A diez años de la masacre contra el edificio de los sindicatos en Odesa

Escribe Silvina Yoga

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En febrero de 2014 se produjo, por medio de un golpe de estado, el desenlace del conflicto que atravesó Ucrania desde la disolución de la URSS y la proclamación de la independencia de Ucrania. El presidente, Viktor Yanukovitch, electo por el partido de las Regiones fue derrocado por el Parlamento, luego de un proceso confuso y violento. Yanukovitch, de tendencia filo rusa, se había comprometido a iniciar las negociaciones para ingresar en la Unión Europea. Fue el episodio final de un giro de la oligarquía de Ucrania, que ponía fin a la integración del país a la Comunidad de Estados Independientes, que había sustuido a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en 1991. A último momento, bajo la presión de Putin, Yanukovitch renunció a su propósito, lo que desató una fuerte movilización popular conocida como el Euro-Maidan. Altas figuras de la OTAN, como la actual subsecretaria de Estado norteamericana, Victoria Nuland, participaron activamente del reclamo para destituir al presidente. El oficialismo desató una fuerte represión, pero al final de cuentas Yanukovitch huyó de la sede de gobierno, con un destino desconocido por varios días. La destitución fue acompañada por el voto de varios de sus partidarios.

El golpe de estado de Maidan, el nombre de la plaza principal de Kiev, desató una rebelión en el este de Ucrania, así como la ocupación de Crimea, por parte de Putin. Crimea, sede de la flota de Rusia, en el Mar Negro, había pertenecido históricamente a Rusia, hasta que el primer ministro de la URSS, Nikita Kruschev, un ucraniano, la cedió a Ucrania, en 1959. Los rebeldes del este ocuparon numerosas empresas de la oligarquía de la región, cuyo mercado había sido siempre el de Rusia. Reclamaban la conversión de Ucrania en Estado Federal, que los golpistas y la OTAN rechazaron, porque implicaría un cogobierno de Ucrania, el alejamiento de la integración a la UE y ulteriormente a la OTAN. El 11 de mayo de 2014, las repúblicas rebeldes celebraron referéndums para proclamar su independencia. Un año más tarde, el 15 de febrero de 2015, se firmó el acuerdo Minsk II, para discutir el status federal. Según dijo Angela Merkel, luego de abandonar su cargo de jefa de gobierno de Alemania, el acuerdo fue una operación dilatoria para mejorar la preparación militar de Ucrania para una guerra contra Rusia.

En este contexto, luego de las celebraciones del 1° de Mayo, las fuerzas oficiales de la derecha, que reivindican su alianza con el nazismo en la Segunda Guerra, montaron una serie de provocaciones en la ciudad de Odesa –un crisol de la influencia rusa, judía y ucraniana-. En la primavera de 2014, se habían producido en el sur y este del país masivas manifestaciones contra el golpe. El 1 de mayo de 2014, Día Internacional de los Trabajadores, una multitud marchó por las calles del centro de Odesa con pancartas que reclamaban «¡Referéndum!» y «El fascismo no pasará». El desfile llegó hasta un campamento para recoger firmas en apoyo al referéndum independentista, el reconocimiento de la lengua rusa y el rechazo al ingreso a la UE. Un panfleto que decía que los grupos prorrusos "defenderían a Odesa de los pogromos" se distribuyó por la ciudad antes de la manifestación.

El 2 de mayo se organizó una manifestación para defender la unidad nacional, por parte de la ultraderecha, acompañada de barras de fútbol. El diputado de la Asamblea Legislativa de Odesa, Vadim Savenko, dice haber probado que los supuestos hinchas de fútbol, eran en realidad militares que servían en los batallones "Tormenta" y "Dniéper-1" reclutados por las organizaciones ultranacionalistas. Al comenzar los enfrentamientos llevaban insignias propias de los aficionados, pero después y hasta el final de los disturbios aparecieron con uniforme, portando equipos de protección, chalecos antibalas y armas de fuego. Reclamaban la unidad de Ucrania y cantaban sloganes contra Vladimir Putin. Observadores de la OSCE informaron que vieron a un centenar de activistas antirusos en la marcha con palos y escudos. La derecha y los grupos antinazis se enfrentaron en combates callejeros; se construyeron barricadas por toda la ciudad.
A medida que se extendía la información sobre las primeras víctimas, desde la derecha se instó a destruir el campamento rival instalado fuera de la Casa de los Sindicatos que fue atacado e incendiado. Eso forzó a los ocupantes del campamento a refugiarse en el edificio para protegerse. El edificio tiene cinco plantas de altura y es la sede de la Federación Regional de Odesa de Sindicatos, en el centro de la ciudad.

Según las barras de la ultraderecha, quienes se refugiaron en la sede sindical dispararon contra los manifestantes de la calle. Sin embargo, un informe oficial, llevado a cabo por la policía, indicó que no se encontraron armas dentro del edificio. La gentuza derechista empezó a disparar sus armas y tirar cócteles molotov contra el edificio; finalmente provocaron el incendio miembros del grupo ultraderechista Pravy Sektor, una de las organizaciones más activas en el Euromaidán y en las posteriores manifestaciones a favor de la unidad de Ucrania.

El fuego empezó en la segunda y tercera planta del edificio, y se extendió rápidamente. Se enviaron al escenario trece unidades de bomberos, a quienes los pronazi impidieron acercarse. Los acorralados intentaron saltar por las ventanas, otros se quedaron en el tejado, atrincherándose. Mientras ardía el edificio, 31 personas murieron atrapadas. En total, murieron 46 personas y se informó de 214 heridos.

El 4 de mayo cientos de activistas ‘prorrusos’ se manifestaron en la sede la policía en la ciudad para que exigir la puesta en libertad de los activistas prorrusos detenidos, rodeando el edificio. Las fuerzas de seguridad empezaron a liberar arrestados. Ante los manifestantes, 67 activistas, todos residentes de Odesa, fueron puestos en libertad. Entre los liberados hubo varios sobrevivientes del mortífero incendio del 2 de mayo. Una multitud que incluyó a muchas mujeres y personas de edad avanzada aplaudió y abrazó a los activistas liberados y exigió que sean liberados todos los demás activistas de Odesa detenidos.

El incendio del edificio de la Central Sindical de Odesa fue el complemento del golpe de estado de dos meses antes, y definió sus términos. El pogrom mostró que el sometimiento de Ucrania a la tutela de la Unión Europea venía fuertemente marcado por la impronta fascista. La autodeterminación nacional de Ucrania choca no solamente con la tentativa opresora de la oligarquía y los servicios del Kremlin, sino por sobre todo de la OTAN, que quiere convertir a Ucrania en una cabeza de puente para la guerra contra Rusia.

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