Escribe Grupo Independencia Obrera
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La campaña por las elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio ha desatado la disputa entre los partidos que representan los intereses de los distintos sectores de la burguesía en cada país de la Unión Europea (UE). Pero a todos ellos los une un interés común. La escalada militar en Ucrania y la preservación del Estado de Israel, con o sin el reconocimiento del Estado de Palestina, pero no de su soberanía sobre su territorio histórico. Por lo tanto, estas elecciones se inscriben en la alianza imperialista de la Unión Europea con la OTAN y Washington para la extensión al territorio de Rusia de la guerra de la OTAN en Ucrania y a la preservación de la punta de lanza del imperialismo en el Oriente Próximo. El martes 4 de junio Kiev ha iniciado el bombardeo de territorio ruso con misiles del sistema Himars estadounidenses abriendo un nuevo capítulo en esa guerra.
El Parlamento Europeo es una construcción imperialista, como lo es la propia Unión Europea, cuyo objetivo es la subordinación de los 27 estados a los principales países imperialistas del viejo continente. Desde el punto de vista de los trabajadores el objetivo es derribarla mediante la lucha por gobiernos obreros en cada nación para la instauración de una federación de repúblicas socialistas desde Lisboa hasta Vladivostok. Frente a la guerra de la OTAN en Ucrania, el objetivo desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera es el derrocamiento del régimen proOTAN de Kiev y del régimen agresor capitalista de Vladimir Putin mediante revoluciones obreras en ambos países.
Ante esta realidad, la participación en las elecciones al Parlamento Europeo es la convalidación de la política imperialista de extensión de la guerra, de la defensa del Estado sionista, de sumisión a la OTAN, punta de lanza del imperialismo estadounidense. El Grupo Independencia Obrera (GIO) considera que la única posición de defensa de los intereses de los trabajadores, contra la guerra imperialista, contra la ofensiva genocida en Palestina, es el boicot a las elecciones al Parlamento Europeo. Los que nos quieren vender la necesidad de participar para derrotar al “fascismo” ocultan el acuerdo estratégico de todo el abanico político en la militarización de Europa y las guerras en curso. Las corrientes a la izquierda de la socialdemocracia que se presentan a estas elecciones juegan el papel de enmascarar esta realidad.
Europa está una vez más ante el abismo. La guerra en Ucrania ha alineado los intereses imperialistas de la UE con los de Estados Unidos en el objetivo de conquistar el espacio económico de Rusia y los países que forman parte de su esfera de influencia. El imperialismo de las naciones agrupadas en la UE, en primera línea Alemania, Francia, y el norte de Europa, Polonia y los países bálticos, con el concurso más o menos reticente del resto, ha puesto de manifiesto una vez más su subordinación a los objetivos del imperialismo estadounidense concentrados en la OTAN. Bruselas juega un papel de catalizador de los intereses belicistas de EE.UU. y los grandes capitales europeos por salir de su crisis irreversible mediante la guerra.
La agudización de la campaña militar en Ucrania ha desembocado en un gasto militar disparado. Los presupuestos de la guerra suplen las necesidades de la OTAN y han desembocado en el rearme de Alemania y Japón, dos de las potencias derrotadas en la Segunda Guerra Mundial que habían mantenido una política militar “defensiva”. La posibilidad de que una economía de guerra saque a la “locomotora alemana” de la recesión y el estancamiento es parte del esfuerzo bélico del gobierno de coalición del socialdemócrata Olaf Scholz.
Ante la debilidad del Partido Demócrata en Estados Unidos, que desembocó en una suspensión temporal del envío de armas a Kiev, la UE ha multiplicado su campaña armamentista con el objetivo de suplir los requisitos de la OTAN frente a Kiev. La creciente necesidad de armamento ha desatado la competencia entre sus fabricantes y la consolidación de ese sector en Europa. La transformación de Europa en el sentido de una economía de guerra arrastra a los 27 sin excepción, incluida España.
Varias naciones europeas encabezadas por Francia han propuesto la presencia de tropas en territorio de Ucrania. Por su parte Kiev ha solicitado a la OTAN armas con capacidad ofensiva en Rusia. Es decir misiles capaces de alcanzar centros vitales con el abierto objetivo de iniciar una ofensiva contra Rusia en el más corto plazo posible. La semana pasada el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken anunció que Washington autorizaba a Kiev a utilizar las armas de procedencia estadounidense en su ataque a Rusia. Josep Borrell, el Alto Representante de la UE para la política exterior y de seguridad, se ha mostrado favorable a este objetivo al igual que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Poco tardó el régimen de Kiev en poner en práctica la “autorización” y reconocer un ataque contra territorio ruso con esas armas.
Mientras se agita en el proceso electoral europeo el fantasma de la derecha, se oculta que este objetivo -la escalada militar en el frente oriental con el objetivo de penetrar militarmente en el territorio de Rusia- une a todas las fracciones políticas mayoritarias, en particular a los partidos socialdemócratas y los miembros del Partido Popular Europeo (PPE). El gobierno español, que dice oponerse, como Italia, al uso de las armas de la OTAN en territorio de Rusia viene de firmar un acuerdo con Ucrania para la entrega de armamento a ésta por importe de 1200 millones de euros. Se trata de munición para cañones y obuses vitales para mantener los frentes de guerra activos. España no ha abierto la boca para frenar el ímpetu bélico de Kiev.
El PPE tal como lo ha revelado la aspirante a renovar su presidencia de la UE, Úrsula von der Leyen, no tiene reparos en hacer acuerdos políticos con la ultraderecha para tener el control del Parlamento europeo. Frente a las iniciativas de escalar la guerra mediante el envío de tropas a Ucrania y armas de gran alcance para atacar a Rusia la respuesta no se ha hecho esperar y varias naciones de la UE han expresado su apoyo a ambos objetivos. El abandono de su centenaria neutralidad por parte de Suecia y Finlandia se pretextó por el peligro de una supuesta invasión rusa a territorio de la UE. Sin embargo, ese objetivo ya no requiere de pretexto en tanto que la OTAN, la UE, y Washington han consentido atacar con sus armas directamente a territorio ruso.
En estas condiciones la cuestión de la guerra se ha convertido en una divisoria de aguas. La UE ha cerrado filas detrás de la política de provocaciones de la OTAN y Estados Unidos, no solo frente a Ucrania. También lo ha hecho frente a Israel por más que España, Noruega e Irlanda haya tomado la iniciativa muy tardía de reconocer a un Estado de Palestina. Madrid mantiene el comercio bilateral de armas con Israel, así como participa de las maniobras navales en el Mar Rojo y mantiene buques de guerra junto a los portaviones estadounidenses estacionados en el Mediterráneo oriental. No solo eso sino que su propuesta de paz para el conflicto entre Israel y Palestina es el Estado binacional, es decir la exclusión del derecho del pueblo palestino a la soberanía sobre su territorio.
En las circunstancias actuales, en las que sucesivos frentes de guerra conforman un escenario de guerra mundial, la cuestión de principio que las fuerzas de izquierda se deben plantear es la acción independiente de los trabajadores contra la guerra. La agitación y la lucha contra las burocracias sindicales por una huelga general contra el envío de armas a Ucrania y a Israel, en contra de la extensión de la guerra al territorio de Rusia, contra el aumento del presupuesto militar en España y en el resto de Europa, por la salida de España de la OTAN, por el cierre de las bases de la OTAN y de Estados Unidos en España y en el resto de Europa, por el boicot al envío de armas a cualquiera de los países beligerantes, constituye el programa elemental para un frente único de organizaciones políticas que se declaran de la clase obrera.
Respecto de la guerra en Ucrania, la orientación que nuestra organización plantea es explotar los crímenes y destrucción de la guerra imperialista, para promover un movimiento de masas contra la guerra y los gobiernos que la fomentan, con el objetivo de madurar una revolución socialista internacional. Por una lucha por gobiernos obreros en los Estados europeos, por una federación de repúblicas socialistas desde Lisboa hasta Vladivostok. Hay que detener el derramamiento de sangre entre trabajadores de las dos naciones. La carne de cañón son los obreros y el pueblo de los dos países. No los burócratas ni los capitalistas. La cuestión de la guerra, de la oposición concreta a la misma no es un ejercicio declaracionista y es incompatible con la farsa democratista de las elecciones al Parlamento Europeo. La pretensión de utilizar a ese organismo como una tribuna de los intereses del proletariado en las presentes circunstancias es un lavado de cara a la política militarista de Bruselas. La UE es una estructura reaccionaria que debe ser sustituida por una federación de Estados obreros.
El PSOE, que viene de un crecimiento de votos en Cataluña donde ha hecho su mejor elección de la historia, ha jugado su baza a despertar el voto desencantado de la izquierda. Su objetivo es evitar que el electorado desmoralizado de Izquierda Unida y Podemos se quede en casa. El presidente Pedro Sánchez ha continuado en su operación de recuperar terreno perdido, primero sugiriendo de forma solapada su dimisión tras los ataques del PP contra su mujer, Begonia Gómez, y luego a expensas de su enfrentamiento personal con el presidente argentino Javier Milei. La movilización por el voto se ha intensificado en todos los partidos. Pero el común denominador de todos ellos es su disciplinamiento a los objetivos reaccionarios y militaristas de la Unión Europea (UE).
El rumbo que ha tomado el voto en Europa para estas elecciones es el del reforzamiento de la extrema derecha. Este ascenso es el resultado del fracaso total de los partidos más moderados del espectro político. La crisis inflacionaria que ha acompañado al comienzo de la guerra en Ucrania sigue su curso. Allí donde se ha controlado, la política económica ha desembocado en una recesión, como en Alemania. El Banco Central Europeo ha decidido desalentar el crecimiento económico por la vía de los altos tipos de interés mientras que la UE ha recuperado los objetivos de déficit obligando a un ajuste al conjunto de las economías nacionales. El incremento de los presupuestos militares impulsa los recortes sociales en toda Europa. Esta política que amenaza a los sistemas públicos sanitarios, la educación y el régimen de pensiones, empuja al electorado a la derecha ante una izquierda y unas burocracias sindicales que amparan el deterioro de la situación de los trabajadores y sus familias sin una estrategia de lucha para detener esa ofensiva.
Ante este cuadro el Grupo Independencia Obrera llama al boicot de las elecciones al Parlamento Europeo. El camino es organizar la unidad de los trabajadores contra la guerra, contra la OTAN, contra la UE y su política militarista. Por un frente único de lucha por la huelga general contra la guerra, contra los recortes sociales, en defensa del salario. Por gobiernos obreros en todos los Estados europeos.
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