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Cuando la nueva Nakba sionista ha cumplido más de 100 días, la política sionista-imperialista de tierra arrasada sobre Gaza no ha logrado ninguno de sus objetivos: ni descabezó a Hamas, ni desactivó la resistencia palestina en toda la franja de Gaza. Israel sigue siendo castigado por sus cohetes, el ejército sionista ha sido incapaz de recuperar a uno solo de los rehenes del 7/10, tras la liberación parcial alcanzada luego de la breve tregua de diciembre pasado.
Ha masacrado a más de 30.000 palestinos (y provocado el doble de heridos, amputados, etc.); arrinconado a casi 2 millones de palestinos desplazados de sus hogares —destruidos en su mayoría por bombardeos indiscriminados— en una franja minúscula de territorio lindante con el Sinaí, condenados a la inanición. Naciones Unidas teme que de no habilitarse una ayuda humanitaria masiva el número de muertes por hambre podría alcanzar a medio millón de almas en 2024. La barbarie imperialista ha jalonado en Gaza uno de sus mayores ´galardones´ históricos.
La guerra en Palestina ha echado por la borda todos los diques de contención que las potencias imperialistas y regionales habían erigido en el pasado reciente. Los acuerdos entre la oligarquía saudita e Irán para cerrar la guerra civil de Yemen de abril pasado han quedado en añicos. Las ´previsiones´ de Irán para evitar entrar en conflicto directo con Israel y EE. UU. están amenazadas. El bombardeo, reiterado en los últimos días, de parte de una coalición de naciones imperialistas contra Yemen apunta reforzar los ataques del Estado sionista a Gaza y Cisjordania y más allá de sus fronteras.
El conflicto próximo se encuentra en la frontera norte de Israel, con el Líbano. Según Chuck Freilich, exasesor de seguridad nacional de Israel, “una guerra con Hezbollah es inevitable”: “la guerra en Gaza palidece en comparación con lo que sería una guerra con Hezbollah. Las capacidades militares de Hezbollah superan ampliamente las de Hamas, e Israel aún tiene que lograr sus objetivos militares incluso contra este actor menor, a pesar de tres meses de guerra intensa” (Haaretz, 11/1). Israel no sólo mantiene un acoso criminal sobre la población palestina de la Cisjordania; ha bombardeado bases de Hezbollah en el sur del Líbano y asesinado en Beirut a dirigentes de Hamas. Lo mismo ha repetido en Siria en diversas incursiones en los últimos 30 días, en un increscendo incesante de acciones bélicas.
Esta escalada está lejos de reducirse a las fronteras del Estado sionista. Una “ola caótica de ataques y represalias en Oriente Medio alimentan los temores de una guerra regional más amplia”, dice Jon Gambrell de Associated Press (16/1). En las últimas horas “Teherán atacó sitios en Irak y Siria, afirmando que apuntaba a un ´cuartel general de espionaje´ israelí, y siguió con informes de ataques con misiles y drones en Pakistán. La caótica ola de ataques y represalias que involucraron a EE. UU., sus aliados y enemigos, sugirió no sólo que el ataque de la semana pasada no había logrado disuadir a los hutíes, sino que la guerra regional más amplia que Estados Unidos había pasado meses tratando de evitar se estaba acercando cada vez más a la realidad” (ídem).
En un discurso en el Foro Económico Mundial en Davos, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, advirtió que la creciente variedad de ataques significa que los aliados deben “estar atentos a la posibilidad de que, de hecho, en lugar de encaminarse hacia una reducción de la tensión, estamos en un camino de escalada…”.
La acción de Hamas del 7/10 detuvo temporariamente la crisis terminal del Estado sionista. El enfrentamiento de una mayoría laica al gobierno de colonos fundamentalistas es un derivado del derrumbe del status del Estado sionista en Medio Oriente, no una pelea constitucional. Esta crisis volvió a abrirse a partir que la Corte Suprema se pronunció contra un aspecto fundamental de la reforma judicial que propugnaba el gobierno de Netanyahu: neutralizar a la Corte y establecer un régimen de arbitrariedades institucionales. Esta reforma abre camino a una limpieza étnica de palestinos dentro del territorio israelí, el 20 % de la población.
“Miles de israelíes se manifestaron el sábado por la noche en todo Israel, exigiendo elecciones … Las protestas tuvieron lugar en Tel Aviv, Haifa, Cesarea y Karkur en el norte de Israel” (Haaretz, 13/1).
“El plan del Ministerio de Finanzas de recortes desproporcionados y sin precedentes en los presupuestos destinados al desarrollo de las comunidades árabes demuestra que el gobierno ha decidido que los ciudadanos árabes de Israel serán los primeros en pagar el precio del desastre económico tras el ataque de Hamás y la guerra. El Consejo Nacional de alcaldes árabes en Israel estima que el recorte totalizará 4.600 millones de shekels (1.200 millones de dólares), destinados a programas educativos, vocacionales, de bienestar, de desarrollo de infraestructura y otros programas. Incluso el servicio de seguridad Shin Bet, en un comunicado extraordinario emitido el domingo, calificó el recorte planeado como "un golpe estratégico a la resiliencia nacional´ que puede conducir a ´una mayor alienación, un sentimiento de no pertenencia y una falta de compromiso por parte del Estado… que aumentará la probabilidad de violencia” (editorial de Haaretz, 15/1).
Como se ve, el pantano de la guerra de Gaza tiende a transformarse en una ciénaga a escala de todo el Medio Oriente.
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