El chavismo y el morenismo, apuntes para no olvidar

Escribe El Be

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La izquierda en Venezuela, fundamentalmente el morenismo (MST, PTS, IS, Nuevo MAS), y en el conjunto de América Latina, no superó la prueba del chavismo en ninguno de los sentidos posibles. Con el levantamiento encabezado por Chávez en 1992, el MAS y el MST salieron rápidamente a repudiar “los intentos golpistas” contra el gobierno masacrador de Carlos Andrés Pérez. El morenismo en Venezuela, unido en ese momento en el PST, sacó una declaración calificando la acción liderada por Chávez como “aventurera, irresponsable y putchista, que sólo termina favoreciendo a CAP y su política represiva contra las masas”. Esta fue una posición compartida por el conjunto de la izquierda internacional. Fue el caso también de Fidel Castro, de quien la edición del Granma (06/12/92) comentaba que “envió un mensaje al jefe de Estado venezolano en el que expresa pesar por las pérdidas de vidas humanas y los daños materiales ‘ocasionados por los dramáticos sucesos’” y “manifiesta la esperanza de que se restablezca la paz”. El Partido Obrero, encarnado hoy en Política Obrera, fue el único partido que apoyó el levantamiento popular de febrero de 1992 que desató el golpe de Hugo Chávez. Causa R, un partido de la izquierda venezolana, apoyó el golpe de los militares chavistas, con el cual había colaborado para su ejecución (relato de Jorge Altamira de sus conversaciones con la dirección política de Causa R, en Caracas, en diciembre de 2002). En 1994, Causa R recordó estos hechos en el Foro de Sao Paulo que tuvo lugar en La Habana.

Luego de la llegada de Chávez al poder, sin embargo, el morenismo se declaró velozmente "chavista" y se convirtió, en Venezuela, en una tendencia interna del chavismo (el morenismo se había convertido al peronismo a partir de 1956 hasta 1964, cuando se fusionó con el FRIP, la organización de Roberto Santucho). “A pesar del mantenimiento de una estructura estatal surgida de la democracia burguesa, Hugo Chávez sigue representando un factor decisivo para el triunfo de este proceso revolucionario”, sostenía, ni más ni menos, en 2006, una declaración firmada por dirigentes del Secretariado Unificado, del PSOL de Brasil y del MST de Argentina. El motivo para ese planteo fue justificar la negativa a presentar una lista independiente para las elecciones de aquel año. Chávez no enfrentaba la posibilidad de una derrota ante la oposición de derecha; su consigna para esa elección fue “por 10 millones de votos”. El morenismo caracterizó como “interesante” la iniciativa de Chávez de organizar un partido único (algo que concretaría con la formación del Partido Socialista Unido de Venezuela) con el insólito argumento de que serviría para amortiguar la centralidad de la figura de Chávez (cuando el partido único aspiraba justamente a reforzar esa centralidad). El morenismo reclamaba al chavismo que "profundice" la revolución, cuando Chávez empezaba a hablar de un “Socialismo del siglo XXI”.

Pero el chavismo, incluso en el momento más recio del sabotaje petrolero (por parte del alto personal de PDVSA que impulsaba la extranjerización de la compañía, como lo había hecho Menem en Argentina con YPF), nunca dejó de pagar la deuda externa. Las nacionalizaciones se realizarían muy tardíamente y a buen precio por el Estado; Vodafone fue pagada al precio inflado de la Bolsa de Caracas. El apoyo más ostentoso del morenimso fue a las estatizaciones de los medios de comunicación, que fueron convertidos en una usina excluyente del chavismo. Luego de una furiosa represión a los trabajadores de la siderúrgica Sidor, propiedad de Techint, que reclamaban aumentos salariales, Chávez nacionalizó la empresa al costo exuberante de 4.000 millones de dólares (2.000 en efectivo y otros 2.000 por absorción de pasivos previsionales). Días más tarde de la represión militar convocó a la dirección sindical de la empresa, que contaba con varios militantes morenistas, para celebrar el 1° de Mayo, con desbordantes elogios a Rosa Luxemburgo y a la IV Internacional; más adelante convocaría a varios partidos nacionalistas, incluidos el peronismo, el PRD de México y a Mugabe, presidente de Zimbabwe, a construir la V° Internacional. Chávez se valió de los recursos más bizarros para someter a los sindicatos al Estado, con la colaboración de los grupos morenistas, como ocurriera, repetimos, bajo el peronismo. En cuanto a la renacionalización de la nacionalizada PDVSA, que fue la medida más radical de su gestión, ella consistió en la expulsión de la plana superior que quería convertirla en sociedad anónima internacional y utilizar sus recursos para una redistribución social que se aplicó a los planes de construcción de viviendas populares a gran escala, así como a la salud y a la educación (creación de universidades). Esta política no sobrevivió a diversas caídas del precio internacional del barril y a la falta de inversiones en PDVSA. La petrolera estatal fue convertida en operadora en asociaciones con el capital extranjero, que obtenían su derecho a las reservas certificadas sin que PDVSA modernizara su actividad. Al final, la petrolera estatal fue aniquilada por la corrupción. Cuando la crisis del régimen político venezolano escaló a nuevos niveles en 2015, el morenismo -y, en especial el MST e Izquierda Socialista- había sido despedazado por crisis sucesivas, comenzó a apoyar las movilizaciones de la oposición de derecha, a favor de la "democracia". Es la línea que han seguido con las llamadas “revoluciones de colores” en Europa y Medio Oriente y, en la actualidad, con la Ucrania que responde a la OTAN.

En efecto, el morenismo se pasó de golpe a los brazos de la derecha golpista. Dirigentes de Marea Socialista, fuerza venezolana del MST de la Argentina, se encontraron entre los firmantes del referéndum revocatorio que convocó la oposición de derecha. Frente a las movilizaciones golpistas convocadas por la Mesa de Unidad Democrática, donde abrevaba María Corina Machado, el PSL (partido identificado con Izquierda Socialista en Argentina) caracterizaba que el gobierno venezolano, no la derecha, representaba los intereses directos del imperialismo. Después de lamentar que “la mayoría de los sectores populares y trabajadores no salen aún con fuerza a protestar”, llamaba a “que el pueblo trabajador se una a la protesta que crece en el país desbordando a la MUD (…) en la perspectiva estratégica de un Gobierno de los Trabajadores y el Pueblo” (A la Calle, 13/04/17). El líder de la mencionada Marea Socialista lanzó, por su parte, la propuesta de una Comisión que involucre a las partes en disputa (gobierno y oposición) detrás de un cronograma electoral. La caracterización de la inmensa mayoría de las fuerzas de izquierda era que se trataba de un conflicto entre democracia y dictadura y apoyaba, en consecuencia, la movilización derechista. El PTS de Argentina, por su parte, tampoco denunciaba las movilizaciones de la derecha como una operación política proimperialista ni denunciaba la trampa de un antagonismo democracia-dictadura. Hacía, en cambio, una diferenciación de características abstractas e ideológicas del gobierno y la MUD y planteaba una Constituyente soberana en el marco de una polarización dominada por la derecha. Al mismo tiempo, llamaba a la unidad de los partidos de izquierda, cuando estos llamaban a movilizar con la derecha.

Al igual que pasó anteriormente con el peronismo, la izquierda morenista no superó la prueba del chavismo.

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