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Sin haber cumplido los 20 años, la obrera anarquista Virginia Bolten encabezó el primer acto por el 1 de Mayo en la Plaza López de la ciudad de Rosario, portando la bandera “1 de Mayo. Fraternidad Obrera Universal”. Otro, en letras más pequeñas, explicaba: “Los obreros de Rosario cumplen las resoluciones del Comité Internacional Obrero de París”.
Bolten había sido la emisaria de las organizaciones socialistas y anarquistas rosarinas, junto con Rómulo Ovidi, a la reunión convocada en Buenos Aires por el Club Vorwärts con el propósito de organizar una gran jornada internacional de la clase obrera.
La muchachita de voz enérgica y talle frágil, a quien sus compañeras de la Refinería Argentina del Azúcar llaman “la Luisa Mitchel rosarina”, en alusión a la heroína de la Comuna de París, fue una de los oradores, que, en distintos idiomas, se dirigieron al millar de obreros franceses, italianos, alemanes, austríacos, españoles y criollos que bajo una lluvia pertinaz marcharon hasta la esquina de Entre Ríos y Urquiza y la escucharon, atentos, custodiados por los Remington de la policía brava rosarina.
Bolten era una oradora temible: “La libertad de trabajo es un mito por mil causas diferentes; la del pensamiento es blasfemia; la del sufragio, un engaño; la del amor, quimera; los derechos del hombre desconocidos; su dignidad ultrajada; tratados los obreros peor que esclavos, embrutecidos en nombre de Dios, degenerados en nombre de la Patria, explotados en nombre del derecho, sin hogar y sin familia, en nombre de la propiedad, en las cárceles y cuarteles y aun en defensa de esta sociedad necia”.
Durante abril, los anarquistas y socialistas rosarinos agrupados en la “Asamblea Internacional de París” habían organizado en el café “La Bastilla”, una importante concentración proletaria que cumpliera con las resoluciones del Congreso Internacional Obrero y Socialista de París.
“Se organizará una gran manifestación internacional en una fecha fija para que, en todos los países y en todas las ciudades a la vez, en el mismo día acordado, los trabajadores emplacen a las autoridades públicas a reducir legalmente la jornada laboral a ocho horas, y a aplicar las otras resoluciones del Congreso Internacional de París.”
Esperaban convocar a trabajadores de las combativas asociaciones gremiales rosarinas, que ya tenían la experiencia de dos huelgas generales e importantes conflictos obreros. Obreras textiles, fosforeras, de la industria azucarera, encimadoras, corpiñeras, de la industria química, del comercio. Obreros ladrilleros, ebanistas, estibadores, alpargateros, mosaistas, talabarteros, panaderos, albañiles, pintores, carpinteros, sastres, fideeros, constructores de carruajes, marmolistas, cocheros.
El 30 de abril, la policía detuvo a Bolten unas horas, por repartir entre sus compañeros de la Refinería Argentina del Azúcar el Manifiesto del Comité Internacional de Buenos Aires. “El sumario policial destacó que Bolten había sido “demorada” por distribuir propaganda anarquista, “atentando contra el orden social existente”.
Terminado el acto, muchos fueron a celebrar al café “La Bastilla”. Se resolvió conformar un Comité Provisorio, y se organizaran distintos comités por nacionalidades. Enviaron a Buenos Aires un telegrama “Al Comité Internacional de Buenos Aires, Comercio 880: los obreros de Rosario reunidos en números de 1000 festejamos el 1º de Mayo. Orden del día: Solidaridad con el Congreso Internacional Obrero. Tiempo malo. Demostración imponente. Orden, tranquilidad y animación. Comité provisorio”.
Para fines del siglo XIX, Bolten ya era una figura del anarquismo rosarino, editora del Obrero Panadero y de La voz de la mujer, un periódico escrito por y para las trabajadoras bajo el lema “Ni dios ni patrón ni marido”. El primer congreso de la FORA la mandató para recorrer el país “difundiendo entre las trabajadoras las ideas del comunismo anárquico”. En 1907, la encontramos en Buenos Aires como dirigente de la huelga de los conventillos. Su nombre se repetirá como oradora de los 1 de Mayo por más de tres décadas en Buenos Aires, Chivilcoy, Córdoba, Montevideo, Porto Alegre.
En la Argentina y en todas partes, las obreras anarquistas -inmigrantes o hijas de inmigrantes- fueron aguerridas organizadoras sindicales que enfrentaron la represión, formaron comités de apoyo a huelguistas y por la libertad de los presos. La oligarquía no hizo diferencia de género para reprimirlas: las extranjeras fueron deportadas por la Ley de Residencia (1902) y la Ley de Defensa Social (1910) estableció la condena a muerte incluso para las embarazadas (silencio del clero).
Denunciaron la doble opresión y la combatieron con organizaciones y periódicos propios, exclusivamente de mujeres. Reclamaron el divorcio, denunciaron los abusos de patrones y encargados, el papel de la Iglesia en el embrutecimiento de las masas, discutieron la maternidad, la familia, la relación con los compañeros y maridos. Atacaron con virulencia al feminismo como una corriente burguesa y a las socialistas por reformistas. Las y los anarquistas impulsaron las escuelas libres, las agrupaciones filodramáticas y una activa vida cultural para formar a las trabajadoras en el ideario revolucionario. También lucharon contra la violencia contra las mujeres, la opresión familiar, el alcoholismo, la prostitución, la tuberculosis, la “trata de blancas” y otras “lacras” denunciando sus raíces sociales.
Los límites del anarquismo, su negativa a disputar el poder, la derrota de la Semana Trágica, cerrarían este ciclo. Esto no impide que los combates de las anarquistas formen parte de la historia más heroica de la clase obrera y del movimiento de mujeres en la Argentina.
Curiosamente, la obrera anarquista Virginia Bolten ha sido “recuperada” como propia, apropiada, por las corrientes feministas, que, en la academia, en los documentales del Canal Encuentro, en el cine y en sus publicaciones es mencionada como una “feminista” del siglo XIX con poca o ninguna mención ni a su identidad de clase ni a su papel como organizadora sindical.
Vaya este homenaje a la primera de nosotras que levantó su bandera un 1 de Mayo.