas de los partidos. En la interna peronista, dos datos fueron significativos. Por un lado, no votó más del 30 por ciento del padrón. Por el otro, se enfrentaron las candidaturas de Antonio Cafiero y de Ítalo Luder. Para PO, “se trata de toda una definición, pues los dos protagonizaron la última fase derechista del gobierno isabelino y se destacaron por su marcada tendencia proimperialista. (…) Ambos levantan un programa de complacencia con el imperialismo y de compromisos con la banca mundial”. Sin embargo, “a diferencia de la interna radical, la del peronismo no ha concluido con un panorama más estabilizador, sino más confuso”.
En el Congreso peronista para definir la fórmula presidencial se produjo un aplastamiento completo de la izquierda peronista y la entronización de su ala ultraderechista. “La derecha”, explicaba PO, “ganó, no porque los afiliados son de derecha, sino porque la izquierda trabajó todo el tiempo para esa derecha y porque se esforzó todo el tiempo para desdibujarse ante la base peronista y hasta ocultarse detrás de Lorenzo Miguel”. Y agregaba que “la vieja izquierda peronista ha ido emigrando del peronismo y una pequeña parte de ella, lamentablemente, se ha trenzado en ilusiones con los Intransigentes de Alende. Este es el circulo vicioso de una pequeña burguesía sin espirítu crítico”.
En la provincia de Buenos Aires, por otra parte, se impuso el derechista Herminio Iglesias. No se trataba de un hecho aislado: “en el congreso capitalino del justicialismo los representantes del aparato de las 62 arrasaron como langostas en la cosecha de las candidaturas. En Salta, el superderechista y superoligárquico Romero impuso sus candidaturas contra todas las listas opositoras reunidas. El aparato que dominó al peronismo luego de la caída de Cámpora, en 1973, ha vuelto a tomar todo el control. De hecho, se está llamando a votar al gobierno isabeliano sin Isabel”.
En el primer reportaje que se le hiciera después de su nominación como candidato, Iglesias declaró a la revista Siete Dias que él era una valla al comunismo. “No se puede ser más claro en una definición de afinidad con la dictadura”, decía el PO. “La necesidad de desmantelar al régimen militar no es para Iglesias una prioridad, sino formar un frente derechista (eso es el anticomunismo). Esto se puso en práctica rápido en la agresión perpetrada contra las Madres (ver artículo en página 2)”. Luder, por su parte, declaró que “no dudaría en convocar nuevamente a las Fuerzas Armadas para repetir la tarea (de 'lucha contra la subversión') si se produjera una situación de emergencia (como en 1975)" (Clarín, 2/10). “De un candidato de estas características”, decía PO. “no se puede esperar el desmantelamiento de la dictadura militar. Lo que cabe esperar es que bloquee por medio de la represión todos los movimientos dirigidos a arrancar conquistas democráticas. Se ha puesto de manifiesto el carácter típicamente derechista de la candidatura del peronismo, para el cual no está planteada ninguna revolución democrática, sino la puesta en marcha de la contrarrevolución 'constitucional'”.
Un colaborador de Luder, Horacio Pericoli, sostuvo que el primer paso de las próximas autoridades debía ser “la consolidación del gobierno democrático a través del compromiso de todos los sectores económicos y las Fuerzas Armadas de tratar de encontrar un marco de estabilidad”. PO sostenía que “si traducimos al lenguaje de la realidad concreta la definición anterior, lo que se desprende es muy claro: el luderismo propugna la conciliación política con la camarilla militar (y esto para 'consolidar la democracia'!) y el entendimiento con la 'patria financiera' y el propio imperialismo. (...) Como se puede apreciar, cuando Italo Luder lanzó la semana pasada la tesis de que los 'efectos jurídicos' de una autoamnistía dictada por la junta militar serian 'irreversibles', no hablaba simplemente en calidad de profesor de la Facultad de Derecho, sino que estaba poniendo su parte en ese 'compromiso con las Fuerzas Armadas' que seria condición para 'la consolidación del gobierno democrático'. Tampoco es cierto que rechazara políticamente la autoamnistía y que se resignara al hecho consumado de sus 'efectos jurídicos', pues surge bien claro de lo declarado por su 'estrecho colaborador' que el acuerdo con el militarismo es una piedra angular de la estrategia luderista”.
Yendo más lejos, Luder sostendría luego que “los militares no deben ser excluidos ni confinados a sus casinos, a lamentarse de sus heridas y a criticar a las nuevas autoridades, sino que deben ser incorporados a la tarea de fortalecimiento del polo institucional” (La Nación, 07/08/83). El Partido Comunista sostenía entonces que la candidatura de Luder “implica una derrota para la reacción gorila que quería la peor formula peronista”, aunque no explicaban cuál sería esta.
El PO explicaba que el peronismo “se propone, expresamente, recomponer las relaciones con el imperialismo, en crisis por la guerra de las Malvinas. ¿Soberanía? ¿Liberación nacional? (Jorge) Benálcazar llega incluso a sostener que la posición del peronismo sobre las Malvinas (que en abril del año pasado se postró ante la dictadura militar) es ahora similar a la de la Comunidad Económica Europea (esto es, a la de los agresores), de reconocer como justa la reivindicación argentina pero “critican duramente la acción llevada a cabo por el gobierno militar” (La Voz, 7-3-83)”. PO concluía que “para las elecciones del 83, el peronismo buscaba presentarse como la mejor opción ante el imperialismo”.
PO sostenía que “al comienzo de la 'institucionalización', la mayoría de los 'estrategas' burgueses pensó que los 'balbinistas' del radicalismo y los políticos' del peronismo armarían un gran acuerdo nacional e incluso un gobierno de coalición. La izquierda peronista partía de la convicción de que el período del peronismo derechista y matonero estaba liquidado, como un resultado de una revalorización del parlamentarismo, de la democracia y de la unión nacional, por parte del conjunto de la burguesía. En esta etapa todavía se pensaba que los Robledo y Matera podían llegar a ser los candidatos del peronismo”. Pero, agregaba, “como la Multipartidaria (asiento natural de este acuerdo) se hundía en la parálisis por su incapacidad para luchar contra la dictadura, la propia perspectiva de GAN se fue diluyendo. La UCR y el peronismo comenzaron a señalar que era contraproducente aparecer en connivencia, porque eso podría llevar a una enorme parte del electorado obrero hacia la izquierda. Con la desintegración de la política de acción conjunta (que la Iglesia acentuó también contra el 'radicalismo liberal'), el peronismo quedó más fácilmente bajo la dependencia de los aparatos derechistas y de la burocracia sindical que cuentan con sólidos lazos con la camarilla militar. Los cafieristas y los saadistas batieron el parche, al principio, con la necesidad de 'actualizar al Frejuli'; pensaban que en una coalición con los partidos democratizantes encontrarían el contrapeso a la derecha. Pero el problema de un nuevo Frejuli, como el de una nueva Hora del Pueblo, es que la burguesía sea capaz de ofrecer un programa que coloque a la mayoría del país detrás suyo por un periodo más o menos prolongado. Todo el mundo sabe, sin embargo, que un próximo gobierno deberá ajustarse al FMI, por lo que es mejor quedarse fuera de él (como alternativa de recambio) que quemarse miserablemente. La estrategia de actualizar al Frejuli fracasó en forma igualmente miserable. La izquierda, y aún el centro 'civilizado del peronismo, han sido aplastados. Numerosos afiliados de izquierda están contando sus fichas. El peronismo y el régimen burgués en su conjunto van a las elecciones en un extraordinario grado de división. El gorila Iglesias Rouco ha llamado la atención sobre lo 'negativo' de todo esto para la futura estabilidad política: el diario La Prensa ha comenzado a pedir que se piense en una coalición! Los Luder, y en parte Miguel, están siendo presionados para dejar esta puerta abierta”.
Para Prensa Obrera, “el 'misterio' del éxito de Luder reside en la alianza clerical-militar que, lógicamente, no hubiera tenido tan sólida consistencia si no hubiera contado con el apoyo del propio imperialismo”. Decía que “el retraso del indulto a Isabel demuestra también la complicidad de la dictadura con la fórmula Luder-Bittel, porque se logró así sacar a la ex presidenta del congreso justicialista. Si se agrega a esto la entrega alevosa de los sindicatos a los burócratas más corrompidos, violando las más elementales normas democráticas, está claro que la otra vertiente de apoyo a la candidatura justicialista (además de la iglesia) proviene de las fuerzas armadas”.
Las elecciones de diciembre reflejaron la debacle del peronismo. La Juventud Peronista pegó entonces un brusco reacomodamiento. “De la noche a la mañana”, dijo PO, “el enemigo electoral alfonsinista pasó a convertirse en aliado político y su victoria en las urnas es un 'triunfo de la democracia'. (…) Señalar que 'el pueblo triunfó' y que el 'proceso fue derrotado aplastantemente' es una mentira que repite toda la izquierda. El imperialismo y la burguesía se han puesto el ropaje constitucional para recomponer el Estado capitalista en crisis, luego de 7 años de desastres dictatoriales. Pero la forma constitucional no le da contenido democrático al nuevo gobierno, porque este nació de un compromiso con el régimen militar y no se propone cuestionar las bases sociales y el aparato represivo que lo sostuvieron”.
La izquierda peronista, aglutinada en Intransigencia y Movilización Peronista (Peronismo Revolucionario), planteaba una política de colaboración con el nuevo gobierno. “Vivando el 'triunfo de la democracia'”, decía PO, “Intransigencia contribuye a aumentar la deliberada confusión que promueve Alfonsín sobre la naturaleza de clase de su gobierno. I y MP omite que el nuevo presidente es un agente de los capitalistas contra la clase obrera y establece una arbitraria diferenciación entre la derecha oligárquica de un lado y los banqueros e industriales que manejan el gabinete del nuevo gobierno por el otro”.
PO agregaba que “la JP ya no habla más de la 'Patria Socialista' y está totalmente deslumbrada por su redescubrimiento de la democracia formal. Considera que, dados los resultados de la elección, su deber es ejercer una 'oposición constructiva' en un cuadro de solidaridad política con los nuevos gobernantes. Por lo tanto, alienta ilusiones y tiende a actuar como freno de la acción directa de las masas por la conquista de sus reivindicaciones. Con esta orientación no se defiende la democracia y las libertades públicas, sino a un régimen prohijado por el imperialismo para garantizar la continuidad de su dominación política y económica del país”. El peronismo, en todas sus variantes, compartía totalmente el programa alfonsinista de sometimiento al FMI.
PO concluía que “el mantenimiento de una 'izquierda' dentro de un movimiento nacionalista burgués es siempre una señal de que existe en los trabajadores una tendencia a desbordar a ese nacionalismo. Pero la función de esa izquierda, en circunstancias como esta, es impedir que los trabajadores se emancipen políticamente”.
Política Obrera ante la transición democrática (Parte VIII) 40 años del retorno a la democracia. Por El Be, 30/12/2023.