Escribe Juan Arrecegor
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En el temprano inicio de la liga del fútbol argentino en todas sus categorías se presentaron al menos tres enfrentamientos fuertes entre facciones de distintas barras. Las hinchadas de River, Cañuelas, Chacarita y Gimnasia de Mendoza fueron las que protagonizaron los combates que dejaron decenas de detenidos, heridos y dos muertos en el caso de los equipos de San Martin y Mendoza.
La ausencia de una política seria contra las mafias del futbol y sus estrechos vínculos con el poder político de todos sus colores dejaron abierta la puerta para que se sucedan nuevamente hechos de violencia, en las entradas y tribunas de algunos estadios. En el caso de Cañuelas, antes de empezar el partido contra Midland por la primera fecha de la primera B, se enfrentaron dos facciones de la barra local y luego ambas juntas contra la policía, lo que provocó la suspensión del partido a minutos del comienzo. El intento de ingresar a la tribuna por parte de la barra disidente habría sido el detonante.
El fin de semana anterior, en las inmediaciones del estadio Monumental se cruzaron los llamados “borrachos del tablón” contra un grupo reducido de barras de la zona sur de conurbano dejando algunos heridos y varios detenidos. La barra “oficial” de River asumió el control de la tribuna, inmediatamente después de que la dirigencia de Jorge Brito y la justicia detuvieran en abril de 2022 al exjefe de la barra, Caberna Godoy, y a 300 hinchas en el ingreso a la cancha y apliquen compulsivamente el derecho de admisión a una lista aún mayor. La primera línea, si bien está vetada del ingreso al estadio de River, ingresa sin problema a las fechas de copa argentina y torneos internacionales que se juegan fuera del Monumental. La política de restricción de la dirigencia millonaria ha demostrado ser inútil, los negociados continúan y los vínculos con la policía de la ciudad son claros; en el enfrentamiento, los únicos 30 detenidos responden a la facción opositora.
El domingo en Mendoza asesinaron a Ricardo Valle. El reparto de las entradas que da el club a las barras fue lo que estalló en el combate en las adyacencias del estadio. La disputa ya existía entre estas dos partes de la hinchada, que hasta el día de ayer no se habían enfrentado nunca. La barra oficial controla el narcotráfico en el barrio San Martín de la capital mendocina.
La muerte de un hincha de Chacarita, por otra parte, es la crónica de una muerte anunciada. La feroz interna en la tribuna funebrera lleva años y está envuelta en la disputa por el control del narcotráfico en la zona más caliente del conurbano. Los negocios de esta mafia exceden la reventa de entradas y la indumentaria no oficial: estos también proveen de “mano de obra joven” al narcotráfico y crimen organizado de la zona, representados en los dos grandes cárteles, también en guerra entre sí. Uno es el de Mameluco Villalba y el otro el de Alicho Alegre. Los enfrentamientos entre ambas facciones, que a su vez sus cabecillas son familiares, se dieron no solo en los barrios, sino dentro del propio club, incluyendo tiros, golpizas, destrozo de vehículos, etc. El número de detenidos por estos hechos es igual a 0: gozan de la protección de la bonaerense y pueden ingresar armados al estadio sin problema. Incluso el club legalizó la disputa, asignando una tribuna a cada fracción. Lo que ocurrió este sábado fue que el conflicto se dio hacia el interior de una de las partes, siendo la propia tribuna asignada el escenario de la pelea y el asesinato mientras finalizaba el primer tiempo; la propia policía recomendó que se siga jugando el partido pese a que la noticia del hincha muerto ya recorría las gradas.
Mientras se duplican o triplican los costos de las cuotas sociales en los clubes de un mes a otro, los hinchas y socios estamos expuestos al accionar de estos grupos que burlan el derecho de admisión y las requisas sin mayor esfuerzo, convirtiendo las tribunas en zonas sumamente inseguras. Incluso el veto compulsivo de hinchas de River del estadio Monumental por parte de la dirigencia de Jorge Brito es inútil: se enfrentaron dos fracciones de la barra, la oficial y la de zona sur, por el control de una tribuna a la cual no pueden ingresar ni ellos ni sus banderas. Es decir, los intereses no están puestos en la presidencia en las gradas, sino en las ganancias que giran en torno a eso.
La reestructuración del poder político va a traer más hechos como estos, ya que estas bandas no son ajenas a las camarillas de todos los partidos; por el contrario, son accionistas y partícipes de las mismas. Han penetrado en las autoridades del Estado en todas sus variables. En el contexto de desorden social y económico al que se dirige el gobierno de forma acelerada, estas mafias se desarrollarán e irrumpirán con mayor frecuencia en defensa de sus intereses, alimentándose de la descomposición social que sucede en los barrios como consecuencia de las políticas hiperinflacionarias y recesivas de Javier Milei.
La idea de privatización de clubes por medio de las SAD tiene la contradicción de que obligatoriamente se deberá negociar con los “dueños” de las tribunas la porción que les toque de las ganancias, ya que una disputa con estos sería en todo sentido más costosa, incluso hacer corporativos los negocios como la indumentaria alternativa, la reventa de entradas, la explotación de puestos de comida, etc. En parte, estas cuestiones empiezan a tomar forma entre los artículos de la ley “ómnibus”, como así también el blanqueo de sus ganancias. Las políticas libertarias son un terreno de desarrollo, como lo fueron, de otra forma, las políticas peronistas que fusionaron estas bandas con los municipios y sindicatos.
Es necesaria la investigación y condena de quienes se benefician de estas situaciones dentro del Estado, los clubes, la AFA y las empresas privadas.
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