EEUU: el pez se pudre por la cabeza

Escribe Ariel Linares

Tiempo de lectura: 3 minutos

El 1° de mayo de 2020 encontró a la potencia más importante del mundo desde fines de la Primera Guerra Mundial, EEUU, con más de 1 millón de contagiados por coronavirus confirmados, más de 60.000 muertos por el virus, y más de 30 millones de nuevos desempleados. Nueva York se ha convertido en el centro de la pandemia en Estados Unidos. Y Estados Unidos se ha convertido en el país con más casos confirmados a nivel mundial.

La crisis sanitaria desatada por el Coronavirus ha puesto de relieve el sistemático deterioro social en la mayor potencia imperialista del mundo.

Una columna de opinión escrita por George Mc Graw, fundador de una ONG llamada Dig Deep, publicada en The New York Times señala que 2,2 millones de norteamericanos no tienen agua corriente en sus hogares ni para lavarse las manos. Mc Graw explica que esos pueblos o estados en los que falta el agua corriente fueron salteados décadas atrás por las iniciativas gubernamentales de los proyectos para construir la infraestructura necesaria para tener agua corriente. Un ejemplo de esta situación catastrófica es la de Nación Navajo, una reserva india que cubre 71.000 km, donde más de un tercio de las casas no tiene agua corriente. Y tienen más casos de COVID 19 per cápita que cualquier estado de Nueva York o New Jersey.

Más de 500.000 norteamericanos sin techo a lo largo y ancho del país, tampoco tienen acceso al agua corriente.

La potencia comandada por Trump cruje también de hambre. Frente a los “Bancos de alimentos” (postas donde las personas con graves dificultades económicas pueden ir a buscar productos básicos de supervivencia), que en la actualidad funcionan en Chicago, San Antonio y Miami se forman colas kilométricas de trabajadores para retirar alimentos.

Algunos organizadores de estos bancos de alimentos afirman que entre quienes piden comida hay un nuevo perfil: el de quienes nunca pensaron que se verían en esa situación. Es decir que ya no están atendiendo a pobres “crónicos” o antiguos, sino a quienes se caen de la clase media producto de la crisis económica norteamericana, agudizaba por las consecuencias del COVID 19.

Para ser claros sobre el peso de este fenómeno: la organización Feeding South Florida distribuyó en las últimas semanas cerca de 10 millones de kilos de comida, en comparación con los 3 millones que distribuyó en el mismo período de 2019. Tengan o no trabajo, los trabajadores norteamericanos se están enfrentando al hambre.

La muerte

Las políticas de Trump, contrarias a la cuarentena y a las indicaciones de la OMS para beneficiar a sus socios y aliados capitalistas, ha producido un desastre social y un reguero de muerte en múltiples estados de EEUU. En la Isla Hart, en las afueras de Nueva York, los ataúdes de los más pobres son enterrados en fosas comunes, ya sea porque los familiares de los muertos no pudieron pagar un funeral o porque esos cadáveres no fueron reclamados. Las imágenes que giraron alrededor del mundo son realmente espeluznantes.

Un empresario de pompas fúnebres de Brooklyn, Thomas Cheeseman, afirmó ante los medios: “Nosotros, los gerentes de las funerarias, estamos abrumados (…) inundados. El crematorio ni siquiera puede tomar cuerpos por dos semanas”.

En este contexto, se están depositando cadáveres en camiones refrigerados para despejar los hospitales de muertos y poder seguir recibiendo personas enfermas. Pocos días atrás se encontró en Nueva York un camión de mudanzas con decenas de cuerpos amontonados en proceso de descomposición. La crisis sanitaria en Estados Unidos se encuentra fuera de control.

El desafío político

Las políticas de Trump son un completo fracaso, y un genocidio contra los trabajadores. La salida no vendrá de los republicanos ni de los demócratas, que juegan a pelearse por Twitter mientras no tienen nada para ofrecerle a la población jaqueada por el virus.

Los trabajadores de Estados Unidos deben dar la respuesta, enfrentando este ataque a la vida y las conquistas de la clase obrera, siguiendo el ejemplo de los trabajadores de la salud, de Amazon, metalúrgicos y de las automotrices.

Ahora, más que nunca, el famoso “socialismo o barbarie” es una lucha de vida o muerte.

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