Vayamos a la huelga general

Paro en ferroviarios, en docentes y estatales, en la salud. Nota de tapa de Política Obrera N°89 edición impresa.

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La reacción decisiva contra los planes antiobreros del gobierno políticamente criminal y el conjunto de los gobernadores, que se pliegan a esa política, no se ha producido todavía, pero la tendencia es clara: el conjunto de la crisis presente, de un lado, y la conciencia que se va formando en la clase obrera, del otro, apunta en una dirección definida y es la huelga general.

Ninguno de estos paros es tampoco estrictamente económico ni su alcance, sólo sindical.

Incluso las huelgas contra la patronales tienen un carácter político. Las grandes patronales se han unificado en el gobierno de Milei. El fracaso y una caída de Milei amenaza su existencia. Se han unificado en cuanto a reducir a los trabajadores y jubilados a una clase de pura supervivencia y a convertirla en un enano político. A este propósito obedece el DNU con su protocolo policial y la supresión del derecho de huelga, o sea, los primeros pasos de un estado policial.

Este gobierno criminal y quienes lo apoyan o se comprometen con sus objetivos tiene el propósito de pagar los intereses de la deuda pública en dólares, junto a los vencimientos de capital, a costa de como decía el presidente Nicolás Avellaneda: “con la sangre de los argentinos”. Es una transfusión de sangre de la fuerza de trabajo al capital de más de 130.000 millones de dólares. La vicegerenta del FMI ha venido a Argentina sin mayores anuncios por el temor de que esta operación sanguínea haga saltar todo el régimen político.

El gobierno de Milei no es de partido o coalición, sino de una camarilla reclutada entre las grandes compañías y los fondos internacionales. Por eso quiere privatizar el Banco Nación en beneficio de BlackRock, el mayor fondo financiero del mundo. Por eso necesita gobernar casi exclusivamente por decreto. Las presiones populares no lo hacen ceder, sino duplicar la apuesta. Con el 58 % de pobreza, Milei avanza en el tarifazo al transporte, la luz y el gas, la indexación de los aranceles de salud y la indexación de la deuda del Tesoro nacional.

Los paros aislados agotan su eficacia al mismo ritmo de la inflación. Es necesaria una lucha de conjunto, o sea, una huelga general. En las condiciones actuales, será una huelga política de masas, es decir, el cuestionamiento del poder político de la camarilla proimperialista por millones de trabajadores.

La burocracia sindical sabe que el paro aislado es inútil, pero teme como a la peste una huelga general, porque pondrá al frente a una nueva generación de luchadores obreros. Un ala de la CGT (Lingieri, Rodríguez, Martínez, Facundo Moyano) está con el gobierno mileísta en forma abierta; la CGT está en crisis. Los Daer y compañía buscan una ruta intermedia; el convenio de Sanidad, que la patronal sin embargo rechaza, pulveriza el salario del personal del sistema privado. Apuntar en dirección de la CGT llevaría a la clase obrera a un callejón sin salida.

Compañeros: formemos en todos los lugares de trabajo, de estudio y en los barrios, agrupamientos a favor de la huelga general para acabar con estos planes criminales y sus autores.

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