Francia: un curso rápido de la "victoria" de la izquierda a la victoria de la derecha

Escribe Jorge Altamira

La Asamblea Nacional reelige a la candidata de Macron

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Luego de dos votaciones en las cuales ningún candidato había logrado obtener una mayoría absoluta de votos, como lo requiere el reglamento constitucional, en la tercera ronda fue reelecta presidenta para la Asamblea Nacional de Francia Yael Braun-Pivet, del partido del presidente Macron, con una mayoría relativa de 220 votos, seguida de André Chassaigne, del Nuevo Frente Popular, con 207 sufragios, y Sébastian Chenu, de la derechista Reagrupamiento Nacional, con 141 boletas. El resultado refleja un viraje espectacular a favor de Emmanuel Macron, quien había anticipado estas elecciones, luego de una gran derrota en las elecciones parlamentarias para el Parlamento Europeo, que fueron ganadas por RN, seguida del NPF y en tercer lugar el partido oficialista, bajo la rúbrica de Juntos. La Presidencia de la Asamblea francesa ocupa el cuarto lugar en el escalón del poder político del país, pero, más importante, adelanta la posible coalición que podría quedarse con el gobierno, que debe ser ratificado por el Parlamento a propuesta del Presidente. El giro de la situación tuvo lugar en dos etapas: en la primera vuelta electoral, que fue ganada por el NFP pero sin conseguir la mayoría absoluta que se necesita para consagrar diputados por distrito; en la segunda ronda, con el pretexto de impedir un triunfo de la ultraderecha, se estableció un acuerdo, bautizado Frente Republicano, entre el izquierdista NFP y el partido del gobierno para ceder los votos al candidato de uno de los dos que mejor hubiera salido en la primera vuelta. La victoria del NPF, que conquistó 193 diputados, no alcanzó para reunir una mayoría suficiente -289 votos– para formar gobierno. En tanto la inmensa mayoría de la izquierda internacional y en especial el FITU celebró este resultado como un triunfo, en estas páginas caracterizamos que había sido una “victoria política de Macron” como se acaba de poner de manifiesto. Macron debe enfrentar ahora, aunque en condiciones mejores, la tarea de conseguir la formación de un gobierno, que en cualquier caso será de coalición y precario o inestable.

No es la primera vez que la izquierda de Francia, y con ella las corrientes trotskistas, apoyan al Frente Republicano del imperialismo de su país. Ya había ocurrido en 2002, cuando llamó a votar por Jacques Chirac contra Jean-Marie Le Pen, a pesar de que el fascista no contaba con ninguna posibilidad de ser elegido presidente, porque había partido con el 19 % de los votos en primera vuelta. En esta ocasión las cosas eran más reñidas, pero entre Juntos y RN no existe más que una diferencia de grado, en su condición de fuerzas del imperialismo, que tampoco puede ser explotada en una lid electoral. Otra cosa es una alianza en la práctica para destruir las milicias del fascismo y sus bases de reclutamiento.

Pero el NFP no esperó hasta la reciente elección a la presidencia de la Asamblea para advertir que había cavado su propia fosa, ni tampoco la segunda ronda electoral. El mismo NFP se formó sobre una base imperialista en tanto la mayoría hace campaña a favor de la guerra de la OTAN, el acrecentamiento de la industria militar y el apoyo al genocidio que perpetra el sionismo contra el pueblo palestino. La ‘sorpresa’ que produjo el buen resultado del Partido Socialista en las elecciones europeas, cuando superó a sus futuros aliados, precipitó un apresurado acuerdo electoral. Raphael Glucksman, del PS, un agente de la OTAN y del sionismo, colocado en esa mejorada posición electoral, llevó su programa y su política al NFP, incluida la intención de coaligarse con Macron. El partido Francia Insumisa, motejado de ‘extremista’ por la prensa internacional, cuando también apoya a la OTAN y levanta un programa ‘soberanista’ que se toca con el de RN, apostó a que se obtendría un número de bancas muy superior al de sus rivales internos, algo que no ocurrió –el electoralismo mata ‘extremismo’-. No pudiendo arribar a un acuerdo para proponer un primer ministro, en su condición de primera fuerza electoral, optó por un tercero, el comunista André Chassaigne, para presidente de la Asamblea. En la etapa que se inicia, una parte del NFP operará como comodín parlamentario del gobierno de coalición que buscará lograr Macron, con un jefe de Gobierno propio.

Lo ocurrido en Francia ilustra los extremos a los que puede llevar la izquierda democratizante. El FITU, algunos desde Buenos Aires y otros desde París, apoyó al NFP en la segunda vuelta. Quienes apoyaron y quienes denunciaron al partido Siryza de Grecia, sea desde Buenos Aires como desde Atenas, llamaron a votar, en segunda vuelta, a Mélenchon, de FI, el arquitecto del NFP. En la categoría de los falsos valores, quienes han despreciado al democratizante griego, han cambiado de óptica cuando se trata de un francés (los mismos sinsabores que han separado a Karina Milei y Victoria Villarruel). La falsa expectativa creada en el electorado francés de izquierda, que no coincide exactamente con el electorado obrero, se ha transformado en desmoralización.

Los atajos no sirven, por regla general, para construir un partido realmente socialista, y menos los atajos electoralistas y contrarrevolucionarios.

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